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Redacción Adlatina |
Por Fernando Navia Meyer
En Bolivia no se ha efectuado ningún estudio que explique cuál es el rol del diseño gráfico, cuáles son sus competencias profesionales y qué relación tiene o no con otras disciplinas. Tampoco se dice cómo está conformado el mercado de trabajo para el diseño gráfico, si contribuye o no al desarrollo del país, en caso afirmativo, cómo y desde dónde lo hace. Preguntas más esenciales que atañen al propio diseño, su teoría y práctica: para qué sirve el diseño gráfico, a quién le sirve, qué intereses encubre o lo encubren.
A los estudiantes de diseño se les dice lo que expertos divulgan. El diseño está en todas partes, nada hay fuera del diseño. El mundo artificial es construido por el diseño gráfico, industrial y arquitectónico. Se les dice más, el geno-diseño y el
Una peligrosa promesa de doble filo. Es verdad, el diseño es todo lo que dice ser de sí mismo, pero el problema es que no hace como dice. Entonces el mundo se divide entre los que dicen qué es el diseño, con la autoridad de su competencia institucional y los que hacen el diseño en la calle, en la empresa, en la institución. Entre el oficio y la aspiración científica del diseño se ha creado el quiebre de la crisis donde los más culpables son los que dicen qué es el diseño y no actúan en consecuencia.
En otro ángulo, socialmente el diseñador gráfico no es conocido ni reconocido, y se desconoce su situación proyectual. La desinformación y confusión respecto a su perfil profesional y sus capacidades son confundidas con las del artista, o se lo considera un dibujante, o se lo define como el profesional que tiene capacidades “creativas y estéticas”, es el “responsable de hacer visiblemente bonita la cosa”. “Es el creador de la belleza del objeto”.
Estas carencias y permeabilidad de la profesión han causado una invasión multidisciplinaria del campo de diseño en el mercado de trabajo, que ha sido ocupado por comunicadores, artistas plásticos, arquitectos, publicistas y otras carreras semejantes, que por un pretendido criterio de afinidad, han soslayado las bases epistemológicas, teóricas y metodológicas de la profesión y subdesarrollado el mercado de trabajo del diseño, reduciendo su dimensión y potencialidades de contribución profesional a la sociedad a meros “actores de la forma y el performance visual y gráfico”. Y ni que decir de la responsabilidad social del diseñador; esto es otro capítulo.
Inclusive, algunas otras profesiones no tan afines, como la ingeniería informática, la ingeniería comercial, o técnicos que han accedido al dominio de diversos programas gráficos, están ejerciendo libremente la profesión con los riesgos que eso apareja. Es una profesión ocupada en el mercado de trabajo.
La aparición de la computadora gráfica en la década de los ochenta ha actuado como un percutor y facilitador de las tareas gráficas, lo que a su vez ha causado la multiplicación progresiva de personas ajenas profesionalmente al diseño gráfico en el mercado del diseño, y la catarsis de la profesión.
La situación es de tal magnitud que la experiencia acumulada por estas personalidades, sumado al libre ejercicio, los ha conducido a denominarse a sí mismos “diseñadores gráficos”, con lo que la violación está consumada y la reputación de la profesión reducida a los valores que de estas disciplinas y personalidades se difunde.
Ante este escenario laboral, los diversos centros de enseñanza, desde técnicos hasta universitarios, han “fabricado” cursos de tal diversidad y con tales promesas relacionados al campo del diseño gráfico, que están reproduciendo el mismo esquema del mercado laboral desde esta supuesta profesionalización. Más caótica y precaria no podría estar la profesión.
Por eso declaro al diseño gráfico en emergencia y reclamo que hablen, declaren, debatan, rechacen, cuestionen, divulguen,... hagan algo. La pasividad y el silencio en el diseño es mucha.