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Paul Chan: del anime a los museos

Es considerado uno de los diez artistas nuevos próximos al éxito, según la revista estadounidense The New Yorker. Nacido en Hong Kong y con residencia en Nueva York este artista que va de la fotografía al video y al teatro, ya expuso sus obras en museos como el MOMA y el New Museum de Nueva York.

Paul Chan: del anime a los museos
Su obra se ha expuesto en París, Hong Kong, Ámsterdam y Nueva York, entre otros lugares.
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En el mundo del arte hay un fuerte rumor en el aire: “los artistas jóvenes sólo piensan en ganar dinero”. Pero parece que no siempre esto es cierto. “Es una acusación vaga. Conozco decenas de artistas que no ganan ni un duro y sólo se preocupan por sus proyectos. No creo que el arte sea diferente a otro horizonte cultural: todo ha sido tocado por la idea de que el dinero es lo importante, pero no todos nos lo creemos”.
Paul Chan es un artista polifacético, que echa mano de distintas expresiones artísticas: video, fotografía y teatro. Siempre en constante búsqueda, la palabra también juega un papel importante en su actividad creadora. Algo peculiar es que no deja que se lo vea en cámara. No es que sea tímido sino que como miembro de Voices in the Wilderness, un grupo activista acusado por violar las sanciones contra Iraq, intenta mantener un perfil bajo. Pero su arte es otra historia. El año pasado estuvo en el spotlight en el Carnegie Intenational, participó de la Bienal de Whitney en Nueva York, realizó su primera muestra individual en Greene Naftali, se lo vio en el prestigioso Magazín 3 de Estocolmo, el MOMA adquirió piezas suyas y grandes coleccionistas como Dakis Joannou y Rubells tienen trabajos suyos.
“Para que mi trabajo sobreviva, tengo que desaparecer”, le dijo el artista a The New Yorker, que lo catalogó como uno de los diez jóvenes artistas más próximos a triunfar mundialmente.

 

Un artista multifacetico
Este artista de Hong Kong utiliza la fotografía, el video, el teatro y la palabra. Con 35 años, su trabajo empieza a ser buscado por los coleccionistas, como demostró la expectación generada durante su última exposición, en el New Museum de Nueva York. Titulada 7 lights, (con la palabra lights del título tachada), Chan presentó en una sala oscura una serie de proyecciones sin sonido en las que diferentes objetos, desde bicicletas a personas concebidas digitalmente, caían sobre paredes y suelos, mientras otros se elevaban sobre diferentes colores. Pese a su inquietante belleza, el tenor de la instalación era triste. “La idea de la belleza es la cualidad de las cosas que evocan otras insoportables, porque la belleza está conectada con lo que no queremos mirar”, dijo el artista al diario español El País.
Más allá de la lectura lineal de la obra que alude, entre otras cosas, a la caída de las torres gemelas, su obra pretende ofrecer al espectador otras formas de temporalidad al margen de la puramente cronológica para forzar el colapso del tiempo lineal. “Lo que me interesa es cómo la luz es desvirtuada por las sombras”, dijo el artista japonés. Por su parte, Daniel Birnbaum -curador de una de sus muestras- afirma que el trabajo de Chan “es una meditación sobre un mundo que se derrumba”.
Otra de sus obras más conocidas es Happiness (Finally) After 35,000 years of civilization (after Henry Darger and Charles Fourier), 2000-2003. Esta pieza es un video -también de animación- proyectado sobre un soporte de marcado sentido horizontal que dura 17 minutos. Chan se apoyó en las figuras de Henry Darger y Charles Fourier para crear esta obra. El primero fue un personaje muy peculiar que trabajó durante muchos años en la constitución de una obra enorme. Casi al final de su vida salieron a la luz sus textos y dibujos (que probablemente nunca habría querido enseñar), un total de 15.000 páginas ordenadas en 12 grandes volúmenes. Era un texto épico, escrito e ilustrado por el propio Darger, en el que da cuenta de una larga lista de atrocidades como de diferentes maneras de estrangular a los niños. Los protagonistas son siempre niños y viven en un mundo en el que el tiempo es horrible y romántico. Darger se valió de dibujos y fotografías tomadas de revistas que eran constantemente recontextualizados, algo muy común en los artistas contemporáneos. Charles Fourier, por su parte, pensó en su teoría de los cuatro movimientos, en crear sociedades de no más de 2.000 personas como vehículo para alcanzar la armonía.
Chan mezcla ambas visiones para crear una obra que representa un mundo imposible. Al principio del cortometraje, el sol brilla con fuerza y la vida parece apacible. Se ve una fiesta con gente trayendo platos constantemente. Hay una suerte de Arcadia con referencias a artistas de todas las épocas, como Bach, Matisse, Hans Bellmer, Pietr Brueghel e incluso el artista de hip hop americano Jay-Z. Pero de repente entra en escena un ejército de hombres que irrumpen destrozando y quemando todo. Poco después, la calma. Todo parece otra vez idílico. Un nuevo paraíso se cierne sobre la humanidad. “El artista propone en esta obra la mezcla de las conciencias utópicas de dos personajes de diferentes épocas. Combina las filosofías sociales y hedonistas de Fourier con las imágenes edénicas de Darger en un trabajo absolutamente monumental, de grandísimo alcance”, dijo un medio especializado europeo.

 

“La palabra es mensaje”
A Chan le gusta jugar con el lenguaje. En los días previos a una de sus muestras, empapeló una ciudad con carteles en los que se podían leer frases como: “Tú piensas que las cosas terminarán: y será sólo el principio”. Y algunas de las palabras aparecían tachadas, de modo que, con las que quedaban limpias, también se construían frases de aire más onírico o surrealista.
Esto no es casualidad ya que este artista es un amante del absurdo y se ha devorado obras de autores como Beckett, Ionesco, Gertrude Stein o Adorno.
Durante su adolescencia lo marcó un montaje de Esperando a Godot hasta tal punto que años después decidió llevar a Beckett hasta un lugar donde la espera se convirtió en pesadilla: Nueva Orleans, donde tras el huracán Katrina la gente tardó días en ser rescatada. “Visité la ciudad después del huracán y creí necesario situar la obra en ese contexto. No me interesa hacer teatro, sólo me interesaba la experiencia de hacerlo allí. Descubrí que todos podemos convertirnos en supervivientes en pleno siglo XXI”.

De Hong Kong a Omaha
Nació en Hong Kong pero fue americanizado a los ocho años, cuando su familia se mudó a Omaha en busca de un aire mejor para Chan, que era asmático. Estudió en el Art Institute de Chicago, diversificando su interés también hacia el activismo social.
Participó en los movimientos antiglobalización y cuando un amigo le propuso irse a Bagdad, poco antes del estallido de la guerra, no lo pensó. Allí realizó diferentes proyectos fotográficos y de video, cargados de crítica social.
Sin embargo, él separa su activismo de su creación artística. “Son cosas incompatibles”, dice.


Redacción Adlatina

Por Redacción Adlatina

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