Publicidad > Argentina | EL LIBRO RECOMENDADO
Redacción Adlatina |
Vidas Imaginarias: los jóvenes en la tele
Por Santiago Gándara, Carlos Mangone y Jorge Warley
Buenos Aires: Editorial Biblos, 1997 (142 páginas).
Por Orlando C. Aprile.
Este texto se estructura en tres partes muy bien diferenciadas: la introducción, el análisis de tres programas de televisión y un epílogo.
En la introducción se trazan las líneas generales para el abordaje teórico del tema de la juventud. A partir de las agudas observaciones de Umberto Eco se contrasta la neotelevisión con la paleotelevisión; además se puntualizan los aspectos más destacados de la imagen, los temas y el tratamiento de la juventud en la pantalla chica para concluir con el imaginario juvenil en la publicidad y su incidencia en otros géneros televisivos. Aunque excesivamente ambicioso, vale por el repaso temático.
Le sigue, ya en la segunda parte, el análisis de tres programas que resultaron muy populares e innovadores en su momento: El rayo, Montaña rusa y Caiga quien caiga. Por último, se repasan otros programas, como los de Neustadt y Grondona, se recuerdan los consumos musicales y se señala la presencia de la juventud en el deporte.
La intención de los autores es rastrear los imaginarios juveniles, la estética, el lenguaje y los códigos que ponen en circulación los géneros televisivos.
LOS PROGRAMAS JUVENILES
Lo juvenil en la televisión se aborda desde tres perspectivas: como imagen, como tema y como tratamiento. Para este análisis se parte de la televisión abierta de los años ’80 por verificarse, entonces, una juvenilización de la pantalla. Este fenómeno abarcó las telenovelas, el musical juvenil en su forma rockera, el deporte, los recitales y los acontecimientos vinculados con los jóvenes. La publicidad y la moda, para los autores, toman la delantera en la promoción televisiva de la juventud..
A este hecho hay que añadir la juventud como temática privilegiada, sea como tema de reflexión en los programas periodísticos, en los entretenimientos o en los almuerzos. Al mismo tiempo resulta interesante observar que mientras se daba esta juvenilización de la pantalla y de los temas, paradójicamente, “la conducción quedaba a cargo de personajes adultos”.
De manera directa, la televisión estaba reflejando el fenómeno cultural: la juventud, a la vez que se impone a la infancia, tensiona a la adultez y se propone como campo de consumo por antonomasia. Programas como “Pelito” y “Clave de sol” son los primeros en anunciar esta precocidad infantil que acabará por reemplazar a los tradicionales programas infantiles.
LOS JOVENES EN LA PUBLICIDAD
Los autores encaran esta parte desde una postura problemática puesto que sostienen que el discurso publicitario y su formato resulta ser “el hegemónico en el discurso televisivo no publicitario, por su duración, la intensidad de los recursos, los estereotipos, la codificación de los mensajes y las propias restricciones del discurso”. La legitimación de este tipo de discurso, además, se impone por la inexistencia de una crítica social y la creciente invasión juvenil en la mayor parte de los formatos y de los programas.
En los ’90 esta prevalencia de la ideología publicitaria agudiza tanto la exclusión como el esquematismo. Exclusión porque quedan afuera la mayor parte de los tipos juveniles distintos y diversos; esquematismo puesto que la imagen de la juventud queda acotada a un solo estereotipo. Es el de la juventud que disfruta de deportes audaces, consumos fruitivos, despreocupación social. En palabras de Coco Chanel (1971): “La juventud es algo novedoso, hace veinte años nadie la hubiera mencionado”. “También en la publicidad – acotan los autores – el mundo del trabajo y la anomalía social están ausentes ...en la publicidad prevalecen las relaciones casuales, el azar de la vida cotidiana que remite al cuento de hadas, a la fábula y a la fantasía”. De la misma manera como en el melodrama juvenil, o en los cantantes de modas, se consumen imaginarios, valores y visiones del mundo, en la publicidad solamente circulan comedias ligeras, ilusiones musicales y triunfos deportivos.
En suma, se legitima la axiología del discurso publicitario y se lo propone como paradigma de los contenidos para casi toda la televisión.
La pregunta final resulta tan incisiva como esencial: ¿puede darse el caso que esta ideología, en el momento menos pensado, pueda convertirse en realidad?
Aunque en términos generales los autores están muy lejos de la claridad conceptual y la amenidad de Eco, el tema de la juventud, sus interrogantes, y propuestas valen y mucho como estimulo para proseguir reflexionando sobre la juvenilización de la pantalla televisiva.