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Por Alberto Borrini |

Pablo Gowland: Adiós a un amigo inolvidable

El columnista de Adlatina le brinda un sentido homenaje a Pablo Gowland, a quien describe como un “maestro de la publicidad de la edad de oro y un amigo entrañable”. Destaca su alegría, humor, generosidad, firmeza de carácter, compromiso político y su capacidad de seducción. En la nota, un aviso creado por la agencia Gowland para despedir a su fundador y mentor.

Pablo Gowland: Adiós a un amigo inolvidable
“Cuesta aceptar que ya no está, pero al mismo tiempo, advertir que nada podrá evitar que siga viviendo eternamente, para quienes lo conocimos y admiramos tanto”, dice Borrini. Ilustra la nota la pieza creada por la agencia de Pablito Gowland.

Se fue un maestro de la publicidad de la edad de oro, y un amigo entrañable, de esos que no se reemplazan fácilmente. ¿Por cuál comienzo?  Porque los dos aspectos están estrechamente unidos en mi memoria. Podría decir que fue un entrañable amigo de la publicidad, y a la vez un maestro en el cultivo de la amistad. Cuesta aceptar que ya no está, pero al mismo tiempo, advertir que nada podrá evitar que siga viviendo eternamente, para quienes lo conocimos y admiramos tanto.

Como profesional, Pablo no fue un creativo, al menos en la acepción moderna del término, pese a que, de alguna manera, la adultez de la creatividad nació en su agencia, cuando su amigo y asociado David Ratto fue a Estados Unidos y trajo, de su visita a Doyle Dane Bernbach, Nueva York, la idea de estrenar el cargo de director creativo en la Argentina. Tampoco se jactaba de ello, ni siquiera de ser uno de los mejores publicitarios; Pablo fue, y quiero recalcarlo, el mejor de los relacionistas que tuvo la publicidad argentina. Su capacidad de seducción era su atributo más destacable. Ver cómo se manejaba Pablo era todo un espectáculo.

Había aprendido lo elemental, que sigue siendo lo permanente, en Pueyrredón Propaganda, regida por su amigo Ricardo, y su primer acierto creativo fue juntarse con las personas que lo acompañaron en la fundación de Gowland Publicidad. Un acierto que constituyó el paradigma de su carrera, porque de su agencia fueron surgiendo los mejores publicitarios de la época. Nombres que supo aglutinar e inspirar para que dieran lo mejor de sí y fundaran otras agencias de las que salieron a su vez varios de las que hoy ubicaron al país entre las mayores potencias creativas internacionales.

La vejez, es uno de sus dramas, separa sobre todo físicamente a los amigos. El cuerpo es el primero que siente los años. Lo lamento. Pablo, junto con Ratto y Luis Melnik, tuvieron mucho que ver con la fundación de la revista Mercado; nos aconsejaron y apoyaron, y David y Pablo me animaron a inaugurar la primera columna especializada en publicidad, marketing y medios. Los dos vaticinaron que iba a crearme serios problemas si quería conservar mi independencia, pero que valía la pena intentarlo.

Gowland parecía ser una persona abierta, espontánea, sin secretos. Pero nunca sus amigos pudimos imaginar que tras sus rasgos más visibles, la alegría, el humor, la generosidad, se escondía una prenda que terminó por revelarnos su personalidad: la firmeza de carácter. Sucedió cuando padeció un doble secuestro (de él y su adorada esposa Shatzie), y afrontó la prueba con singular valentía y casi secretamente.

Despido así a todos los Gowland que conocí: al publicitario, al amigo, al que se animaba a ir contra la corriente, al que ponía el cuerpo al compromiso político y que, en tal carácter, ayudó en las campañas de varios candidatos de su partido, el radical. Al que daba sabios consejos, sobre todo prácticos, de esos que ayudan a vivir mejor y ser mejores personas, amigos y ciudadanos.

 

Adiós y gracias, Pablo.