El hombre lee para saber. Lee para informarse. Lee para disfrutar. Y lee también para identificarse con ideas que ya posee, como reafirmación de un espíritu de pertenencia. En ese sentido, un texto agudo y sagaz sobre los lectores norteamericanos –y su relación con los diarios de cabecera– podría servir para extraer variadas conclusiones de uso universal.
Por Edgardo Ritacco (*)
Un colega y amigo que está trabajando en Estados Unidos me envió días atrás un pequeño texto que condensa, en muy pocas líneas, una excelente descripción sociopolítica del país del Norte a partir del diario que lee cada individuo o cada sector social.
Vale la pena reproducirlo porque, insisto, pocas veces se ha dicho tanto en tan pocas líneas, con tanta agudeza e intención, de los distintos estratos sociales y psicológicos de un país.
Veamos:
“1• The Wall Street Journal es leído por la gente que gobierna el país.
2• The New York Times es leído por la gente que piensa que está gobernando el país.
3• The Washington Post es leído por la gente que piensa que debería estar gobernando el país.
4• USA Today es leído por la gente que piensa que debería estar gobernando el país pero que no entiende al Washington Post.
5• The Los Angeles Times es leído por la gente a la que no le molestaría demasiado gobernar el país, si dispusieran de tiempo para eso.
6• The Boston Globe es leído por la gente cuyos padres gobernaron el país.
7• The New York Daily News es leído por la gente que no está demasiado segura de quién está gobernando el país.
8• The New York Post es leído por la gente que no se hace cuestión de quién está gobernando el país, siempre y cuando esos gobernantes hagan algo escandaloso.
9• The San Francisco Chronicle es leído por la gente que no está muy segura de que haya un país, o de que alguno lo esté gobernando.
10• The Miami Herald es leído por la gente que está gobernando otros países”.
Al margen de la inteligencia y agudeza del comentario, habrá que coincidir en que la estratificación ideológica de la sociedad norteamericana es mucho más marcada que la de la Argentina, porque sería muy azaroso repetir un esquema parecido para nuestro país y nuestros diarios. Un experto alemán en periodismo gráfico, Klaus Vogelsanger, decía, allá por los años ‘70, que cuando el diario se selecciona sobre bases individuales –esto es, cuando su elección no es el resultado de alguna decisión consensual, como puede ser en el ámbito familiar, un diario para toda la casa– su formato, estructura y patrón de selección de noticias es inusitadamente parecido al de su comprador. “Un diario conservador es incómodo para las manos de un lector liberal, y viceversa, salvo que su compra se deba a un objetivo muy específico, como la preferencia por una sección especial que no aparece en los de la competencia, o, muy esporádicamente, el seguimiento de alguna firma conocida en áreas de política o espectáculos, sobre todo”, decía el analista.
Los ingleses –grandes lectores de diarios, al punto de que siguen manteniendo su liderazgo en la estadística de ventas por número de habitantes en todo el planeta– jugaban décadas atrás a un pasatiempo callejero (que todavía recuerdan los más veteranos habitantes de Londres y sus suburbios) que consistía en adivinar, cerca de las puertas de los negocios de ventas de diarios, qué periódico compraría cada individuo que ingresaba al local. Desde un pub cercano, o en la misma calle, los por entonces jóvenes competidores escudriñaban al inminente comprador y apostaban al título que llevarían bajo el brazo al retirarse de la tienda. “Era muy difícil confundir a un lector del Times con uno de The Sun –dicen ahora al rememorar el juego–, pero no era tan fácil distinguir al de The Independent”.
En la Argentina, por cierto, el target principal de Crónica tiene componentes diferentes al de La Nación, pero ninguna regla parece segura, si de resucitar el viejo juego londinense se tratara. De todas maneras, el extracto de texto norteamericano no habla tanto de las características generales de los lectores sino de su relación específica con el gobierno, el poder y la organización del país. Por eso demarca los que manejan el timón (WSJ), los que creen empuñarlo (NYT), los que suponen merecer ese rol, los que vienen de una tradición familiar gobernante, y así sucesivamente hasta llegar a la cruel descripción de los lectores del Miami Herald.
Claro, las generalizaciones son espantosas. Pero a textos como el que arranca estas líneas hay que leerlos con el indispensable sentido del humor y el no menos indispensable “grano de sal” que siempre pregonan los sajones para las cosas que son entre verdaderas, sarcásticas, satíricas y un poco incómodas.
(*) Director Periodístico de EL PUBLICITARIO.