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EL ESPACIO DE ALBERTO BORRINI

¿Cuál fue la palabra del año en 2015?

El columnista de Adlatina señala que la Fundación para el Español Urgente acaba de elegir la palabra que más se ha destacado este año: “refugiado”. Luego, realiza una reflexión sobre la opacidad de muchas palabras usadas coloquialmente y reiteradas tanto, que pierden su sentido original.

¿Cuál fue la palabra del año en 2015?
Borrini: “Las palabras, que al principio y hasta no hace mucho, ayudaban a comprender las cosas, ahora se esmeran en disimularlas o directamente ocultarlas”.

Una entidad para mí desconocida hasta ahora, la Fundación para el Español Urgente (¿Qué apura a una lengua que tiene miles y miles de años?), acaba de elegir la palabra que, a su juicio, y después de contemplar varias alternativas, se llevó las palmas: “refugiado”. Parece razonable, porque en verdad se la meneó mucho en 2015, aunque no se tuvo en cuenta si realmente su reiteración ayudó a la causa humanitaria que representa.

Pero basta con mencionar cuál fue la que defendía el título, “selfi”, adaptación al español de la inglesa selfie, escogida en 2014, para comprobar la superficialidad y espíritu mediático de este certamen. Pero en una época en que todo o casi todo reviste este carácter (fiel trasunto de que sólo existe lo que puede fotografiarse o televisarse), clamar por una mayor presencia de las ideas en los medios audiovisuales sería lo mismo que indignarse porque no hay agua en el desierto.

Los mayores estudiosos de las palabras fueron consultados, aquí y en otras partes. Según uno de los más próximos, Pedro Barcia, de la Academia Argentina de Letras, “refugiado” sobresalió porque “tiene intensidad semántica y pone de relieve lo lábil de la condición humana en su ámbito natural”. De acuerdo, pero con el mayor respeto, porque admiro a Barcia, pienso que podría decirse lo mismo de la mitad de las palabras que usamos, desde “boludo” hasta “corrupto”.

Lo que llevaría a la conclusión de que las palabras, que al principio y hasta no hace mucho, ayudaban a comprender las cosas, ahora se esmeran en disimularlas o directamente ocultarlas.

Sea como fuere, debo reconocer que en mi familia la decisión sobre la palabra del año, causó efecto y nos impulsó a que compitiéramos por descubrir cuales serían las que aflorarían si la elección se realizara localmente. Surgieron varias, que paso a consignar: “grieta”, “subsidio”, “dólar”, “cambio”. Y también “solidaridad”, a raíz de que un año con altas tasas de pobreza, ignoradas oficialmente, motivó que los argentinos ejercitáramos el que acaso es nuestro mayor atributo nacional: compadecernos del prójimo y pasar a la acción individual para paliar sus privaciones y sufrimientos.

Con respecto a “refugiado”, me pareció muy atinado el comentario de un colega español, para quien la reiteración del sustantivo, enfatizada por el premio de la Fundación de Español Urgente, no hizo más que banalizar el angustiante problema, porque los flujos de migrantes en Europa no se detuvieron sino que, por el contrario, crecieron.

En efecto, 2015 fue uno “de los años más calamitosos que Europa haya conocido desde hace mucho tiempo”. Porque pese a la buena voluntad de algunos funcionarios europeos, en el año en cuestión 3.770 desdichados que huían de sangrientas guerras civiles y de tiránicos regímenes dictatoriales murieran devorados por el mar.

 

 

Alberto Borrini

Por Alberto Borrini

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