Publicidad > Estados Unidos | ALGUNOS JUZGAN QUE LA REACCION DEL DIARIO FUE SOBREACTUADA Y EXCESIVA
Redacción Adlatina |
Hay polémica por la denuncia del NYT a un periodista de su staff
Con un tono inusualmente duro, en una nota que arrancó en la tapa y se extendió a lo largo de cuatro páginas de su tamaño sábana, The New York Times denunció las prácticas de un joven periodista de su redacción, Jayson Blair (27 años, raza negra, cronista de información nacional), al que acusó de haber inventado entrevistas, pergeñado escenas que no ocurrieron y levantado notas de otros medios, si
Blair: imaginación frondosa, eje de un escándalo.
Dos marinos heridos yacen uno junto al otro en el National Naval Medical Center de Bethsda, Estados Unidos. Uno de ellos -escribió Jayson Blair- “cuestionaba la legitimidad de su dolor emocional al ver a su camarada en la cama vecina, que había perdido parte de su pierna como consecuencia de una mina en Irak”.
La escena, tal como fue descripta por el periodista en un artículo que publicó The New York Times el 19 de abril pasado, fue tan fascinante como falsa. En realidad, fue falsa desde la primera palabra, esto es, la típica anotación periodística del lugar y día de emisión, que decía que el informe llegaba de Bethsda y que su autor había presenciado la escena.
Pero la imagen fue tan atractiva, las palabras tan atrapantes, que el Times resolvió destacar una de las frases del soldado como “la cita del día” del diario, un suelto que aparece siempre en la página 2. El que aparecía pronunciando esa frase era el sargento James Klingel, y decía: “Es bastante duro sentir pena por uno mismo cuando tanta gente está herida mucho más gravemente, o directamente muerta”.
Después se supo que Blair había entrevistado sólo telefónicamente a Klinger, un día o dos después de que éste había obtenido el alta del centro médico. El sargento, con un brazo y una pierna heridos tras pisar una mina, dijo luego que no recordaba bien si había dicho esa frase o no, y que estaba seguro de que Blair nunca lo había visitado en el hospital.
“En realidad, leí el artículo que hablaba sobre mí en The New York Times”, dijo Klinger por teléfono desde la casa de sus padres. “La mayor parte de lo que dice ahí nunca salió de mi boca”.
Nunca en un siglo y medio
Según la investigación que realizó el propio diario, Blair cometió, durante su labor en el NTY, frecuentes actos de fraude periodístico al cubrir hechos importantes de actualidad en los últimos meses. La invención de datos y el plagio de notas aparecidas en otros medios fue -según palabras del propio diario- “una profunda traición a la confianza, y un punto muy bajo en los 152 años de historia del Times”.
Blair, de 27 años, realizó despachos supuestamente enviados desde Maryland, Texas y otros estados, aunque realmente no se había movido de Nueva York. Con lenguaje tajante, el matutino describió así su labor: “Inventó declaraciones. Pergeñó escenas. Levantó material de otros diarios y de servicios de agencias. Seleccionó partes de fotografías para dar la impresión de que él había estado en alguna parte o había visto a alguna persona, sin que lo haya hecho en realidad. Y utilizó esas técnicas para escribir falsamente acerca de las emociones de la gente, en momentos muy impactantes de la historia reciente, desde el temido francotirador de los suburbios de Washington hasta la angustia de las familias que lloraban a sus muertos en Irak”.
En la investigación realizada por el diario ya se llevarían comprobados problemas en por lo menos 36 de los 73 artículos que están bajo sospecha, y que Blair escribió desde que ingresó a la sección “información nacional”, en octubre del 2002. “En los últimos meses la audacia de las fabulaciones creció día a día, un detalle que algunos interpretan como muestra de que el hombre, de personalidad perturbada, apuntó cada vez más hacia la autodestrucción profesional”, agregó, lapidario, el diario neoyorquino.
Blair había integrado el staff del matutino durante cuatro años, y fue realmente un cronista prolífico: el equipo interno de investigación armado por el diario ya ha empezado a estudiar otros 600 artículos que escribió antes de su designación de octubre. El diario, inclusive, invitó a sus lectores a enviar más evidencias a una dirección de Web habilitada al efecto.
“Cada diario, como lo hace cada banco o cada dependencia policial, confía en que sus empleados van a mantener altos los principios de fondo -dijo el NYT al reseñar la denuncia pública-, y la investigación ha descubierto que Blair violó repetidamente el dogma cardinal del periodismo, que es simplemente la verdad. Sus herramientas para el engaño fueron el teléfono celular y su laptop, que le permitieron eficazmente ocultar su real paradero, junto al acceso a las bases de datos que gozó las 24 horas del día, para leer artículos que terminaba plagiando”.
Según el diario, varios editores y redactores de su staff habían manifestado varias veces sus reparos a la supuesta capacidad de Blair para obtener primicias y notas emotivas. Se apoyaban para eso en los errores que notaban en sus artículos.
Y precisamente esos errores se fueron convirtiendo en tan rutinarios, su conducta en tan poco profesional, que en abril del año pasado el editor de información metropolitana le envió a los administradores del diario un e-mail de sólo dos frases que decía: “Tenemos que hacer que Jayson no escriba más para el Times. Ahora mismo”.
“Uno de los 375 reporteros”
La investigación es exhaustiva: para un solo artículo se entrevistaron más de 150 personas relacionadas de una u otra forma a las historias contadas por Blair, y gente que trabajó con él, además de controlar todo lo que quedó grabado de sus movimientos: textos escritos, emails enviados, llamadas telefónicas, etcétera.
Para los investigadores, la demora en descubrir al fabulador se debe a varias razones: una falta de comunicación entre los editores seniors, pocas quejas por el contenido de sus artículos, y su habilidad para cubrir las huellas. Pero sobre todo porque nadie veía en su estilo aparentemente descuidado un signo de que fuera capaz de realizar un engaño sistemático.
“El señor Blair fue apenas uno de los 375 reporteros del Times; su permanencia en el puesto fue breve. Pero el daño que ha hecho al diario y a sus empleados no se va a disipar enseguida, ni en las proximas ediciones, ni en el mes que viene, ni en el año próximo”, razonó el periódico. Para el chairman Arthur Sulzberger Jr., cuya familia ha tenido un control accionario del NYT durante 107 años, lo que ha hecho el falseador “es un ojo negro que le ha quedado al diario, un borrón en la línea de confianza que existe entre este medio y sus lectores”.
Opinan los de afuera
Algunos observadores deslizan teorías para explicar las circunstancias que pueden haber influido en la mente del fabulador. Según el psiquiatra Mickey Kaus, “Blair es de raza negra, y puede ser que teoría de la acción afirmativa lo haya llevado rápidamente a una posición de responsabilidad antes de estar listo para ella. Es importante notar que en sus notas siempre se citan problemas de tipo emocional o personal, y seguramente estaba pulsando esa misma nota cuando le dijo días atrás a la Associated Press ‘he estado luchando con temas personales recurrentes, que me han causado un gran dolor’”.
Algunos van más allá, y achacan al propio empleador parte de las culpas de Blair. “Lo han presionado demasiado fuerte”, señalan, “porque es evidente que tomaron a un joven promisorio y le exigieron al máximo antes de que pudiese estar listo para ese nivel de responsabilidad”.
Para la mayoría hay algo concreto:el New York Times reaccionó con inusual dureza. El artículo en el que denunció a su propio empleado tuvo título en la tapa y se extendió en el interior del diario en otras cuatro páginas, para llegar a la insólita cifra de 14 mil palabras. Además, en la misma edición, tres editores aparecieron explicando que se habían asignado cinco cronistas y un equipo de investigadores periodísticos para cubrir íntegramente el caso, revisando nota por nota el trabajo de Blair en el periódico.
Según el analista Bill Vann, “las acciones del periodista fueron inapropiadas, pero no inusuales. La presión para conseguir noticias sensacionalistas a cualquier precio, que caracteriza a muchos medios, crea un ambiente propicio para que algunos intenten cortar camino o sobrecargar con detalles inventados una determinada historia”.
Agrega Vann que “en realidad, Blair no inventó noticias que jamás ocurrieron, como sí se produjo en el reciente caso de algunos reporteros del Washington Post y el New Republic. No perjudicó intencionalmente a nadie, ni reveló intimidades de personas”. Pero lo que el analista califica como “extraordinaria” es la reacción del Times, “que le dedicó un espacio inmenso a la destrucción inclemente de la carrera de una persona que había sido uno de los empleados juniors del diaro, y también es muy extraño el tono de enojo y fuertemente personal que caracterizó a la denuncia que salió publicada en sus páginas”.