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Redacción Adlatina |

El MOMA muestra la faceta menos conocida de Lucien Freud

El pintor Lucien Freud, nieto del creador del psicoanálisis, exhibe su obra por primera vez en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, en una exposición que protagonizan sus casi desconocidos grabados.

El MOMA muestra la faceta menos conocida de Lucien Freud
El enorme australiano Leigh Bowery fue modelo crónico de Freud durante cinco años.

Carne, de eso está hecha básicamente la retrospectiva del pintor Lucian Freud montada por el Museo de Arte Moderno de Nuva York (MOMA). Cuerpos humanos desparramados, entregados sin vergüenza al ojo y el pincel de un artista que lejos de temerle a las várices o los kilos de más, ama los excesos y las imperfecciones y es capaz de convertirlos en perturbadoras obras de arte.
En los trabajos de Freud hasta las flores están hechas de abismos y tensiones, de melancolía y desamparo, de ternura y comprensión. Sus frutas tienen sabor a crudeza y decadencia y al mismo tiempo se huele en ellas una humanidad desbordante y conmovedora. Él mismo lo dijo en alguna de las pocas entrevistas que dio en sus seis décadas de carrera: "Todo es autobiográfico y todo es un retrato, incluso si se trata de una silla".
Mientras que este británico de corazón, aunque alemán de nacimiento, siempre ha sido identificado por sus retratos, esta nueva exposición –que estará abierta al público hasta el 10 de marzo de 2008- revela uno de los aspectos menos conocidos de su producción artística: sus grabados. Freud hizo uso de esta práctica a comienzos de su carrera -1946- pero pronto la abandonó para explorar otras técnicas. Eso sí, el retratista volvió a incorporar esta disciplina de nuevo en su proceso creativo durante la década de los ochenta.
El nuevo espacio dedicado en exclusiva al nieto de Sigmund Freud –por primera vez y luego de 14 años alejado de exposiciones en la gran manzana- que se presenta bajo el nombre de Lucien Freud: los aguafuertes del pintor, mezcla los grabados con otras obras del autor para ofrecer por primera vez una visión conjunta de su obra.
El grabado es para este artista un formato íntimo y autobiográfico, comparable al dibujo, pero, como él mismo ha dicho en más de una ocasión, “con un elemento de peligro y misterio que hace que nunca se sepa cómo va a quedar, ya que lo que es negro se transforma en blanco, y lo que está a la izquierda se desplaza a la derecha”.
Por su parte,
Glenn Lowry, director del MoMA, asegura que esta muestra recoge una faceta de Freud que pocos conocen pero que dice mucho de la visión del mundo que posee el autor. Y, la curadora de la exposición, Starr Figura, dijo que lo más sorprendente de la exposición es constatar cómo Freud considera el grabado: no como una parte separada de su trabajo, sino como una pieza clave más de su obra, no secundaria”.
Los mismos temas que se dejan ver repetidamente en sus obras son los protagonistas de unos aguafuertes en los que dominan los retratos a sus amigos íntimos y a miembros de su familia, como su madre Lucie, su hija Bella o sus perros, en los que se aprecia el mismo impacto emocional que impregna sus cuadros.
Los desnudos, masculinos y femeninos, ocupan un lugar destacado en la exhibición y dejan constancia así del interés que este tipo de retratos tiene para Freud, ya que en ellos sacia su fascinación por la naturaleza y el cuerpo humano, “al que se acerca como un auténtico biólogo, algo curioso sabiendo quién fue su abuelo”, reconoció el director del museo.

Enfrentados a los lienzos -la vertiente más conocida del pintor- se exponen los grabados al aguafuerte y algunos dibujos, con los que la muestra rinde cuenta de la habilidad del dibujante para transgredir las fronteras entre los diferentes formatos con las mismas imágenes, a las que regresa en más de una ocasión pese al paso del tiempo.
“Freud no sigue ninguna convención en particular a la hora de ejecutar los grabados. Algunos se realizan después de la pintura, otros antes y otros ni siquiera encuentran relación en sus famosos lienzos”, agregó Starr.

Pintor autobiográfico

Nacido en Berlín el 8 de diciembre de 1922, el padre de Lucien era el hijo menor de Sigmund Freud, el creador del psicoánalisis. La familia se mudó a Inglaterra en 1933, unos meses después de la llegada de los nazis al poder. En 1939 obtuvo la nacionalidad británica. Desde entonces vive en Londres.

A través de una colección de 68 aguafuertes y 21 lienzos, Freud vuelve a conquistar la Gran Manzana. El siempre se consideró a sí mismo un pintor autobiográfico, y por eso la mayor parte de sus modelos han sido personas cercanas a su entorno como familiares, amigos e, incluso, sus perros. Sus retratos, tanto en los grabados como sobre el lienzo, son íntimos y francos mostrando al sujeto con sus imperfecciones, llegando en ocasiones a rozar lo grotesco. Esta faceta puede observarse con más detalle en sus desnudos de hombres y mujeres, en los que los cuerpos retorcidos y reclinados sin virtud alguna pueden llegar a crear cierta incomodidad ante el espectador. Entre los adjetivos empleados por los críticos para describir buena parte de su obra nunca faltan calificativos como “macabra” o “asustadiza”.

De hecho, Freud fue duramente criticado por el medio británico The Sun por haber retratado a la Reina de Inglaterra de una forma poco agraciada, manteniéndose completamente fiel a su estilo. El artista tuvo la oportunidad de pintar a la Reina Elizabeth II entre mayo de 2000 y diciembre de 2001. Freud, del que las malas lenguas aseguran que cuenta con más de cuarenta hijos ilegítimos, ha sabido reflejar a través de su magnífica dramatización de la piel humana la vida de sus retratados y en más de una ocasión el mismo artista ha insistido que a través de su obra pretende reflejar “lo que sus modelos han sido, no lo que son”.
En las obras de Freud no hay vanidad, pero sí una extraña belleza. Para algunos muchas de sus descarnadas figuras son una muestra de crueldad. Él se defiende a su manera: "Yo pinto a la gente no como es, sino como la veo". También se expone a sí mismo sin miramientos. Como Rembrandt, Freud se ha autorretratado con obsesión a lo largo de su vida. Por ejemplo, en 1993, cuando entraba en sus 70 pintó su propia desnudez encorvada, parada sobre unos zapatones sucios, hecha de decadencia, dignidad y un poco de locura. Es uno de los cuadros más hermosos de la retrospectiva.