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EL ESPACIO DE JORGE DELL’ORO

¿Se feminiza la política argentina?

Ante la protagónica actuación de dos candidatas con vistas a las futuras elecciones del 28 de octubre, Dell’Oro se pregunta qué diferencia existe y cuál no debería existir entre hombres y mujeres para ese rol. El riesgo de hacer un discurso de nueva política desde el otro sexo.

¿Se feminiza la política argentina?
“Ninguna construye su discurso a partir del género; saben que eso es excluyente”, dice Dell’Oro.

Como primera respuesta podríamos decir que sí. De los catorce candidatos a presidente de la Argentina, tres son mujeres y dos de ellas tienen posibilidades de llegar a un ballotage y dirimir así quien será, finalmente, la presidenta.

El poder prêt à porter, como algunos lo definen, es un fenómeno en la política que poco tiene que ver con el género.

El discurso de hacer una nueva política desde el otro sexo puede tener sus riesgos, como acotar su posicionamiento a un sector del electorado. Pero serán las ideas y los resultados que éstas produzcan, las que le darán o no a la gente, posibilidades para mejorar su calidad de vida. Podríamos decir que dicho discurso debe tener mucho de laboratorio intelectual y poco o nada del departamento de marketing.

Las mujeres en política y con poder político no son un fenómeno tan reciente. Golda Meir, Indira Ghandi, Benazir Bhutto, Margaret Thatcher, fueron sin duda jugadoras importantes en los destinos de sus países dejando un sello muy distintivo y fuerte, que cualquiera de sus alternativas.

Sin embargo, estas mujeres lograron el poder, usaron al poder, como lo habría hecho cualquier hombre. Sus rasgos femeninos eran reservados a su vida íntima, y fueron en lo público un modelo de igualdad entre los sexos.

Mucho se habla de la mujer política como un aporte “más humano y acogedor” que las prácticas políticas de los hombres. Como si el ejercicio del poder, mayoritariamente masculino, fuera la causal de la corrupción, las guerras, y todas las calamidades que asolan el planeta Tierra.

Los delitos de corrupción protagonizados por mujeres políticas de nuestro país, y las actitudes de Golda Meir y Margaret Thatcher, llamada la “Dama de Hierro”, a quien no le tembló la mano para llevar a su ejército a la guerra, demuestran que los males del poder no tienen sexo.

Hoy muchos asesores de comunicación política recomiendan a la mujer que actúa en política, o que está en campaña electoral, que debe necesariamente mencionar sus tareas de ama de casa, o contar cómo le da de comer a sus hijos. Se cree que mostrar la intimidad de la vida cotidiana es un símbolo de transparencia, e ingenuamente se estima que todo lo transparente es bueno.

Tampoco debe forzarse el discurso de género ni debe ser tan distinto al de los hombres.

El aumento de la actividad de la mujer en el campo político no parece ser la respuesta a la crisis de representación que reclama la sociedad sobre la manera de hacer política. Ninguna de las candidatas argentinas con posibilidades de llegar a la presidencia parecen representar a la feminización de la política. Son un exponente más de la oferta electoral que los ciudadanos tenemos para votar el próximo 28 de octubre.

Ninguna construye su discurso a partir del género; saben que eso es excluyente, saben que su electorado también es masculino, y que cuando les toque gobernar lo deberán hacer para todos.

Lo importante, como en todo, es que lo hagan con honestidad y pensando en la gente.

 

Redacción Adlatina

por Redacción Adlatina

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