Publicidad > Global | LA COLUMNA DE ALBERTO BORRINI
Alberto Borrini |
Si, tal como escribió Giorgio Vasari en 1550, “el dibujo es el padre de nuestras Bellas Artes: la arquitectura, la escultura y la pintura” –porque él es la génesis de la estructura y de la forma en toda obra artística–, podemos afirmar también aquí, legítimamente, y por idénticas razones, que “el grafismo es el padre del diseño gráfico y de todo proyecto de diseño”.
Este paralelismo progenitor que aquí se reivindica para el dibujo y para el grafismo renacentistas, cuatro siglos más tarde el industrialismo lo bifurcará en dos vías distintas donde se afirmará el arte gráfico (y el arte en general) por su lado, y el diseño gráfico (y el diseño en general) por su parte.
Esta última vía, que es la que aquí nos interesa profundizar, se ramificará a su vez diferenciando el diseño gráfico de las otras disciplinas y variantes (arquitectónicas, industriales, escénicas, etc.) que emergen, todas ellas, de la matriz Diseño -impregnada del espíritu proyectual por la Bauhaus.
La primera característica diferencial que define la especificidad del diseño gráfico coincide, en su raíz, con el dibujo vasariano y con el grafismo funcional al mismo tiempo, surgido con la imprenta tipográfica de Gutenberg. Esta raíz común a ambos es el esbozo. En tanto que la primera expresión espontánea, intuitiva, de unos trazos titubeantes: el esbozo, el croquis, el estudio previo que da estructura y forma a la idea, está presente por igual en la génesis preparatoria de toda obra de arte, y de todo proyecto de diseño en cualquiera de sus disciplinas.
En los proyectos constructivos es evidente su componente espacial, tridimensional, que está determinada por las necesidades de organización social y de actividad humana a la escala de la motricidad del ser (desplazarse, convivir, vagar, habitar, trabajar, descansar, etc.).
En los proyectos industriales, igual como en los constructivos, se manifiesta su naturaleza material, corpórea, tridimensional y su utilitarismo orientado a desarrollar funciones: operacionales, manipulatorias, táctiles. Los objetos están hechos para las manos, a la escala del gesto, el manejo, la operación; de todos ellos, la ergonomía confirma el principio de Pitágoras, que sabía mucho de mediciones: “El hombre es la medida de todas las cosas”.
Hoy, los objetos y los mensajes son, también, extensiones del hombre: desde el telescopio al microscopio, la calculadora y la computadora, el cine, la televisión, los satélites artificiales y los robots que realizan operaciones quirúrgicas a distancia a través de pantallas. Pero estas nuevas extensiones tecnológicas lo son, sobre todo, de los ojos y de la mente. En este nuevo escenario, la dicotomía forma-función ha sido reemplazada por la dualidad forma-información. La forma (gráfica) informa. Ya lo dijo el creador de la cibernética, Norbert Wiener, en los albores del declive industrial a mitades del siglo XX: “La información es información, no es materia ni energía”.
Así que, tal como lo vamos viendo, la propiedad específica, intrínseca del diseño gráfico o la comunicación visual –el último movimiento de su evolución desde el grafismo predecesor– deviene de su misma naturaleza: su pertenencia al lenguaje. Recordemos el graphein de los griegos que, cuatro siglos antes de nuestra era, designaron con esta palabra (para nosotros, grafismo) todo el universo de “lo gráfico”: La mano que dibuja es la misma que escribe. Todo lo relativo al grafismo: ideas, producciones, técnicas, evoluciones y aplicaciones, pertenece al dominio del dibujo y la escritura. Lenguaje visual y lenguaje oral hecho visible.
Por Joan Costa, comunicólogo, sociólogo, diseñador e investigador