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Alberto Borrini |

Adiós a Folon, un poeta del afiche

El asiduo creador de afiches e ilustraciones publicitarias falleció el pasado 20 de octubre en Mónaco. De origen belga, había nacido en 1934 y era un artista en toda regla, que disfrutaba de sus producciones para el mundo publicitario tanto como con las ilustraciones de libros de sus escritores preferidos, como Borges, Vian o Kafka. De él dijo Ray Bradbury: “lo suyo son inspiraciones más que ilumi

Adiós a Folon, un poeta del afiche
Un artista canadiense retocó un par de letras en este afiche del propio Folon, como gesto de despedida.

La noticia me llegó a través del diario italiano Corriere Della Sera, y me extrañó que no figurara en los varios medios locales que leo diariamente, porque Jean-Michel Folon fue un gran artista y asiduo creador de afiches e ilustraciones publicitarias. El Corriere tituló “Addio a Folon, poeta dell’acquarello”; en adlatina.com, el mejor encabezado sería “Adiós a Folon, un poeta del afiche”.

Ya desesperaba que alguien se acordara de Folon, cuando me llegó un mail de mi amigo Ronald Shakespear. Él sí se había enterado. Lo acompañaba la reproducción de un hermoso afiche del artista, en el que un diseñador canadiense, con el simple agregado de un par de letras, despidió al colega fallecido. Va con esta columna.

En mi estudio cuelga un afiche que celebra una muestra realizada por Folon, hace cinco o seis años, en La Pedrera de Barcelona, a la que tuve la suerte de asistir. Los tonos suaves de sus ilustraciones, sus dibujos y sus delicadas pero a la vez potentes esculturas convierten a la obra de Folon en un deleite visual y espiritual.

Folon, como Volkswagen, “pensaba en pequeño”; sus acuarelas comenzaban con diseños reducidos que por lo general, salvo sus murales, no crecían demasiado hasta adoptar su forma definitiva.

Folon era belga (nació en 1934 ) como Magritte, quien también honró a la publicidad con su talento. Pero al contrario de Magritte, cuyos anuncios respondían solamente a la necesidad de ganarse la vida, Folon parecía disfrutar con sus colaboraciones publicitarias casi tanto como con las ilustraciones de libros de sus escritores favoritos (Borges, Boris Vian, Kafka) y sus grandes trabajos murales, entre ellos el de 165 metros cuadrados, realizado para la estación Montgomery del subte de Bruselas, o la tapicería del Palacio de Congresos de Mónaco, ciudad donde falleció el pasado 20 de octubre aquejado de leucemia.

No fue la de Barcelona la primera ocasión en que tomé contacto con la obra publicitaria de Folon. Mucho antes, en 1980 o 1981, pude ver algunos afiches con su firma que participaron de una muestra colectiva realizada en el Museo del Afiche de París, cuando todavía funcionaba en la Rue de Paradis, en el edificio de una antigua fábrica de cerámicas artesanales.

En el catálogo de esa muestra, que conservo, Folon ya era calificado como “el más conocido internacionalmente de los grafistas belgas”.

 

Inspiraciones e iluminaciones

Pero antes aún, en la década del ’70, admiré a Folon como creador de los almanaques de Olivetti, cuando gobernaba la firma Adriano Olivetti, un apasionado de la belleza y un pionero de la ahora tan difundida responsabilidad social empresaria.

El recordado Agustín Jacobs, titular de Publiart, manejaba por entonces la cuenta de Olivetti en la Argentina, y solía enviarme estas creaciones de fin de año. Tengo presente una de esos almanaques: resaltaba una media docena de  pequeños “cajones” en relieve que formaban parte de la ilustración principal. Bastaba con abrirlos para acceder al calendario, impreso en su interior. Lo conservé aún cuando ya no tenían utilidad práctica, y debo haberlo perdido en alguna de las mudanzas de la revista Mercado.

Giorgio Soavi, su patrón en Olivetti, fue convocado por el Corriere para escribir la necrológica. Recordó los estudios de arquitectura de Folon, y sus primeros diseños, inspirados en el estilo de su maestro, el genial Saúl Steinberg. Soavi era por entonces un modesto empleado, dice, y no pudo hacer mucho por Folon,  pero en 1975, ya erigido en director de arte de la firma italiana (¿cuántas compañías, treinta años después, pueden jactarse de tener un especialista en cuestiones estéticas?) se dio el gusto. Nacieron así varios libros de la empresa y los celebrados almanaques.

Folon expuso en Buenos Aires varios años atrás, en compañía de uno de sus grandes amigos, el diseñador norteamericano Milton Glaser.

Recuerda Glaser que “solíamos sentarnos para conversar extensamente, a pesar de que él no hablaba inglés y yo no sé nada de francés. Luego celebramos la  incomprensión mutua con la publicación de un libro en conjunto. El libro, un contrapunto de cuadros, se llamó La conversación.

Folon produjo muchos posters para organizaciones sin fines de lucro; se recuerdan los que le fueron solicitados por Grenpeace y Amnesty Internacional, incluso el creado para celebrar el cumpleaños número 40 de las Naciones Unidas, en 1988. Continuó ilustrando libros hasta el final (las Fábulas de La Fontaine fue uno de ellos) y, durante una estadía en Italia, creó esculturas, de buen tamaño, sobre sus temas favoritos.

De él dijo, en alguna ocasión otro de sus autores favoritos, Ray Bradbury: “Muchos lo consideran un mero ilustrador. ¡Como si esto fuese poco!. Pero es mucho más. Folon es interior, sus ideas surgen de su cabeza. Son inspiraciones más que iluminaciones”.