“Cinema Paradiso” es una historia de amor por el cine. En la película estrenada en 1989, Giuseppe Tornatore narra la vida de un niño de un pequeño pueblecito italiano donde el único pasatiempo era disfrutar de las películas del cine. Encantado por las imágenes, Totó desea con todas sus fuerzas que el cine sea en realidad magia. Un día, Alfredo -su amigo, el operador de cine- accede a enseñar al pequeño los misterios que se ocultan en una cinta de película.
La historia de Luis Gerard tiene tantos puntos en común con la película que su apodo podría ser Totó. Se crió viendo películas, hacía sus tareas escolares dentro de un cine y aprendió a proyectar en una pequeña sala que era propiedad de su padre. Una de las películas que pasó en una ocasión fue “Cinema Paradiso”.
Hoy, el “Totó” puertorriqueño no es más un chico y vive lejos de aquel cine pequeño, pero le quedaron grabadas aquellas imágenes. Se convirtió en director de cine primero y de publicidad después, rodó dos largos y más de 80 spots -para Honda y Mercedes Benz, entre otras compañías líderes- y trabajó con su padre en la producción de “Dreaming of Julia”, protagonizada por Gael García Bernal.
Luis Gerard (29) llega tarde a la entrevista. Dice estar disfrutando de Buenos Aires. Y se nota. Tiene anteojos negrísimos, cara de noche larga y habla lento. Pide un café y se sienta en una oficina de la productora de cine publicitario Flehner Films, donde se incorporó recientemente para hacer trabajos en casi toda América.
Luego de un sorbo largo de café, Gerard habla con adlatina.com sobre su relación con el cine y los spots, su condición de autodidacta, los premios y la actualidad de la publicidad en la región.
-Su padre es arquitecto pero tuvo un cine. ¿Estaba predestinado a algunas de las dos disciplinas?
-Luis Gerard: No. En casa siempre me dieron la libertad para elegir. De hecho, estudié literatura y otras ciencias humanistas. Paralelamente, comencé a trabajar en mi primer cortometraje, que se hizo a pulmón. Ese trabajo fue presentado a una serie de festivales, ganó premios y ahí surgió la propuesta de hacer cine publicitario.
-¿Qué ganó y qué perdió en el paso al lenguaje publicitario?
-LG: Evidentemente, gané en técnica, en pureza de la realización. En publicidad, la calidad de la imagen y del sonido deben ser excelentes. Y perdí en la historia: ahora no tengo posibilidades de desarrollar un personaje, como lo hacía en mis películas. Todo es demasiado corto. Además, en publicidad, ves a un grupo de personas sufriendo y peleándose por un spot que a las seis semanas del estreno muere y nadie se acuerda de tu trabajo. En cine, en cambio, la vida de tu trabajo es un poco más larga.
-Los premios suelen ser importantes para los creativos. ¿Qué lugar ocupan en sus metas?
-LG: Es bonito ganar premios y que tus trabajos sean reconocidos, pero no se va la vida en eso. No trabajo para ganar premios. Quizá para los creativos sea crucial porque significa más y mejores clientes. A mí no me quita el sueño. En suma: los premios afectan más las carreras de los creativos que la de los directores. De hecho, hay muchos creativos que piensan los avisos en función de los premios.
-¿Cómo analiza el momento que está viviendo la publicidad en la región?
-LG: A nivel global, se están haciendo cosas muy interesantes. Las producciones que más me gustan son las argentinas porque logran una mezcla de creatividad y buena producción. Los brasileños, por ejemplo, tienen una excelente creatividad pero no tan buena producción. Y México, al revés: tiene un gran nivel técnico pero algunas fallas en la creatividad.
-¿Cuál es su sello particular? ¿Cuáles son aquellos detalles que diferencian a sus películas de las de otros directores?
-LG: No lo sé, ni quiero saberlo. Tengo pánico a analizar lo que hago y perder la espontaneidad. Aún así, creo que hay un punto en común en mis comérciales. Existe un lenguaje cinematográfico y un interés de contar una historia en lo que dura un aviso.
-Su formación en el cine es autodidacta. ¿Para qué sirven las escuelas de cine?
-LG: Es una pregunta difícil de contestar. Creo que las escuelas de cine ayudan porque te llevan de la mano por el proceso de creación de una película. De todas formas, yo aprendí haciendo. Primero hice un corto mudo, luego otro que era sólo diálogo y así seguí creciendo y aprendiendo.
-¿Analizó la posibilidad de volver al cine tradicional?
-LG: Sí, claro. Cuando comencé, no me atraía la publicidad y ahora es algo que me gusta. De todas formas, quiero volver al primer año, al cine. Aún soy joven. Habrá tiempo para todo.
Luis Gerard termina el café y se despereza una vez más. “¿Se entendió todo?”, pregunta, escondido detrás de sus anteojos negros, como desconfiando de que el sueño le haya jugado una mala pasada y las palabras hayan salidos amontonadas sin ningún sentido.