La marca es el capital de la empresa.
Esta afirmación, que nadie discute y que entiende la marca como un todo, contiene además dos verdades:
a) Pone en primer plano a la empresa, propietaria legal, gestora y responsable de la marca como bien patrimonial (contra la creencia de algunos que ven las marcas como entes autónomos y completos en sí mismos).
b) Destaca que ese capital de la empresa no es otro que el intangible de su identidad marcaria -que es parte de su identidad corporativa.
En efecto, la marca es el capital de la empresa. Pero solo se consigue que lo sea cuando ambas, en simbiosis, unen su talento estratégico para realimentarse una a la otra, recíprocamente.
Este movimiento circular es sistémico. Es el de un circuito cerrado pero de efectos progresivos. Por ese movimiento continuo, el prestigio y la notoriedad de la empresa que avala sus marcas se inyectan en ellas como garantía de responsabilidad. Simultáneamente, la calidad de la marca y la satisfacción de sus clientes y consumidores se proyectan en retorno en la empresa aumentando su confianza y credibilidad. A su vez, esta se introduce en la marca multiplicando su notoriedad y su valoración. Y así sucesivamente...
Esta realimentación, esta interdependencia intrínseca de la marca y la empresa y viceversa, siempre existe. Pero no siempre es transparente a los ojos del público consumidor y de la opinión pública -aunque sí lo es a los ojos de los stakeholders. La empresa maneja sus marcas a partir de políticas variables.
Algunas veces conviene que la empresa misma sea la marca, como es el caso de
Coca-Cola Company/Coca-Cola Drink o de Nestlé/Chocolates Nestlé/
Bombones Nestlé. O de las hipermarcas Mitsubishi, Toshiba o Siemens, que refieren, al mismo tiempo, a sí mismas como empresas y como marcas de sus productos. En estos últimos casos, la realimentación circular es más potente, tal como demuestran las hipermarcas niponas.
En otras ocasiones, interesa que la empresa refuerce la marca visiblemente:
Aquarel/Nestlé (las ventas no arrancaron hasta que incluyeron la firma de la marca); o discretamente, como en la marca Ferrero Roché, donde la firma Nestlé es apenas perceptible. Otras veces interesa que la empresa se distancie de la marca o incluso se disocie totalmente de ella: Nestlé no firma Perrier, Vittel y menos Friskies. Las razones, como vemos, son diversas.
Intangible no significa abstracto
La marca es ciertamente un activo inmaterial, un intangible, pero jamás puede olvidarse su anclaje material. Y este anclaje, en la misma medida que las empresas quieren ser marcas y que todos aspiran a ser marca, conoce diversas categorías. Estas son, en síntesis: Marca Empresa, Marca Producto y Marca Servicio. Depende de aquello con lo que la marca es identificada: su anclaje material.
La primera categoría tiene un sentido universal. Es sinónimo de todo aquello que significa “empresa” (emprendimiento), o que se toma como anclaje o sujeto de la marca. Se incluye aquí, además de
La segunda categoría es más concreta. Se refiere a toda clase de productos, industriales o artesanales.
La tercera categoría,
Las dimensiones de la marca
Pero el sistema de la marca, en el sentido global de la estrategia de la gestión, no siempre es tan estricto con lo que hemos llamado las categorías. Por ejemplo, ya hemos visto que
Esta estrategia centrada en el lugar físico de la marca, que es su propio y múltiple anclaje; el lugar de su identidad y el espacio construido y programado para generar experiencias y emociones, es la matriz a escala micro de un megafenómeno mundial:
De todos estos temas, y otros más, se trata en mi nuevo MasterBrand Internacional de identidad, estrategia y gestión de marcas.