Publicidad > Argentina | EL ESPACIO DE JORGE DELL’ORO
Redacción Adlatina |

Opinión pública u opinión publicada

En esta entrega, el columnista de adlatina.com recuerda la sentencia de Baudrillard según la cual la televisión se ha transformado en el multimedium y actúa como intermedium. A partir de aquí, reflexiona acerca de la diferencia entre la verdad y lo verosímil.

Opinión pública u opinión publicada
“La noticia es más verdadera que la verdad pues es en tiempo real”, considera Dell’Oro.

Mucho se ha dicho sobre las estrategias discursivas de los medios. Su recorte de la realidad muchas veces generan en la opinión pública percepciones que no se ajustan a la verdad total, tienen parte pero no toda la verdad. La televisión en más de una oportunidad es la que más que ningún otro medio instala una creencia a la que todos o muchos terminamos adhiriendo sin posibilidad de chequear que efectivamente eso está sucediendo. Vamos a un ejemplo: salir con una cámara a registrar opiniones de un reducido grupo de ciudadanos sobre un determinado tema no es suficiente para luego informar que la mayoría de la opinión pública piensa de esa manera.

¿Pero qué pasa cuando esas 4 ó 5 personas salen al aire por tv y dan su respuesta? ¿Es el fiel reflejo de lo que opina la mayoría? No podemos saberlo, pero al estar en la pantalla chica pareciera como que esa es la realidad. A nadie escapa que el “ver para creer” en estos casos toma una importancia superlativa, legitimando algo que no está plenamente confirmado ni corroborado. Nunca un reducido grupo de opiniones pueden ser muestra de lo que opinan las mayorías (no me estoy refiriendo a las encuestas de opinión que cuentan con métodos y universos perfectamente proyectables).

La televisión, como dice Baudrillard, se ha transformado en el multimedium y actúa como intermedium. Ese rol la ha llevado a tomarse como sí misma en determinante de que su juicio moral y político es el verdadero, dando por sentado que la sociedad no tiene ni deseo ni  necesidad de sentido o de información y que todo lo que pide son signos e imágenes. Esto se ha dado en muchos casos a plantear escenarios irreales en que se toma posesión de las preguntas y también de las respuestas.

Hasta qué punto es válido afirmar que tal o cual cosa es de esa manera cuando las encuestas ya no preguntan realmente y la opinión pública no responde. No estamos poniendo en tela de juicio si los sondeos son falsos o engañosos, sino que carecen de rigor estadístico. La noticia es más verdadera que la verdad pues es en tiempo real. Si yo recibo una información y ésta no es desmentida será verosímil. Pero es muy difícil que sea desmentida en tiempo real, es decir siempre será creíble.

La noticia informa que cometí un acto de corrupción, el hecho instala que soy corrupto o por lo menos genera sospechas y vulnera mi imagen. Salgo a contestarles pero no estoy en tiempo real por lo que es imposible demostrar mi inocencia e incluso tengo a otro público y cuento con una desventaja adicional, nunca alguien que se defiende concita la misma atención e interés que quien denuncia. No se puede olvidar esa frase que dice: “Jamás será noticia un tren que llega a horario, pero si aquel que choca”.

Estas situaciones se agudizan y adquieren mayor gravedad cuando las sospechas atentan la credibilidad del sistema político.

En contextos mediáticos más competitivos (campañas electorales) cobra cada vez mayor relevancia la identificación de una noticia si se caracteriza por la polémica. Los medios se orientan menos a la cobertura de la información política sobre cuestiones relevantes (educación, seguridad, salud, trabajo, etc.) que permitirían emitir un voto más calificado, y más a aspectos menos destacados pero con más gancho que permita ampliar sus audiencias.

Por todo lo antes expresado no puedo más que recordar aquel graffiti que apareció en Buenos Aires a fines del 2001 cuando nuestro país atravesó la crisis de credibilidad más profunda del sistema democrático: “Nos mean de arriba y tal medio dice que llueve”.