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Redacción Adlatina |
¿Alma mater dijo?
Muchas expresiones –no precisamente vulgares, lo que complica aún más el caso– suelen utilizarse a nivel masivo con un significado errático. Vale la pena detenerse en algunos casos emblemáticos de esta mezcla semántica que solemos hacer los argentinos.
Por Edgardo Ritacco (*)
¡Cuántas palabras utilizamos mal todos los días sin siquiera sospechar que les estamos cambiando el significado!
Lo peor del caso es que no se trata de vocablos de uso vulgar, sino expresiones que tienen cierto grado de complejidad que hacen presuponer cierto nivel cultural en quien las pronuncia.
No son los típicos cambios que se hacen en el lenguaje coloquial, adaptando una palabra a un nuevo significado. Son imperfecciones de otro nivel, como se verá enseguida.
Así, cuanto más pretenciosa es la palabra, más flagrante es el error y más descalificador su uso.
Veamos algunos ejemplos:
• Fernández es el mejor de todos, el verdadero alma mater del equipo.
Pero alma mater no tiene ninguna relación con “el más destacado” o “el más esforzado”. Alma mater es, simplemente, la Universidad o el instituto de altos estudios donde alguien ha seguido una carrera. “Su alma mater es Yale, y se nota”, puede decirse con propiedad.
Un pequeño detalle: este uso errático de esa expresión latina está más difundido en la Argentina que en otros países hispanohablantes. Hay absoluto misterio en torno a cómo y cuándo se produjo esta migración de sentido.
Otro caso:
• A usted no lo quiero ni ver. Se me va de aquí ipso facto.
Si se preguntara a boca de jarro qué error existe en esa frase, muchos contestarían que es incorrecto el “me” de “se me va”. Y no es así. El error está en el uso de ipso facto.
Muchísima gente piensa que esa expresión significa “inmediatamente” o “en el acto”. Nada que ver: ipso facto significa “por el hecho mismo”, literalmente, en su idioma original. Un uso correcto sería el siguiente: “El que traiciona a la patria se está condenando ipso facto”. En otras palabras, por el solo hecho de traicionar a la patria ya debe ser condenado, por un tribunal o el ente que fuere.
(Si alguno se interesa por el “me”, es sólo un uso coloquial admitido por las autoridades de la lengua, tanto que su función recibe un nombre concreto en el terreno gramatical: dativo de interés. Pone el acento en un sentido de pertenencia que el sujeto quiere infundir al resto de la frase).
Sigamos con más perlas del lenguaje cotidiano.
• Es un buen jugador, pero no va a triunfar en Europa porque adolece de velocidad.
Una joyita que se escucha de adustos y supuestamente fluidos comentaristas y analistas de actividades diversas, pero muy especialmente del deporte. Es un grueso error. Adolecer significa sufrir de algo. Un jugador mal podría sufrir de velocidad, sino de su carencia. A lo sumo se podrá decir que “adolece de falta de velocidad” , o de inexperiencia, o de un persistente dolor de espalda.
La confusión tiene un origen: la similitud de adolecer con adolescencia, la etapa de la vida en la que faltan alcanzar determinadas cosas que sólo se alcanzan en la adultez. Pero ambas palabras tienen raíces muy distintas. El grupo “sc” de adolescer, adolescente, marca la diferencia.
Para decirlo en forma sencilla, adolecer está emparentada con el dolor, y adolescer con la carencia.
Más casos:
• El ministro hizo mutis por el foro y así nadie pudo saber qué había hablado con el presidente.
Cada vez que se oye decir (o se lee) una frase de ese tenor, uno puede apostar a que, de cada diez casos, el autor se ha confundido en ocho. Ocho que quisieron decir que el hombre se fue callado y en forma subrepticia.
Pero hacer mutis por el foro es una expresión tomada del lenguaje teatral, que significa “salir por la parte trasera del escenario” (el foro). Ocurre que mutis significa salir, y no hace mención alguna al silencio del que se va. Un actor puede hacer mutis por el foro a los gritos, vociferando amenazas, por ejemplo, dirigidas al resto de los personajes que permanece en el escenario. Mutis no equivale a mutismo, pese a su parecido formal.
Un último ejemplo:
• Miralla fue el factotum de esa gigantesca obra.
Al utilizarse esta expresión suele quererse decir que el mentado Miralla fue el verdadero hacedor de la obra, su gran realizador, figure o no en el reconocimiento explícito de la gente.
Y no es así. Factotum está lejos de significar eso: describe simplemente a alguien que ejerce varios cargos o funciones en una empresa. Hay una segunda acepción para factotum: una persona que goza de la absoluta confianza de otra. Pero en ningún caso se refiera a un hacedor o cosa similar. Misteriosamente, el sentido errático reemplazó a los otros dos en forma excluyente, especialmente entre los argentinos.
Es seguro que alguien dirá que un idioma es algo vivo, que la gente va modelando y mutando todos los días. Eso es verdad. Pero cuando se trata de palabras derivadas de una lengua que ya ha dejado de hablarse hace dos milenios –como el latín, de donde provienen los ejemplos dados en esta nota–, la regla del cambio permanente no tiene sentido. Simplemente hay que utilizar estas expresiones en su verdadero significado. Y si no, dejarlas de lado y suplirlas por otras más sencillas. Que no es mala idea, siempre que se encuentre un buen reemplazo.
(*) Director periodístico de EL PUBLICITARIO.