Publicidad > Argentina | REFLEXIONES LIGERAS
Redacción Adlatina |
Una transmisión bananera
El fiasco de la cobertura periodística de PSN de la final intercontinental puso en evidencia, más que nunca, que varias cosas andan mal en el cable y en el sistema de televisación del fútbol en la Argentina.
Por Edgardo Ritacco (*)“Estamos aquí, en Tokio-Japón, para ver el choque entre el Real Madrid y el Boca iuniors de Argentina. Es una noche helada, cinco grados bajo cero, aquí mi compañero y yo estamos armados de bufanda y guantes... una noche fría, me imagino nuestro otro compañero en el campo, debe hacer más frío que aquí...”
Con esta presentación insustancial arrancó la curiosa transmisión que el canal PSN hizo el martes pasado de la final de la Copa Intercontinental. La pareja de cronistas, de poca o nula experiencia en el fútbol argentino, fue la encargada de llevar a una audiencia multitudinaria de Buenos Aires y el interior el relato de un partido importante si los hay.
A medida que avanzaba el match, la cosa fue tomando visos francamente humorísticos.
“El que la ieva es Juan Ramón Riquelme...la star del Boca... ¡y le cometen foul!. Vamos a ver quién cobra esta infracción”.
“El referí, quién va a ser!”, gritó el chusco, exasperado, atrincherado en un hogar porteño, mientras se ajustaba la gorra azul y oro y acariciaba subrepticiamente la camiseta.
“Cobra Riquelme!”, gritaba el otro, ignorando el malentendido, porque en todo el norte de Sudamérica (y más arriba) también cobrar es ejecutar el tiro, y pitar es cobrar.
Y, al parecer, Román es Ramón, completaría otro lector atento.
El partido, a decir verdad, ayudó a los congelados cronistas de PSN. ¿Cómo iban a quejarse, si a los dos minutos ya había hecho el primero Palermo, y a los seis, el segundo? Ideal para calentar la garganta de cualquier relator que se precie.
“Es un comienzo electrizante. En seis minutos el arco del Real encajó dos goles”, decía sin demasiada emoción el que oficiaba de relator.
“¡Qué encajó ni que ocho cuartos!”, volvió a enloquecerse el chusco. “¡Nosotros le encajamo dos, le encajamo, animal!”
Claro, encajar es otra cosa en el Caribe y en Miami.
“¡Centra Delgado y no alcanza a peiiizcar el pibe de Boca!”, anuncia sin demasiada convicción el hombre del micrófono, indeciso ante el apellido del “pibe” que no alcanzó a peiiizcar.
“Se nos ha pasado volando este primer tiempo,¿ aah?” recalca el relator hacia los 40 minutos, ya con el resultado 2 a 1.
“Señal de que ha sido bueno”, acota con agudeza sorprendente el compañero, comentarista de apellido Viscallar, ex ESPN, que no pareció haber superado el jet lag del largo viaje a Japón a lo largo de toda la transmisión.
“Otro quite de Marchant, bastante firme en la defensa esta noche”.
“¿Cómo, vieja? ¿Jugaba Marchant o era Battaglia? –explota el televidente del otro lado del mundo–. ¿No se habrá confundido con Matellán el coso este? De acá se ve chiquito, pero...”
“Aquí se ha ido la primera etapa... Boca está a 45 minutos de la gloria. Y el frío no ha aflojado... Me imagino que tu allá abajo debes sentirlo peor que nosotros, ahh?”
“¡Má qué frío ni frío! Boca es lo más grande, vamos a aguantar ahora, muchachos!”, replicaba desde su casa auriazul el sufrido televidente-hincha.
El asunto siguió, palabra más, palabra menos, sin cambios hasta el final del partido. Lo mismo que el marcador.
* * *
Este desatino tiene varias explicaciones. Pero, en el fondo, revela que algo anda mal –o muy mal– en este esquema vigente en la Argentina de fútbol televisado.
Primero: no pareció haber un solo directivo responsable de los operadores de cable que entendiera la repercusión que iba a tener este partido, aun antes de que se conociera el resultado, esto es, a las siete y diez de la mañana.
Se dejaron llevar por la indiferencia de 1994, cuando Vélez le ganó al Milan y la ciudad no se dio por enterada. No pensaron que Vélez no es Boca, ni River, ni Racing, en cuanto a convocatoria de público.
Se dejaron llevar también por el contenido disimulo de la gente de River en su cercana final del ‘98 contra Juventus. La derrota de los riverplatenses no permitió medir la reacción en la calle, como sí se hizo ahora con Boca a lo largo de todo el martes 27.
Pero se dejaron llevar, sobre todo, por su desconocimiento del medio, ya que hoy por hoy tanto Cablevisión como Multicanal están en manos de grupos extranjeros, y si el primero compró los derechos con la esperanza de venderlos a los otros operadores, la negativa de estos los dejó mal parados. Ese día, la gente, en varios puntos del país, reaccionó con violencia contra oficinas de Multicanal. Sintieron que la fidelidad que venían mostrando desde hace años se había vuelto estéril.
Y todo salió mal ese día, salvo lo deportivo.
No es prolijo que el canal estatal –tal vez de la mano de un arrebato individual, pero nunca se sabe– eche mano a la televisación “trucha” de un partido por el que no ha suscripto derechos.
No es prolijo tampoco que la mayoría de las emisoras argentinas de radio, aun intuyendo que mucha gente se hartaría enseguida de los “goles encajados” (en el arco equivocado) y de los tiros libres “cobrados” por los que patean al arco, se refugiaran –ellas también– frente a la pantalla de un televisor en Buenos Aires para idear un relato que inevitablemente deberían suspender si se produce cualquier corte en la señal televisiva que viene desde Japón.
Y no es prolijo que PSN, que el año que viene va a ser codificado, según dicen, no haya pensado que ya que los del Madrid no verían la transmisión, tal vez convenía enviar a dos profesionales argentinos a relatar y comentar el partido, en lugar de las incidencias del frío y confundirse entre Matellán y Marchant.
Algo anda mal en el cable. Señales que se borran del básico y vuelven a los dos años como premium, tras un supuesto exilio de exclusividad en el otro sistema. Señales que se cambian de un mes a otro, sin consultar con el que paga mensualmente sin derecho a voz ni voto. Cortes de emisión casi diarios, que obligan a algunos a no desconectar la vetusta antena aérea en sus terrazas. Y mucha técnica del te doy y cuando te guste, te lo saco hasta que saques un premium.
No es que los argentinos nos acostumbramos mal, como dicen los operadores poderosos, al recibir en el básico lo que otros, en el exterior, solamente recibieron pagando. Los argentinos nos acostumbramos mal porque nos trataron siempre mal en los servicios. Que es nada menos que lo contrario.
(*)Director Periodístico de la revista El Publicitario.