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Redacción Adlatina |

La Fura se burla de la muerte en el montaje de Le Grand Macabre

La compañía catalana estrenó en Bruselas su nueva propuesta escénica, surcada por una muñeca de 17 metros de altura. Con esta obra presentan una nueva mirada del absurdo y una excelente adaptación de una famosa opera, considerada la “anti-opera”.

La Fura se burla de la muerte en el montaje de Le Grand Macabre
“Mofarse de la muerte es como mofarse de uno mismo”, dijo Ollé.

Una mujer mira imágenes de guerras y catástrofes en la televisión y ojea un periódico en cuya portada se puede leer en letras enormes: “¡Crisis!”, mientras come comida basura. De repente, una mueca de dolor se dibuja en su rostro, se lleva una mano al pecho y cae de rodillas. Así empieza Le Grand Macabre, el nuevo espectáculo de la compañía de teatro catalana La Fura dels Baus, basado en la ópera del mismo nombre del compositor Gyürgy Ligeti, estrenado recientemente en Bruselas.
“Después de tan abrupto comienzo, proyectado sobre una pantalla desplegada sobre el escenario, una figura descomunal de la misma mujer aparece ante los espectadores en una postura que parece reclamar ayuda. De las entrañas de la efigie emergen una serie de personajes extravagantes que comparten el temor a la muerte anunciada que se les avecina, aunque cada uno de ellos se toma sus últimas horas de un modo diferente”, dice un comunicado de la agencia de noticias EFE.
La obra trata el tema de la muerte y el miedo a la muerte que tienen los hombres. “La idea inicial fue recrear una sensación de miedo visceral a la muerte, y analizar los procesos físicos que se producen en el cuerpo y por ello la sensación de angustia se transmite desde la descomunal escultura hasta los personajes, que representan partes de su cuerpo”, dijo el director de la obra, Alex Ollé.
Ante su final inminente, algunos de los personajes optan por entregarse a los placeres carnales, como la pareja de Amanda y Amando -a los que Ligeti quiso llamar inicialmente Cliteria y Spermando- o la ninfómana sadomasoquista Mescalina, mientras que otros se dan a la bebida (el vagabundo Piet the Pot), o caen en la histeria (Gepopo, la jefa de la policía secreta).
Este desfile “grotesco y terrorífico”, como lo definió el compositor de la obra, evoca la estética del teatro de marionetas, hace guiños a mitos apocalípticos de la actualidad, como la guerra biológica o nuclear, y se inspira en la más tétrica imaginería religiosa medieval, y en particular en los lienzos de Pieter Brueghel el Viejo.
La efigie de la mujer, de 17 metros de alto y 7 de ancho, constituye el principal y casi único elemento de escenografía, y recuerda a la gigantesca figura hueca, de espaldas y en cuclillas pintada por el citado artista flamenco en
El jardín de las delicias.
Pese al tono oscuro y fatalista que predomina en la obra, los personajes viven una sucesión de situaciones llenas de humor absurdo y por lo general macabro que provocan risas entre los espectadores. El sexo, el amor y el poder son ridiculizados, y la propia muerte es retratada como un personaje caricaturesco, capaz de cometer errores más dignos de los humanos.
“Es necesario relativizar las cosas que más nos preocupan para vislumbrar un poco de esperanza en épocas de crisis como la actual”, dijo Ollé en una rueda de prensa antes del estreno. “Mofarse de la muerte es como mofarse de uno mismo”, agregó el director y cofundador de la Fura.
En cuanto a la partitura de Ligeti, el compositor rumano de origen judío la concibió como una “anti-ópera” con referencias irónicas tanto a la tradición clásica operística como a su crítica actual, y fue adaptada por el director de orquesta británico Leo Hussain. Esta partitura se hizo famosa después de que el director de cine Stanley Kubrick la usara como parte de la banda sonora de 2001: Una odisea en el espacio.
Además de servir de acompañamiento a los diálogos cantados por los autores, la música desempeña un importante papel de ambientación, a modo de banda sonora de película de intriga o de terror. “Esto le ha gustado mucho a la gente, incluso a los que no están familiarizados con las composiciones contemporáneas”, comentó Ollé.

Orígenes de esta balada macabra
En 1934, el bruselense Michel de Ghelderode escribió La balade du Grand Macabre, un drama surrealista con acentos apocalípticos que se desarrollaba en Breugellande, un reino imaginario habitado por monstruos y campesinos pintorescos. Luego, György Ligeti y Michael Meschke adaptaron esa pieza de teatro para la ópera y utilizaron el lenguaje absurdo, obsceno y poético de Ghelderode para crear una obra lírica mórbida e hilarante a la vez, inspirada en el mundo imaginario de Hieronymus Bosch y Pieter Brueghel.
De ese lenguaje bruegheliano, Ollé tomó la idea de que de los ojos de la muñeca salgan actores, los habitantes de Breugellande, y de su ano vísceras. El cuerpo de la muñeca “gira 360 grados en escena y depende de su posición, de si está de lado o de cara se ve una cosa u otra”, dijo el director de La Fura. Toda la estética de la obra tiene que ver con una nueva mirada del absurdo donde se toman elementos de la opera fusionados con la tecnología más moderna y la majestuosidad que caracteriza las puestas en escena de la Fura.
En una de las escenas, cuando la giganta muestra su parte trasera, se ve cómo de ella salen los intestinos, que caen a las tablas y se convierten en el trono del Príncipe Gogo. “Hemos ido a favor de la propia obra, del humor y de los universos surrealistas de los pintores flamencos”, agregó Ollé.
Luego de estar en cartel durante tres semanas en Bruselas, Le Grand Macabre viajará a Roma, Londres y Barcelona, y luego, desde 2011, llegará al resto del mundo.