Publicidad > Argentina | EL ESPACIO DE ALBERTO BORRINI
Alberto Borrini |

El celular hace teatro

Dirigida por Lluis Pasqual y escrita por Sergi Belbel, Mobil es una pieza teatral que puede verse actualmente en Barcelona, cuyo protagonista es, precisamente, el teléfono móvil. En esta oportunidad, el columnista de adlatina.com reflexiona acerca de la multifuncionalidad de estos aparatitos que hace mucho dejaron de ser simplemente teléfonos, y de sus implicancias como soportes publicitarios.

El celular hace teatro
“El celular es el único medio cuyo funcionamiento no depende solamente de su dueño, sino también del que llame”, hace notar Borrini.

¿Puede el lector imaginar una película de Hollywood sin una fuerte presencia del automóvil, con excepción de los westerns y filmes de época? Yo no puedo. Durante décadas, fueron actores mecánicos importantes, y en muchos casos, co-protagonistas de producciones que hubieran quedado inmovilizadas sin el auxilio del automóvil.

Hoy los autos comparten ese rol estelar con otros artefactos: los celulares. Sáquele usted el aparatito a los actores y actrices de la pantalla, y se quedarán mudos, sin saber cómo comunicarse entre ellos. Más aún: el celular ya cuenta con largometrajes en los que sostienen la trama. Recuerdo por lo menos uno de ellos, llamado previsiblemente Celular, pero hay varios más.

Hasta aquí lo conocido. La novedad es que el celular acaba de subir ¿por primera vez? a un escenario teatral catalán. La pieza de llama Mobil, y está previsto que de Barcelona pase en cuestión de semanas o meses a salas de Madrid y de otras capitales españolas y, quizá, del mundo.

No se trata de una producción cualquiera. El director es el famoso Lluis Pasqual, y el autor del libro Sergi Belbel. El celular no sólo es fotogénico, algo fácil de comprobar con la sola observación de los anuncios de las distintas marcas que asoman en los medios, sino que se mueve en escena con la misma naturalidad que en la calle.

El celular es un actor nato. Y no falta mucho para que tenga su propia categoría en la noche de los Oscar, como la música, la producción y los efectos especiales. Por ahora se contenta con trasmitir la ceremonia mediante enlaces con la televisión..

¿Hace falta más para comprobar que el teléfono móvil entró en nuestras vidas para quedarse? Primero fue nada más que un teléfono común y silvestre, pero de bolsillo y transportable; luego comenzó a sacar fotos, y más tarde a oficiar de reloj, de periódico de cinturón y a desfilar por los medios como el más popular de los objetos de diseño. Ahora le está dando una mano a la televisión para sacarla de casa y llevarla, como la radio a transistores, a donde su dueño quiera ir.

 

Convergencia y fragmentación

El celular no cesa de maravillarnos. Es un medio de compra y de pago; con la ayuda de las tarjetas de crédito, con él se pueden adquirir productos en los supermercados, reservar entradas en recitales. Los canales encontraron un excelente vehículo de promoción a través de adelantos de sus programas.

En publicidad, las hazañas del celular recién han comenzado. Los analistas le pronostican un venturoso futuro, que en muchos aspectos ya es presente. Si hasta su nombre resulta anticuado; según el titular de Nokia, el gigante finlandés que en 2006 prevé fabricar 320 millones de los 900 millones de celulares que se venderán en todo el mundo, el aparatito es una pieza importante de la actual convergencia entre varias funciones. “Hablar es apenas una de ellas”, recalcó.

En efecto, como una verdadera computadora de bolsillo, con el celular ya se puede jugar, grabar, ver videos, sacar y enviar fotos, conectarse con la web y usar el correo electrónico. Y claro, además se puede hablar.

Esta multifuncionalidad ha puesto al celular bajo la lupa de los anunciantes, embanderados en la consigna publicitaria del momento, la fragmentación de mensajes, medios y públicos. No hay otro medio personal tan completo. Uno de sus efectos menos estudiados es la miniaturización de esas imágenes, ya sean de carácter informativo, de entretenimiento, o publicitarias. El móvil está obligando no sólo a “pensar en chico”, sino también a “mirar en chico”.

Es que mirar anuncios en pantallas tan reducidas planteará nuevos desafíos a los creativos; no importan tanto los detalles sino otro tipo de factores que las investigaciones irán revelando. Se sabe mucho del comportamiento del público ante la publicidad en televisión, en diarios, en cine y en la vía pública, pero casi nada de sus reacciones ante los diminutos anuncios que le llegan por el teléfono celular allí donde se encuentre.

La otra cara de la moneda son las potenciales infracciones de usuarios irresponsables. Para empezar, junto con tantas ventajas, el celular es el único medio cuyo funcionamiento no depende solamente de su dueño, sino del que llame. En los Estados Unidos y en Europa ya se preparan para ponerle freno a llamadas publicitarias no solicitadas, a cualquier hora del día o de la noche. No hay todavía una legislación clara que proteja a los involucrados en este tipo de molestias, pese a que el celular es uno de los productos que, en varios países, dan más trabajo a las agencias oficiales de protección al consumidor.

Los comentarios acerca de Mobil, la obra teatral protagonizada por el celular, en serio o en broma se refieren al carácter justiciero de la iniciativa: “Luego de fastidiar desde la platea con llamados inoportunos, el celular sube a escena por primera vez. Ojalá que no reciba un castigo en su propia moneda”.