Marketing > Estados Unidos | HUMOR Y DISTOPÍA
Por Redacción Adlatina |

¿Puede una persona ser un espacio publicitario?

KFC anunció que pagará 11.000 dólares a una de las familias que nombre a su hijo Harland. Las corporaciones son personas y, aparentemente, las personas son corporaciones.

¿Puede una persona ser un espacio publicitario?
En la tercera temporada de la serie “Community” aparece Subway, un vocero “corpo-humanoide” que literalmente es la marca que representa.

La semana pasada, KFC anunció que pagaría un premio de 11.000 dólares a uno de los niños que nazcan el próximo 9 de septiembre con el nombre Harland. El motivo es que el recién nacido compartirá nombre y fecha de nacimiento con el fundador de KFC, y la empresa busca “honrar al Coronel e incentivar a la próxima generación de gente que aspirará a vivir el sueño americano”.
Aún viéndola en clave humorística, no deja de ser extraño (si no un poco siniestro) decidir el nombre de un niño para poder participar en un concurso y ofrecerlo como espacio publicitario para una marca de comida rápida. Los 11.000 dólares de premio se destinarán a la educación universitaria del chico. Una suma nada despreciable, pero con un destino un poco pretencioso: según un estudio de HSBC de 2017, el costo promedio anual de una educación universitaria en Estados Unidos (incluyendo cuotas, transportes, libros y otros gastos) es de 58.464 dólares. Sumando 18 años de inflación, cabe preguntarse si vale la pena.
Nadie duda de que KFC, una marca reconocida por sus tácticas publicitarias disruptivas, planeó generar polémica con esta campaña. Joe Pinsker, redactor en The Atlantic, la llamó “el stunt publicitario más distópico hasta el momento”. El periodista agregó: “La propuesta de la compañía minimiza las verdaderas dificultades que la universidad trae a las familias, les ofrece ayuda a cambio de un 'favor'”.
El niño KFC resultará sin duda inquietante en un país en el que, legalmente, “las corporaciones son personas”. La historia recuerda a un episodio de Community, la serie creada por Dan Harmon que se volvió de culto por su humor ácido y por ser vertiginosamente meta, y que explora con frecuencia la banalidad y el absurdo de los escenarios distópicos.
En un capítulo de la tercera temporada, la universidad donde estudian los protagonistas recibe a un local de Subway y a un nuevo alumno, que se también llama Subway y encarna la marca. “Usando un proceso innovador pero sorprendentemente legal llamado corpo-humanización, personas reales como yo ahora podemos representar la identidad colectiva de propietarios corporativos de negocios”, explica. Así la empresa puede rodear los requisitos legales para abrir un local en la universidad. Subway se enamora de Brita, una de las protagonistas, y su conducta indecorosa hace que pierda su puesto y lo reemplace otro actor. Un par de años más tarde regresa, pero con un nuevo trabajo: ahora se llama Honda.
Este arco, por supuesto, es un product placement en sí mismo. Dan Harmon contó que llegaron a un acuerdo con Subway sólo con la condición de que les dieran total libertad creativa para poder integrar la marca a la historia.
En definitiva, no hace falta tomarse esto demasiado en serio, pero no viene mal ir pensando. Si (o cuando) las marcas nos ofrezcan convertir nuestra identidad en una valla publicitaria, sería bueno que las personas lo decidan por sí mismas, y sería mejor aún que al menos la plata valga la pena.