Soy cinéfilo desde la adolescencia, prácticamente desde que Hollywood se convirtió en el centro mundial del cine, entre las décadas de 1930 y 1950, y atrajo como un poderoso imán a los mejores guionistas, directores e intérpretes de todo del planeta, en particular de Europa. Todo cinéfilo es insaciable y no fui la excepción, ya que serlo no supone sólo ver películas, sino también devorar la literatura cinematográfica de su época en especial la de grandes críticos, varios de los cuales terminaron siendo grandes libretistas o directores, desde Orson Welles y Frank Capra hasta King Vidor, Godard y Spielberg.
En ese vasto universo cinematográfico era imposible no tropezar con intimidades, chismografía y escándalos que venían en la misma mochila, y que acaso era lo que más atraía. Lo sigue siendo a los que ven en el cine no mucho más que un pasatiempo. Se sabía, por ejemplo, que Cary Grant tenía hombros tan caídos que debía ponerse toneladas de rellenos, y además, según los maliciosos de turno, en la vida real compartía la vivienda con el curtido héroe de las películas de vaqueros, Randolph Scott.
Pocos desconocían, sobre todo después de su muerte, que Hitchcock toqueteaba a su rubia favorita, Tippy Hedren, y que Alan Ladd era tan petiso que, en las escenas en el estudio, lo hacían caminar sobre tablones para disimular su estatura. En escala descendente, fuera de Hollywood, menos espectadores estaban enterados de que la actriz Tallulah Banhead no usaba ropa interior por lo cual, cuando hacía teatro, las entradas en primera fila costaban más caras.
Sin necesidad de revisionismo alguno, cinéfilos y espectadores en general no éramos inocentes al respecto, lo que no impedía seguir adorando a nuestros ídolos favoritos. Pero el revisionismo cinematográfico, parece empeñado en quitarnos nuestros recuerdos más cristalinos, entre los cuales, en mi caso, resalta Judy Garland en su consagratorio papel de El mago de Oz.
Una obra maestra. Pero ahora nos dicen, con ánimo morboso que Judy era acosada sexualmente por los que se presentaban como inocentes enanitos, pero que en realidad eran adultos pandilleros que se metían bajo las polleras de Judy y la toqueteaban a mansalva, para luego enrolarse en “orgías frenéticas y violentas”, según memoriza uno de los ex maridos de la diva en un libro de memorias que probablemente se convierta en best seller internacional.
Y que no voy a comprar, si llega a ser traducido y vendido en nuestro país. El estrellato costó a Judy Garland un precio muy duro. Presionada por productores y familiares a filmar sin descanso en su apogeo, fue acosada por los chismosos de Hollywood, cayó en brazos del alcohol y la droga que minó su vida. Al final, pero aún joven, en una de sus últimas actuaciones públicas se la vio tan enferma que no podía tenerse en pie.
Mas apenas la recuerdo así. Para mí, fue una gran intérprete y una cantante de voz excepcional, y su actuación en El mago de Oz (1939. acaso el mejor año del cine clásico, el mismo de Lo que el viento se llevó) es inolvidable. En cambio, ¿quién recuerda siquiera a los que buscaron la fama metiéndose bajo sus polleras?
Lo del acoso de los presuntos enanitos no lo sabíamos y me gustaría no haberme enterado nunca. Judy fue, es, uno de mis ídolos; su voz continúa siendo inigualable y las placas con temas clásicos que conservo de ella son una fuente inagotable de placer.
Principalmente “Siempre persigo el arco iris”, leit motiv de la película, que canta Judy en el papel de Dorothy, que un día vuela a causa de un tornado a la comarca mágica de Oz, situada “más allá del arco iris”. También “Una chica bonita es como una melodía”, sin olvidar el homenaje al supremo galán de la época, “Querido Mr. Gable”, a quien todos recuerdan por el ambiguo pero heroico Red Butler de Lo que el viento se llevó, y nadie retuvo que en ese rol usaba dentadura postiza, cuya primera edición se la regaló la come hombres Mae West.
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EL ESPACIO DE ALBERTO BORRINI
Revisionismo: ¡No me toquen a Judy Garland!
El columnista de Adlatina recuerda a una de sus estrellas favoritas de la época dorada de Hollywood.
