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EL ESPACIO DE ALBERTO BORRINI

El buen debate, único momento de una campaña que pertenece al pueblo – Primer episodio

Una historia en ocho partes de los debates electorales en Argentina, los recursos que emplean y el descontrol de los gastos, y en los principales países democráticos.

El buen debate, único momento de una campaña que pertenece al pueblo – Primer episodio
Esta es la primera entrega del trabajo de Borrini sobre los debates electorales.

Asistí en las últimas cuatro décadas a campañas electorales realizadas en Estados Unidos, España e Italia. Seguí de cerca las de Brasil, Chile, Uruguay. Entrevisté a publicitarios y consultores, remontándome a los pioneros, que dejaron su sello en la especialidad, y publiqué, además de decenas de artículos periodísticos, desde la revista Mercado hasta el diario La Nación, tres libros: Cómo se hace un Presidente (1984), primero en abordar las elecciones consideradas ejemplares de 1983, enfocadas en su aspecto menos transitado, el de la publicidad y el marketing, y dos ediciones de Cómo se vende un candidato (2003 y 2005). Incluí en ellos, obviamente, los debates.

Pero en este nuevo trabajo me ocupo exclusivamente de ellos, después de llenar una abultada carpeta con testimonios y lecturas sobre su historia y auspiciosa actualidad local y mundial. La forma elegida es la de una serie en varios episodios, que a través de Adlatina.com tendrá alcance Iberoamericano, mientras en las librerías se abre paso mi biografía Entre marcas, editada recientemente por Eudeba en la que también rozo el tema.

El momento me parece el más propicio: hay claras señales de que estamos asomándonos a las campañas, aunque los involucrados lo nieguen, que culminarán con las elecciones de 2019. El interés de la opinión pública va en aumento y la prensa lo refleja a diario.

 

Primer episodio

“El debate es el único momento de la campaña que le sigue perteneciendo al pueblo”, afirmó Janet Brown, presidenta de la ONG que organiza los debates presidenciales en su país, Estados Unidos. “Es la oportunidad de escuchar a los candidatos sin guiones”, remarcó. Sin testimonios escritos por asesores profesionales, aclaro por mi cuenta, cuyo oficio consiste en escudriñar astutamente lo que los electores son más propensos a escuchar en ese momento decisivo de las campañas. Si se apela a los jóvenes, recomendarán que en sus propuestas, tanto de funcionarios como de opositores, bajar impuestos a la importación de celulares; si son adultos mayores, referirán sus argumentos a una reparación histórica que es como una gota de agua en el océano del creciente costo de vida. Recomendaciones tan astutas y elaboradas, dichas en palabras más emotivas que racionales, y a menudo tan soeces que un humorista, irónicamente, ejemplificó poniendo en boca de un aspirante derrotado: “Perdí porque no le creyeron al redactor de mis discursos. Lo despedí y buscaré otro antes de la próxima consulta”.

En nuestro país el desencanto puede conducir a un desenlace más grave todavía: a que los candidatos crean que las campañas en general, y los debates en particular, deben resignarse mansamente a aceptar la lógica interna de los medios masivos, que los canales de acceso manejan con todos los sentidos puestos en aumentar la audiencia, no importa de qué manera, porque a más espectadores más publicidad e influencia. No hay diferencia, para ellos, entre un candidato a presidente y una mayonesa que avanza con otro ritmo, y que se da más tiempo para alcanzar el primer escalón.

En el “mercado electoral”, sólo cuenta ganar, y todo vale para lograrlo,  porque de los varios aspirantes registrados para competir sólo uno gana y se lleva todo. Los que piensan así no trepidan en hacer el ridículo en el show de moda, o mentir desvergonzadamente en los noticieros y espacios periodísticos, especialmente en los dependientes o militantes, porque los medios son decisivos para darse a conocer, y porque además, codeándose con celebridades ante la vista de centenares de miles de personas los políticos se ilusionan con contagiarse el carisma que a ellos les cuesta tanto conseguir y mantener.  Pero son trucos momentáneos, que se olvidan tan rápido como se hicieron, y que pueden retornar como un bumerán que golpea en el pecho, hace trastabillar al emisor, y ensucia la imagen tanto del que gana como del que pierde.

Alberto Borrini

Por Alberto Borrini

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