Por Fabiana Antonelli
Directora general de cuentas de Wunderman Thompson Argentina
La comunicación inclusiva es aquella que justamente intenta comunicar sin reproducir estereotipos, no sólo de género, sino también de diversidad sexual, de generaciones, de origen social y socioeconómico, de religión, de ideología política, de discapacidad y de etnias, entre otros. Es necesaria para deconstruir estereotipos que afectan las oportunidades de las personas de manera desigual, ya que transforman diferencias sexuales, biológicas y físicas en desigualdades sociales; por eso, la comunicación inclusiva tiene un rol importante en la construcción de equidad y de igualdad.
Es importante que seamos conscientes de que la comunicación neutral no existe. La norma es masculina, blanca y heterosexual. Y es así porque es lo que ha imperado en la sociedad. Es la única forma que conocemos de dirigir, de decidir, de crear, de hacer política, de liderar y de conseguir. Por eso, cuando decimos que tal y como siempre se han estado haciendo las cosas es lo correcto o la norma, debemos tener muy presente que esa es la forma masculina.
Pero ¿por qué hablamos de comunicación inclusiva y no de “lenguaje inclusivo”? ¿Es necesario o no usar un lenguaje inclusivo para construir una comunicación inclusiva?
Todo comunica. El lenguaje es importante, pero no es todo. Se debe tener en cuenta a las personas qué mostramos, en qué situaciones, quiénes son protagonistas, los roles que asignamos, los cuerpos, las ropas que visten, la manera en que se relacionan entre ellos, de qué hablan. Cada detalle es importante, porque todos estamos sesgados y tendemos a reproducir estereotipos. Sin malas intenciones, por supuesto, porque es lo que aprendimos. Y ahora necesitamos desaprenderlo todo y volver a empezar.
Es necesario incluirlo desde el lenguaje, porque el lenguaje nos moldea. El inclusivo es una opción, pero no es la única. Se puede ser inclusivo sin usar la x o la e. Es difícil, porque nuevamente la norma es masculina y el lenguaje no escapa a esta realidad; pero se puede. No es lo mismo decir todo el mundo que todas las personas del mundo, o hablar del día de la niñez en lugar de del día del niño, por ejemplo. Una incluye; la otra, no.
Hoy la mayoría de las marcas está intentando cambiar. Algunas lo hacen mejor que otras. Pensemos en la categoría limpieza; cómo pasaron de mostrar únicamente mujeres a lo opuesto, mostrar sólo hombres; ahora están proponiendo hacerlo en conjunto. O en la industria de la belleza, un actor clave en la construcción de estereotipos, que se está transformando muy de a poco.
Falta mucho y hay mucho por hacer. Lo importante es entender que tenemos mucho naturalizado y que las buenas intenciones no alcanzan. Hay que capacitarse y tomarlo en serio. Participar en una charla de dos horas no nos deja listos para nada. Pensemos qué son dos horas frente a miles de años de cultura que nos moldearon. Tenemos que evitar el oportunismo. Hacer algo maravilloso para una fecha y seguir reproduciendo estereotipos en el día a día no sirve. Se trata de lo que hacemos todos los días, de ser consistentes, de la comunicación diaria, sea una campaña chiquita o grande. Todo construye.
Otra trampa que nos hacemos es creer que consultando con mujeres, o lo que fuera, estamos bien, y no es así. Porque todos estamos sesgados, somos fruto de la misma norma. Hay que reflexionar, dedicarle tiempo y, sobre todo, aprender a mirar.