Sólo se puede llegar a ayudar al anunciante a comunicar mejor si realmente ponemos toda nuestra voluntad de trabajo en entender sus intereses.
Parece una verdad de perogrullo y como principio de una columna es casi para espantar lectores. Pero es así.
El cliente pasa cientos de horas al año pensando y repensando su negocio. Lidiando con los cambios tecnológicos, con las transformaciones culturales, con los nuevos actores de su mercado, con la coyuntura macroecónomica, con la cultura de su organización, con el presupuesto acotado, con las trabas burocráticas y con la obligación de balancear su vida personal con la laboral. Y en el medio nosotros, como agencias, tenemos que ser proveedor de una parte que necesita mucho talento: copensar el negocio con ellos y cocrear juntos.
Por eso es cada vez más importante que las agencias entiendan que no sólo es importante pensar estratégicamente, tener una creatividad fresca y cumplir con el delivery del servicio excelentemente: también hay que gestionar el vínculo. Entender que cada cliente tiene su propia agenda y que además tenemos que acompañarla. Acompañar en su forma de liderar su gestión, apoyarlo en sus iniciativas y no sólo hacerlo sentir, sino “ser” equipo con él. En el negocio de la comunicación, justamente la buena comunicación entre personas y la empatía son parte vital del proceso de éxito y de las relaciones duraderas.
Las campañas exitosas, con buenos insights, bien implementadas y con resultados a lo largo del tiempo, siempre se gestan en equipos de alto potencial entre agencias y anunciantes que se sientan intercalados a la mesas, se llaman para los cumpleaños y se coachean mutuamente en distintos momentos del proceso. Con la llegada de las consultoras, en realidad, lo que vuelven son las agencias que entienden que para ser socios del cliente primero hay que generar affectio societatis.