Publicidad > Global | POR QUÉ UNA AFEITADORA PUEDE LLEVAR DIAMANTES
Redacción Adlatina |

Hombres, atléticos y... enjoyados

Primero afeitaban al ras; luego fueron capaces de generar un efecto “barba de dos días”; ahora tienen que volver a dejar a los hombres lampiños y, además, ser suntuosas. Gillette convocó a Jacob & Co. para que diseñara una M3Power con incrustaciones de diamantes y terminada en oro blanco, para regalársela a David Beckham en el Día del Padre. Todo un mundo de significados ha ido mutando alrededor d

Hombres, atléticos y... enjoyados
Quizás ningún deportista antes que Beckham haya logrado ser a la vez competitivo y cool, y ser aclamado por eso.

“Los muchachos de antes no usaban gomina”, deploraba la letra de un tango recordando tiempos pretéritos en que los hombres no necesitaban hacer lo que hoy llamamos “producirse”. Más o menos en la misma época, Marilyn Monroe se consagraba como un ícono del magnetismo sexual femenino cantando “diamonds are a girl’s best friends”, en una secuencia donde quedaba totalmente en claro que lo que les correspondía a los hombres era regalar diamantes, mientras que el rol femenino consistía en lucirlos. Aunque podía haber algunas discrepancias menores, los papeles estaban claramente atribuidos.

Cincuenta años después, el concepto de “metrosexual” ha sido aceptado incluso académicamente, y los atributos de belleza varonil han sido refinados en más de un sentido. Si el prototipo del atractivo masculino era el del hombre robusto, de aspecto recio, tal vez un poco sudado y con la barba algo crecida -no  hace tantos años, se fabricaban unas afeitadoras especiales que cortaban los pelos de modo tal que siempre parecía que el hombre tenía una barba de dos días-, hoy el paradigma del hombre atractivo y exitoso, al punto de haberse convertido en un fenómeno de comunicación en sí mismo, tiene la cara aniñada, es más bien lampiño y además, los diamantes los luce él.

 

Liz Taylor la usaría

El futbolista inglés David Beckham es la nueva cara de Gillette, empresa que le encomendó a Jacob Arabo, de la mítica joyería Jacob & Co., el diseño de una afeitadora con incrustaciones de diamantes de 4,5 carats. Se trata de una versión de la afeitadora M3Power -una de las más vendidas en la línea de Gillette-, que le fue  “regalada” a Beckham en coincidencia con el Día del Padre. El joyero de las estrellas -equiparable al Harry Winston a quien Marilyn imprecaba “ ¡cuéntamelo todo!”, junto a Tiffany’s y a Cartier- diseñó una única afeitadora de este modelo, con dos filas de diamantes blancos y una de diamantes verdes, más una terminación en oro blanco sólido. La propia Liz Taylor -famosa coleccionista de diamantes y, a su vez, la “cara” de la línea de perfumes White Diamonds- hubiera codiciado un producto de estas características, pero se trata de un enser típicamente masculino.

Claro que lo típicamente masculino es una noción que no está clara. Y menos, cuando se trata de un tema tan opinable como la belleza.

 

Siempre controversial

A este cuadro de situación no se llegó de un día para el otro. Si es por seguir hablando de tangos -una danza que, se dice, nació en los presidiarios, es decir que las primeras parejas que la bailaron fueron de hombres-, hasta la sexualidad de Carlos Gardel es periódicamente puesta en cuestión, debido al hecho de que nunca se casó ni se sabe que haya tenido hijos. Incluso volviendo a Hollywood, de íconos de la sensualidad masculina entendida a la “vieja usanza”, como Montgomery Clift o Rock Hudson, se sabía en sus tiempos que eran homosexuales declarados. Hemos mencionado a Elizabeth Taylor: ella es tal vez la más ferviente defensora que ha tenido Michael Jackson en sus tiempos oscuros. Recién sobreseído de los cargos que enfrentaba por supuesto abuso de menores, Jackson es ese tipo de figura que produce un efecto desconcertante si se procura leer en su look algún indicio de por dónde pasará el eje de la masculinidad en nuestros tiempos. Y es asimismo un arquetipo de hombre sumamente preocupado por su aspecto.

Podrá decirse que la sexualidad ha sido un tema controversial desde que el mundo es mundo, mientras que los parámetros de belleza han ido mutando sistemáticamente de generación en generación. Circunscribamos, entonces: Hombres. Deportistas. Joyas y pieles.

 

Precursores

En tiempos en que la estrella de Diego Maradona todavía refulgía en Italia, el que tal vez haya sido el futbolista más grande de todos los tiempos -con la sola duda de si el brasileño Pelé lo habrá igualado- sorprendió a propios y extraños presentándose en público con un tapado de pieles. Los rigores climáticos invernales que no se conocían en su Buenos Aires natal, junto con la prosperidad económica inusitada -otro dato a tener en cuenta- lo incitaron a dar ese paso que, en su país de origen y probablemente también en otros, causó desconcierto. Hasta entonces, lo más controversial que Maradona había hecho con su aspecto físico había sido dejarse crecer los rizos y usar aros en sus orejas. Adoptaría los dientes de leche que se le caían a sus hijas como adorno para esa misma parte de su cuerpo.

Pero los dones físicos que la naturaleza le había otorgado a Maradona parecieron haberse agotado en su extraordinaria destreza deportiva, además de que su asumida adicción a las drogas tampoco ayudó precisamente a hacerlo lucir bien. La estética no parecía contarse entre esos bienes genéticos. Más beneficiado en ese sentido parecía el jugador de basket Dennis Rodman, ex campeón de la NBA. Alto, negro y de complexión grande, además de poseedor de unos rasgos faciales definidos y armoniosos, llegó a casarse con la codiciada ¿actriz? Carmen Electra. Rodman parecía tener todas las cartas en la mano para jugar al típico macho proveedor, recio y de energías inagotables. Tal vez por eso mismo, se dedicó durante buena parte de la década de los ‘90 a teñirse el pelo de todos los colores -y formando todos los dibujos- posibles, así como a hacerse fotografiar enteramente maquillado, enjoyado, emplumado y con las uñas pintadas.

 

Pasado en limpio

Cuando David Beckham llegó a la edad de merecer, ya había habido suficiente de buena fortuna deportiva dilapidada. Una reyerta por una supuesta infidelidad a su esposa Victoria Adams no fue motivo suficiente ni para que se terminara el matrimonio ni para que Beckham dejara de consagrarse como una máquina de hacer dinero mucho más allá de sus indudables méritos deportivos. Como tipo físico, se ubica en las antípodas de Maradona y de Rodman por muchos motivos. Es rubio, proviene de un país central, es blanco, es anglosajón y posiblemente sea protestante. Tiene cara de nene. Tiene una billetera poderosa, rasgo este último que quizás sea el único que identifica a todos los hombres citados aquí.

Recapitulemos. Porque Marilyn también estuvo casada con un hombre que era un ídolo deportivo que no encontró quien lo opacara -Joe Di Maggio, tal vez el “Maradona” del baseball en cuanto a sus dotes deportivas-, pero que se hubiera cortado las orejas antes que aplicar sobre ellas una joya. Eran tiempos distintos, ya lo dijimos. Entre otras cosas, ese hombre que tal vez haya sido el único que amó realmente a Marilyn - con quien estaba a punto de volver a casarse cuando ella murió- era el mismo que le reclamaba que abandonara su exitosa carrera para dedicarse a ser un ama de casa a la italiana, el que estaba celoso de su éxito y de su independencia y el que le pegaba cuando tomaba de más. También era nativo de un país económicamente poderoso; también era blanco, anglosajón y posiblemente protestante. También fue la imagen de toda clase de campañas publicitarias incluso muchos años después de su retiro profesional.

El abismo de parámetros estéticos que media entre un Di Maggio y un Beckham probablemente consista en que con esa cara angelical es difícil imaginarse a este último en accesos de ira comparables a los del ítalo-norteamericano, ni siquiera dentro de una cancha de futbol. Como si la cualidad de “macho” que hace 50 años se dirimía en -por ejemplo- la capacidad para ganar una pelea callejera o en mantener “controlada” a una mujer, ahora se pusiera en juego en cosas tales como la aptitud para llevar una joya sin hacer el ridículo, o para hacer del cuerpo a la vez el instrumento de un trabajo que puede ser a la vez rudo -en lo deportivo- y glamoroso -en su faz publicitaria-. Un cuerpo que puede a la vez competir, atacar y ganar en una de las lides más típicamente “varoniles” sin dejar de ser por eso, en otro ámbito, un objeto de lucimiento. Un ejemplo de que se puede ser “hombre” de maneras diferentes según los espacios, a veces encontrados.

De hecho, es esto lo que premia Gillette cuando dice que “Beckham es el ícono de moda más importante de los últimos tiempos y un gran padre. Qué mejor manera de agasajarlo que regalarle la afeitada más al ras con la afeitadora Gillette más vibrante del mundo”. Quizás no esté nada mal.