La experiencia obtenida de sus estudios en antropología y de su carrera como DJ, respectivamente, distinguen a Gabriel Stagnaro y Pedro Delguy -dos de los más recientes directores de Andon Films- como dos directores diferentes. Serio y observador, Stagnaro proviene de una familia de cineastas, con lo cual se crió en un ámbito donde el cine siempre ocupó un lugar protagónico. Y si bien reconoce que al comienzo “no entendía qué hacía toda esa gente moviéndose de un lado para el otro”, hoy sostiene: “El cine como yo lo viví es un poco eso, la fluctuación entre los momentos de angustia y los momentos de alegría, y tan apasionante que se hace muy difícil escaparse de su atracción”.
Además, destaca: “El hecho de poder construir un universo propio, con sus personajes, y una cosmovisión del mundo se asemeja demasiado, como Fellini decía, a competir un poco con la labor del Padre Eterno”. Entre sus obras, se encuentran el cortometraje Pasaje al paraíso –2003/4-, el documental Que Dios se lo pague –Pescadores de Mar del Plata –2004- y, en 2005, el cortometraje La vanidad de las luciérnagas.
Por su parte, Delguy tiene más de 130 comerciales y dos largometrajes en su haber como asistente de dirección. Pero además, se destaca por la combinación que hace de su trabajo con su experiencia como DJ –durante quince años-. Delguy, que en sus obras hace notar un interesante ritmo musical, asegura que todo el material discográfico que tiene –3.500 vinilos y 4 mil CDs- es una de sus principales fuentes de consulta a la hora de encarar un nuevo proyecto. Actualmente, está postproduciendo su ultimo trabajo, el cortometraje Dios está mirando.
-Adlatina.com: ¿Qué valor agregado les dio a su trabajo de directores de cine el haber seguido otras carreras, tanto Gabriel con antropología y Pedro como DJ?
-Pedro Delguy: Absoluto. Hay un primer aspecto que es el musical, un background que abarca distintos estilos con un fuerte en la música electrónica y rock-pop. En estos 16 años armé una discoteca de 3.500 vinilos y 4 mil CDs de los cuales, aunque no tenga cada uno de los temas en mi cabeza, puedo decir qué hay en cada disco, donde está ubicado, y cuándo y dónde lo compré. Es más: de muchos de ellos me acuerdo hasta cuánto me costaron y a quien se los presté y no me los devolvió. Toda esta discografía que hoy, en gran parte, se transformó en mp3 ambulante, es mi consulta en cada proyecto que encaro. Otro aspecto es el rítmico, entendiendo por esto una coherencia musical tanto en la instancia de edición como también a la hora de llevar a cabo las acciones de los actores, los movimientos de cámara y demás elementos que conforman el ritmo interno en un cuadro. Permiten ajustar los BPM -beats per minute- de cada parte para formar una unidad cuyo ritmo potencie la intención anímica de la escena. Otro aspecto es la velocidad con la que tenés que actuar para mantener una pista siempre intensa. Ese training adrenalínico y adictivo, que tanta energía te demanda pero tantas satisfacciones te da, es fundamental a la hora de conducir un rodaje. Y por último, pero no menos importante, la músico-compositiva. En estos últimos años produje junto a Festa Bros. algunos remixes y cortes que sonaron en pistas y radios. Como resultado de esta experiencia, me es mucho más familiar hablar con los compositores de bandas a la hora de comunicar específicamente qué quiero.
-Gabriel Stagnaro: Sí, seguro que sí. El espectador también es un voyeur que por dos horas se convierte en un asesino, en un violador. El cine está hecho, en parte, para eso: para hacernos penetrar impunemente en las vidas ajenas... vidas que tienen costumbres distintas a las nuestras. En ese sentido etnológico del cine es que encuentro la utilidad de la antropología: siento que me dio herramientas adicionales para interpretar la realidad y poder plasmarla en imágenes -además de la tranquilidad de saber que mi afición por observar todo tenía un marco científico-.
-Gabriel, ¿cuánto tiene que ver su entorno familiar con la elección de la carrera de cineasta?
-GS: El cine siempre estuvo presente. Al comienzo yo no entendía mucho qué hacía toda esa gente moviendo las cosas apresuradamente de un lado para el otro, las luces, los decorados, esas personas jugando a ser otras, mi viejo y su pasión, dando indicaciones, a veces sufriendo, a veces contento hasta las lágrimas cuando una escena había salido bien. Esa pasión por el cine fue algo que mis hermanos y yo heredamos de él. Fuimos testigos de cuánto sacrificio supone dedicarse a esto, y nos fuimos contagiando casi sin darnos cuenta. Todos hicimos nuestro camino personal, pero todos terminamos haciendo del cine nuestra forma de vivir. El cine como yo lo viví es un poco eso, la fluctuación entre los momentos de angustia y los momentos de alegría, y tan apasionante que se hace muy difícil escaparse de su atracción.
-¿Cuáles son las ventajas y desventajas de venir de una familia de cineastas?
-GS: Pues, es una pregunta un tanto difícil. Me considero afortunado por el hecho de haber crecido en un ámbito en el cual el cine fue protagonista desde que tengo uso de razón, y entonces, muchas de las cosas que sé, y que sin dudas me forman como cineasta, son cosas que yo aprendí en el curso natural de mi crecimiento, casi sin darme cuenta. No sé si tiene alguna desventaja. Lo que me molestaba un poco era cuando estudiaba y los profesores, en el tedio de tomar lista al comienzo de cada año, pasaban por mi nombre y entonces se detenían inexplicablemente unos segundos, y yo ya sabía lo que pasaba, y venía la pregunta de rigor: “¿vos tenés algo que ver con…?” Quizá de eso se trate, del hecho de tener una pesada herencia de muy buenas cosas que han hecho los que me precedieron y que, supongo, todos esperan que yo continue. Pero realmente no lo vivo como una carga, al contrario, me pone orgulloso esa responsabilidad.
-Gabriel, ¿qué lo llevó a estudiar antropología?
-GS: Siempre fui un tipo curioso y observador, nunca fui un tipo que hablara demasiado, no sé si quizá por eso hacer cine es la mejor forma que encuentro de comunicarme. El antropólogo es como una especie de científico de la mirada, es un fisgón que trata de abstraer sentido de aquello que observa, busca patrones de comportamiento, regularidades de conducta. La antropología y el cine se complementan en ese sentido. Siempre pensé que el cine es muy antropológico. El hombre es la materia prima de ambas disciplinas: una busca interpretarlo y la otra, en alguna medida -y a partir de reproducirlo- también.
-Pedro, ¿qué nos puede contar acerca de Dios está mirando?
-PD: Dios está mirando empezó como una charla sobre “¿cómo sería llevar a celuloide esta historia?” Una historia real sobre el abuso que un sacerdote practicó a niñas desde que era seminarista, abordada desde un punto de vista casi surrealista, donde el humor no deja lugar a golpes bajos. Fue una experiencia increíble: escribir, producir, dirigir y ahora darle vuelo a este proyecto con el cual recorrí todo el proceso cinematográfico. Experiencia que no habría sido posible sin el apoyo del equipo técnico, los actores, la gente de C&L Rental, Andón Films, SCP y amigos varios.
-¿Qué cree que lo diferencia de los demás directores?
-PD: Mi gato de la fortuna china.
-¿Qué significa el cine para ustedes?
-PD: Una disciplina donde arte, cultura, sociedad, comunicación, entretenimiento y negocio se combinan en porcentajes tan diversos como cineastas existan. Una ventana por la cual millones de personas sueñan, creen, se emocionan, viven. Pero, por sobre todo, ven y se ven. No hay cine sin espectadores.
-GS: La posibilidad de poder expresar en imágenes aquello que se me dificultaría con palabras, además de encontrar mi lugar en el mundo.
-¿Cuál es su principal virtud como directores?
-PD: El hambre de filmar, explorar y aprender, ya que no veo mi vida de otra manera.
-GS: Creo que tengo un buen manejo del encuadre en función de lo que se quiere contar o lo que se quiere generar en el espectador. También disfruto mucho de la dirección de los actores; trato de extraer de ellos la máxima naturalidad posible. Soy consciente también de que para hacer cine se necesita el aporte de muchas personas, por eso trato de estar alerta a las buenas ideas y aprovechar la opinión de todas las áreas cuando son positivas para el proyecto.
-¿Qué aptitudes debe tener un futuro director?
-PD: ¿Aptitudes? Pasión, sensibilidad, compromiso y humildad para lograr un buen equipo de trabajo.
-GS: No creo que exista el manual del buen director, afortunadamente hay directores muy buenos y cada uno fue formando su estilo personal, creo que todas las personas son únicas.
-¿Qué consejo le darían a un director en el comienzo de su carrera?
-PD: No creo poder dar muchos consejos, pero hay uno que me lo repito a mí mismo cada vez que algo no sale y la cuesta arriba se hace muy pesada. Mantener siempre la pasión que nos hizo volcarnos a esta profesión. Esa excitación que provoca la adrenalina de un set, la satisfacción de ver “en carne y hueso” una situación que uno imaginó en papel o la felicidad que nos despierta escuchar la risa genuina de alguien que no conocemos cuando ve alguna pieza de humor que hayamos filmado.
-GS: El mejor consejo que se le puede dar es que confíe en su juicio, tenga mucha paciencia y trabaje mucho.
-¿Cuáles son en su opinión las virtudes y defectos de la región en cine?
-PD: Históricamente, el cine latinoamericano tuvo una gran virtud, que fue plasmar las tan diversas culturas y distintos momentos sociopolíticos con una notable creatividad, no sólo en el aspecto estrictamente narrativo, sino también ligado a la forma de producir. Con cineastas como Jorge Sajinés, Glauber Rocha, Hugo Santiago, Arturo Ripstein, Tomás Gutiérrez Alea y hasta el mismísimo Buñuel en su paso por México, entre otros. ¿Qué otras virtudes necesitamos? Como mayor defecto, que no sólo atañe a nuestra región, están la gran dificultad en la difusión; la casi perversa penetración de piezas de tan alto nivel marketinero, pero de pobre contenido; y la globalización transformada en chatura cultural.
-GS: La virtud es la multiplicidad de miradas, el cine latinoamericano es muy rico en temáticas, en tratamientos y en estilos. Quizá el gran defecto es que no nos damos cuenta. Sólo en los festivales uno tiene la posibilidad de observar lo que se está haciendo en el país vecino.
-¿En qué cambió la tecnología digital el trabajo de los directores?
-PD: Facilitando todo, desde la comunicación hasta la realización misma. Hoy no me imagino sin mi amigo “Mac”. Me acuerdo cuando empecé como asistente de producción hace poco más de diez años: era común que el jefe de producción te preguntase: “¿llevás cospeles?”. Cuánto ha cambiado y cuánto va a cambiar...
También cambiaron los plazos de entrega y las exigencias; ¿llegaremos a decir literalmente “necesito esto para ¡ya!”? Del otro lado de la moneda, siento que muchas veces se abusa de la tecnología, no sólo en la imagen -hay postproducciones y CGI que son grotescas, no importa cuantos plug-ins tenga el Flame-, sino también en la filosofía workaholic de llevar el trabajo a casa. ¿Qué tan lejos estamos de la esclavitud?
-GS: Influyó en la posibilidad de tener un mayor control sobre las piezas y prevenir descalabros. Por supuesto que, en términos productivos, la era digital permite que los directores puedan experimentar con muy bajos costos, indagando en su estilo y profundizándolo. Además, el material digital es mucho más manipulable. De todos modos, siempre digo que uno tiene que tratar de no perderse en esas facilidades, las restricciones que el fílmico impone promueven a pensar mucho más.
-¿Cómo es su relación con la agencia y el cliente?
-PD: Como toda relación, está basada en ambas partes; entonces va ser más o menos libre dependiendo también de la agencia y el cliente. A mí, personalmente, me gusta mucho trabajar en equipo, compartir todo el proceso para sumar y sentirse confiado. Así nos acercamos a la libertad y, si funciona bien, más cabezas es igual a más ideas, pero siempre y cuando sepamos respetar nuestros roles... respetarnos.
-GS: Trato de tener mucho diálogo y saber bien qué es lo que se quiere contar y qué se espera de mi trabajo. Después, mi labor como director no consiste en asentir cuando no estoy de acuerdo; si considero que hay algo mejor para la idea que se quiere transmitir, pongo en el tablero mis razones.
-¿Cuáles creen que debería ser el rol de la agencia y del cliente durante la preproducción y durante el rodaje?
-PD: En todo momento son quienes desde sus lugares, y defendiendo sus intereses, cierran el círculo para llegar a un final feliz. Siempre tienen que estar involucrados para potenciar la producción, pero no hay manera de que este final feliz ocurra si alguno de los actores del triángulo cliente-agencia-productora no respeta el lugar y rol de alguno de los otros dos. Creo en la confianza y el trabajo en equipo, pero lo más importante es mantener los códigos. Es por eso que los tres se necesitan mutuamente porque, si no, ¿para qué contratar una agencia o un director? ¿Por qué aceptar un trabajo?
-¿Cuáles son sus tres largometrajes preferidos?
-PD: ¿Sólo tres? Supongo que es por el número mágico. Se me hace muy difícil sin dejar afuera otras tantas, pero con Smultronstället, de Bergman, me terminé de enamorar del cine por su magia surrealista; con Clockwork orange, de Kubrik, sentí un profundo deseo de haber sido aunque sea su séptimo ayudante de dirección. Me volaron la cabeza su transgresión y su violencia, su narrativa, la sublime dirección de arte y de actores. Revolucionaria en su momento y siempre. Y Eternal sunshine…, de Gondry, porque ese cerebrazo no deja de sorprenderme sobre lo que se puede hacer con una cámara y actores. Reinventa. Quisiera nombrar una cuarta película: Invasión, de Santiago, que habiendo sido rodada en 1969 tiene una técnica, una narrativa y una dinámica impresionantes.
-GS: Tengo unos cuantos. Los que me vienen a la memoria ahora son 8 y medio, de Fellini; Los olvidados, de Buñuel; Al fuego los bomberos, de Milos Forman; Miller´s crossing, de los hermanos Coen; Dr. Insólito, de Kubrick; El padrino, de Coppola; Pulp fiction, de Tarantino; Hijo de hombre, de Lucas Demare... tantos otros… Las razones son variadas y prefiero reservármelas.
-¿Cuál consideran que es su mejor comercial?
-PD: El próximo, siempre, el próximo.
-¿Qué directores los marcaron?
-PD: Tomo en cuenta directores con los que trabajé, como A.D., Peter Thwaites, Ian Brooks, Ian Wentz y Greg Maya, por su estética; Rocky Morton, Daniel Barber y Augusto Gimenez Zapiola, por su humor; y Edi Flehner, Rocky Morton (toma 2) y Tarsem, por su narrativa y claridad.
-GS: Tantos, que podría hacer una lista inacabable. Fellini, Bertolucci, Stanley Kubrick, los hermanos Coen, Coppola, Tarkovsky, Scorsese; en fin, innumerables películas, muchas veces de tipos que ni sé el nombre, pero que tal vez con una escena perdida, en el medio de una película horrible, hicieron que valiera la pena. También grandes directores argentinos porque trataron, cuando los dejaron, de hacer películas que hablaran de nosotros, de quiénes somos... Sofficci, Torres Ríos, Christensen, Hugo del Carril, Torre Nilsson y, por supuesto, más cerquita en el tiempo, el cine de mi viejo, inclusive el de mi hermano Bruno.
-¿Con qué aspecto del proceso de creación de un comercial disfrutan más?
-PD: Definitivamente, con el rodaje.
-GS: Cuando elaboro el encuadre y confirmo en el montaje que el planteo previo era el adecuado. Cuando me llega el guión y me pongo a pensar qué aporte se le puede hacer a esa idea para mejorarla. Y en el rodaje, sobre todo, cuando las cosas salen bien.