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ADLATINA MAGAZINE 69 – NOTA DE ARTE

Yayoi Kusama: Arte contemporáneo para todos

A lo largo de la nota, el columnista de Adlatina Martín Bonadeo repasa las razones que hicieron de esta muestra un evento de público masivo. La exposición Obsesión infinita incluye las series más importantes de las casi seis décadas de producción de la artista.

Yayoi Kusama: Arte contemporáneo para todos
Self-Obliteration, 1967.
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Un clima bastante áspero en las vacaciones invernales de Buenos Aires. En esta tarde de frío crudo y bajo un cielo azul puro sin ninguna nube, se forma una cola de más de una cuadra. No se trata de un espectáculo infantil. Dos chicas de unos 16 años vienen caminando por Salguero, cuando llegan a Figueroa Alcorta y ven esta fila humana que serpentea entre los árboles de toda la cuadra que están "enfundados" con una tela roja con grandes lunares blancos. Se sorprenden al ver que sale del MalBA. "Te dije que la muestra de la japonesa era buena", le dice una a la otra y, acostumbradas a acampar en la calle para sacar entradas de bandas como One Direction, se suman a la lenta procesión. Un economista amigo mío suele hablar de las colas como el éxito de la escasez. La sensación de esperar entre los árboles y la fachada del museo intervenida con lunares hace más amena la espera y va preparando el espíritu de los asistentes para ver la muestra más concurrida de los últimos tiempos. Los invito a recorrer el extraño mundo de Yayoi Kusama.

 

Arte masivo

Una de las cosas que más me impactan de la muestra de Kusama es el éxito que tiene. No veía tanta gente en un espacio de arte en la Argentina desde la retrospectiva de León Ferrari en 2004 -mientras estaba escribiendo esta nota, León falleció a los 92 años de edad-. La situación es muy distinta. En aquel momento, la intriga de la gente se produjo a partir de la censura por parte de la Iglesia Católica. Recuerdo que hasta mi abuela, que no suele frecuentar espacios de arte contemporáneo fue al Centro Cultural Recoleta para ver quién estaba "faltando al respeto" de su religión. El Caso Ferrari fue tan complejo que terminó transformándose en un libro de más de 500 páginas estudiando la relación entre arte, censura y libertad de expresión, pero sobre todo en el éxito de audiencia de una muestra de arte. Si bien el caso Kusama es muy distinto, aparece la cuestión de el arte contemporáneo como evento de público masivo. La pregunta que me voy a hacer en estas páginas es ¿por qué es tan atractiva esta muestra? ¿Cuál es el imán para que todo el mundo quiera visitar un museo? A continuación algunas de mis hipótesis.

 

Tan sintética como la bandera de Japón

De chico pasaba horas viendo un atlas de hojas muy grandes y un poco amarillentas que había en casa -una antigüedad en tiempos de Google Earth- y solía quedarme atrapado en las dos últimas páginas que tenían las banderas de todos los países del mundo. Entre tantos colores y formas, la más sintética y pregnante sin lugar a dudas era la de Japón. Fue una de las primeras que memoricé: un círculo rojo sobre un fondo blanco. El sol naciente, pero también un punto, la unidad gráfica más simple, la perfección, una esfera. Uno puede proyectar tantos significados y sentidos sobre un círculo rojo que sería inagotable la descripción. Como describí anteriormente, el exterior de MalBA tiene todos los árboles cubiertos por una tela roja a lunares blancos que llegan hasta los tres metros de altura. Es la bandera de Japón invertida. Tiene la misma simplicidad, pero está entramada. Esta primera intervención urbana es disfrutada por la gente que circula en los cientos de miles de autos que pasan a diario por Figueroa Alcorta volviendo del centro. Me imagino que es una puerta de entrada y recordatorio muy importante para que nadie olvide darse una vuelta por las salas de MalBA y ver cómo continúa la historia. Si prestan un poco más de atención pueden ver que todo el vidrio de la fachada del museo también se encuentra intervenido con lunares rojos. Hay algo especial sucediendo dentro de este edificio y se presenta a los transeúntes no acostumbrados a ver arte como algo bastante accesible: son puntos. No hay figuración, no parece una obra "difícil" y tiene algo del mundo de lo que aprendieron el marketing y las marcas del arte en la escuela de la Bahaus: síntesis y prestancia. Esta es primera clave del éxito según mi punto de vista.

 

Los que no pasan por la puerta también se acercan

No alcanza con dos obras atractivas generosamente compartidas al público para garantizar la afluencia de público. La mística que gira alrededor de esta artista -que en este momento tiene 6 muestras exitosas en distintos lugares del mundo en paralelo- ayudan. Y de qué se trata: una nota de Mercedes Pérez Bergliafa en Clarín se titula “Yayoi Kusama: hago mis obras para sobrevivir al dolor, al deseo de muerte”…"una delicada locura" y "loca como tu madre" fueron otros de los títulos de la enorme cantidad de reseñas de prensa -a las que se suma la que estoy escribiendo- que se están escribiendo. Y se ve qué hay algo del morbo que está dentro de la clave de la masificación. Cuando ocurre un accidente o pasamos cerca de un moribundo, nos sentimos atraídos por una fuerza que nos supera. Los noticieros saben bien cómo manejar este recurso para mantener a su audiencia pegada a la pantalla. Una parte de ese tipo de estrategias opera a la perfección en esta muestra: una persona que se encarga de decir a voces que si no hace arte se suicidaría hace que todos queramos ver qué es lo que mantiene viva a Yayoi. Esta podría ser una segunda explicación, pero tampoco es suficiente.

 

El efecto redes sociales

Son muchos los que se sacan fotos con los árboles intervenidos y las suben a las redes sociales, pero también en el interior del museo hay varias instalaciones que dan muy bien en cámara. En el mundo de Instagram y Facebook, todos quieren tener fotos en entornos atractivos a cambio de que sus amigos les den un like. Este fenómeno está generando colas en los museos de todo el mundo. En este sentido, la muestra se acerca a la estrategia que siguen líderes como la TATE, el MoMA y muchas bienales que consiste en invertir en instalaciones que produzcan buenas fotos. El arte inversivo que tuvo por nuestras latitudes pioneros como los artistas del Di Tella en la Argentina, Helio Oiticica en Brasil y Jesús Soto en Venezuela, hoy es una garantía mucho más sólida que una pintura a la hora de atraer público. Si bien algunos lo hacen, son pocos los que se sacan fotos frente a un cuadro o una escultura y casi nadie puede evitar el impulso de sacar el celular y fotografiarse dentro de una de las instalaciones de Kusama. Una de ellas consiste en un cubo de espejos en el que se entra de a pocos y se cierra. Uno queda encerrado en uno de los obsesivos mundos propuestos por la artista: una con todo el piso cubierto de unos falos de tela blanca con puntos rojos que se reproduce al infinito en el juego que producen los espejos. Para cualquiera que no conozca la obra y ve la foto, es fácil de relacionar con los árboles del exterior. El deseo por visitar la muestra crece. No es la única instalación en la que la gente se fotografía; también lo hacen en Infinity Mirrored Room – Filled with the Brilliance of Life -Sala de espejos del infinito. Plena del brillo de la vida, 2011-, otra sala con espejos, agua en el suelo y lucecitas flotantes que cambian su color y en I’m Here, but Nothing -Estoy aquí, pero nada, 2000-2013-, una sala con luz negra y puntos de colores flúo que cubren con una estricta grilla todos los elementos de la habitación. La pieza que se destaca como hit en cuanto al atractivo para los adictos a las redes es The Obliteration Room -La habitación del borramiento, 2002-2013-, una sala toda pintada de blanco, con sillas, lámparas y todo su contenido del mismo color en la que se propone una interacción que consiste en jugar a ser artista: a todos los visitantes les dan una plancha de stickers circulares de distintos tamaños y colores vivos para romper con el blanco. En Youtube se pueden ver vídeos tipo time lapse, en los que se ve cómo la gente llena los espacios con estos círculos. El espectador protagonista, también es invitado a poner su toque personal en las salas y extiende el gesto de pegar círculos en su ropa -con la que luego circula por la ciudad-, en su piel y en el mobiliario urbano que rodea el museo. La participación de la gente en la creación y difusión de la muestra puede ser un eje central que hace que la muestra funcione.

 

Los detractores colaboran con el éxito

Para que Superman exista, necesita de Lex Luthor. Esta fórmula que es tan vieja como funcional, también se puede aplicar en el mundo del arte. Tal vez por la simpleza de la obra, por sus aspectos "pop" -arte popular que puede ser entendido fácilmente por las masas contrapuesto a un arte más erudito que deja afuera a la gente común- o simplemente porque el éxito ajeno produce envidia en los pares, están los artistas y gente del mundo del arte que se presentan como enemigos. Y, volviendo al punto anterior, twitean frases denigrando la exhibición de la japonesa esperando desprestigiar y no hacen más que continuar construyendo su éxito. Kusama produce fanatismo y como consecuencia tiene gente que la ama y gente que la odia. Todos hablan bien o mal, pero de ella. En idioma Quijote/vedetero podríamos decir: "Ladran Sancho, señal que cabalgamos". Y esa podría ser la cuarta razón para el éxito.

 

¿Quién es Yayoi Kusama?

Me extendí analizando el éxito de la muestra y aún no la presenté. Yayoi nació en una familia de clase media alta de Matsumoto, Japón en el año 1929. Sus padres eran comerciantes y ella comenzó a experimentar con el arte a los diez años de edad. Tras estudiar los estilos típicos del Japón, Kusama recibió fuertes influencias de las vanguardias occidentales. Esta tendencia se consolidó en en 1957 cuando decide mudarse a Nueva York -en el momento en el que el arte estaba mudando su centro de París a la gran manzana-. En esta ciudad era muy fuerte el crecimiento del expresionismo abstracto en la pintura y luego de géneros más experimentales como las instalaciones y performances. Unos años más adelante Kusama encuentra su lugar en la estética del Pop Art compartiendo escena con grandes como Andy Warhol y George Segal. Luego aprender mucho, en 1973, vuelve a Japón en un estado mental delicado. Desde 1977 vive en un hospital psiquiátrico que queda cerca de su estudio en el que trabaja todos los días.

 

Las obras expuestas

Más allá de las intervenciones e instalaciones que describí anteriormente, la exposición Obsesión infinita incluye las series más importantes de sus casi seis décadas de producción. Entre los cuadros más clásicos, me llamaron la atención sus Infinity Nets -Redes infinitas- de los años 50 en las que teje pacientemente con su pincel enormes tramas a partir de arcos muy pequeñas siguiendo patrones rítmicos. También ocupan un espacio destacado las Accumulations sculptures -Esculturas de acumulación-. Lo que menos interés me produjo son los registros de sus performances y happenings realizados en Neva York en los años 60, ya tienen poca carga personal y son muy similares a experiencias realizadas por otros artistas. Cuando estas acciones incluyen su sello -los lunares- como en Self-Obliteration -Autoborramiento- se vuelve a encarrilar con su trayectoria. Existe también una gran diferencia cualitativa entre sus pinturas y sus instalaciones recientes. Mientras su obra pictórica del siglo XXI se presenta con una mayor distancia del espectador, las salas con puntos, falos y espejos, logran meter literalmente al público adentro de la obra y sentir una experiencia única. Loca, lunática y a lunares repetidos por cientos.

El montaje de la exhibición curada por Philip Larratt-Smith -Vice Curador en Jefe de Malba- y Frances Morris -jefa de colecciones internacionales de Tate Modern, Londres- es muy preciso en la forma en la que nos va metiendo en la lógica de la obra hasta quedar encerrados en sus instalaciones al final del recorrido. Como bonus track en el piso de abajo se propone el cuarto blanco para intervenir.

En un ensayo, la artista explica su obsesión: "El lunar tiene la forma del sol, que es símbolo de la energía del mundo y de nuestra vida, y tiene también la forma de la luna, que es la quietud. Los lunares no pueden estar solos, como sucede con la vida comunicativa de la gente, dos o tres o más lunares llevan al movimiento. Nuestra tierra es sólo un lunar entre los millones de estrellas del cosmos. Los lunares son un camino al infinito. Cuando borramos la naturaleza y nuestros cuerpos con lunares, nos integramos a la unidad de nuestro entorno. Nos volvemos parte de la eternidad”.

 

Persistencia retineana

Salgo del museo y el cielo sigue celeste, sin nubes. Sin embargo, lo veo lleno de puntos y de colores que, como extrañas nubes geometrizadas me acompañan por un par de cuadras, hasta que finalmente el efecto Kusama se me pasa.

 

La síntesis, la presencia de obras en la calle, la prensa inquieta por su locura, las obras inmersivas e interactivas, la gente con ganas de compartir experiencias en las redes sociales y la repetición obsesiva del punto tal vez sean algunas de las justificaciones para explicar algo que me alegra mucho: ver un museo en Buenos Aires lleno de gente. Punto final.

Redacción Adlatina

Por Redacción Adlatina

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