“¿Hay alguna agencia que contrate a este hombre? Tiene 38 años de edad y está desempleado. Se salió de la universidad sin graduarse. Ha sido cocinero, vendedor, diplomático y agricultor. No tiene idea de mercadotecnia y nunca ha escrito un texto. Declara estar interesado en la publicidad como carrera (a la edad de 38) y está listo para trabajar por 5 mil dólares al año. Dudo que alguna agencia estadounidense lo contrate. Sin embargo, una agencia londinense sí lo contrató. Tres años después se convirtió en el redactor publicitario más famoso del mundo, y a su debido tiempo construyó la décima agencia más grande del mundo. Moraleja: a veces reporta beneficios ser imaginativo y no ortodoxo al contratar personal en una agencia”.
El texto que precede fue enviado por David Ogilvy a uno de sus socios, 33 años después de haber fundado la agencia que hoy es parte del grupo mundial WPP y es conocida en el mundo por su apellido.
Casi diez años después de su muerte, la filial brasileña de la red mundial acaba de lanzar una campaña institucional que busca reposicionar a la agencia en base al concepto “Being more David” y que, según explicó a la prensa local Sergio Amado –chairman del grupo Ogilvy Brasil– pretende que los publicitarios apunten “a ser más como David sin dejar de ser Ogilvy”, rescatando el costado “más provocador, excéntrico, sorprendente e innovador del publicitario inglés”.
El proceso de reposicionamiento de la agencia comenzó hace meses y apunta a duplicar sus resultados en un plazo de cinco años, tanto mediante adquisiciones como en base a crecimiento orgánico. Todo el desarrollo conceptual –que fue plasmado también en piezas gráficas– está reflejado en el nuevo sitio Web de la agencia (http://www.beingmoredavid.com.br/).
My name is Ogilvy, David Ogilvy
Motivado o no por la campaña de Ogilvy Brasil, el hecho es que vale la pena refrescar algunos hitos de la vida del hombre detrás del publicitario. Decir, por ejemplo, que David Ogilvy fue escritor y que publicó, en total, tres títulos: Confessions of an advertising man (1963), Blood, brains & beer (1978) y Ogilvy on advertising (1983).
Decir, también, que nació en Inglaterra y que, tras estudiar en Oxford –aunque sin recibirse– viajó a París para trabajar en la cocina del Hotel Majestic, explica en parte que sus orígenes en el trabajo estuvieron bien lejos de la industria publicitaria.
Un acercamiento al marketing se produjo, sin embargo, más tarde, cuando Ogilvy regresó a su país natal –y confesó que, de no hacerlo, se hubiera enfrentado “a años de salarios de esclavo, una presión infernal y un cansancio perpetuo”– para convertirse en vendedor de artefactos de cocina de la marca Aga Cookers de puerta en puerta. Para esa misma compañía llegó a escribir, en 1935, un manual de ventas.
Años después se estableció en Estados Unidos, donde trabajó para el Audience Research Institute de George Gallup. Y durante la segunda guerra mundial asesoró al servicio de inteligencia en la embajada británica en Washington sobre asuntos de diplomacia y seguridad.
Pasada la guerra –y ya lejos de su rol diplomático– surgió una nueva faceta de David: junto con su mujer convivió con los amish en una granja de su propiedad en Pensilvania. Nació allí el David agricultor.
Muchos David vivieron en él antes de su llegada a Nueva York, en donde finalmente ingresó a la industria publicitaria al fundar Hewitt, Ogilvy, Benson & Mather, la agencia que dio origen a la red mundial. La misma que hoy –al menos en Brasil– busca recordarlo por todo lo que esconde su nombre y no sólo por la trascendencia de su apellido.