Gabrielle Bonheur -así se llamaba- nació en una familia muy carenciada. A los doce años, al perder a su madre, pasó al cuidado de unas monjas y allí aprendió a coser. Ya adolescente, dejó el orfanato para comenzar a trabajar en una mercería a la vez que actuaba en
Ya veinteañera conoció a un joven adinerado que le financió la apertura de una sombrerería. En
Sus diseños eran lo que pretendían ser: sencillos pero atractivos, fieles al rechazo de todo lo que no respondiera a la cotidianidad y con una gran dosis de sentido común. Su gesto creador era un gesto subversivo porque rechazaba la opresión del ceremonial. “Su inspiración natural dio origen a una moda que, paradójicamente, consistió en aliar la funcionalidad con un refinamiento extremo. Una moda que es imposible disociar del espectáculo de nuestro tiempo”.
Parecía invencible, y la magia de su extraordinaria capacidad de seducción aportó al triunfo de su empresa. Pero a pesar del éxito vivió como exiliada pues fracasó en lo que mas le importaba: su vida de mujer.
La creación que mas recuerda a
Lo que impresiona, y aquí radica el sentido de este libro, es el arte con que supo hacerse ininteligible, y una vez alcanzado su objetivo, la constancia con la que se mantuvo en esa simulación como en la mas hermosa de las prisiones. Vivió presa de la leyenda”.