Publicidad Argentina

UN TRABAJO INÉDITO SOBRE MARCAS DE SAVAGLIO TBWA

El caso Mirtha Legrand

Esta es la primera de una serie de entregas que un equipo multidisciplinario de la agencia Savaglio TBWA, comandado por Ernesto Savaglio, presidente y director general creativo, y Omar Bello, director de investigación y planeamiento estratégico, presentará en exclusiva para los lectores de adlatina.com. En esta oportunidad, el trabajo escrito por Bello aborda a una marca pública, con muchos años,

El caso Mirtha Legrand
Omar Bello y Ernesto Savaglio, líderes del proyecto "Marca" en Savaglio TBWA.
Ernesto Savaglio se ha caracterizado en su influyente trayectoria en el trabajo sobre las Marcas por “su mirada” casi siempre diferente. El dice que una marca es cuando se marca con algo (en el sentido más amplio del concepto) Cuando algo queda. Cuando algo se modifica y esa modificación queda marcada. Y vaya, si él lo hizo. Marcó la radio en Argentina. Cambio la manera de hacer comerciales en la radio con un reconocimiento internacional. Introdujo el lenguaje de la gente en los comerciales. Marcó a Angelo Paolo de un sentido diferente (se convirtió, en su momento, en la empresa de indumentaria de mayor venta en la Argentina). Repitió la formula con Sail haciéndola sobresalir en un mercado tan atomizado y competitivo como el de la ropa, en este caso marcó a Sail introduciendo en la polémica social el tema de bulimia y anorexia. Sail triplico sus ventas. Carrefour no era el precio mas bajo, hasta que su agencia propuso que así lo fuera, cuando Carrefour apenas tenia 4 hipermercados en el pais. Le llegó un trabajo urgente donde la orden decía vender mas de 50 mil transpounder antes de tal día, él preguntó ¿qué es un transpounder? Después de la explicación él sugirió: pónganle PASE (Peaje automático sin espera) Autopistas del sol vendió 80.000 pases antes de la fecha establecida, lo que le valió el premio Mercurio. Ahora Carrefour le confió el manejo de sus marcas propias (más de mil). Acaba de ser convocado por Miami AD School para disertar en esa Universidad. Ahora, después de varios años de análisis lanza Savaglio TBWA Marca. Es un “Sofword” realizado entre el departamento creativo y el de investigación y planeamiento estratégico (IPA) liderado por Omar Bello. En esta ocasión, adlatina.com presenta en forma exclusiva y como primera entrega una trabajo de marca sobre la señora Mirtha Legrand. Al mismo tiempo, Omar Bello responderá a través de adlatina.com contenidos@adlatina.com a todas las inquietudes que seguramente surgirán ante esta propuesta que tiene indicios de polémica. Cabe recordar que sus socios, TBWA/Chiat Day, son los creadores nada más y nada menos de las marcas Evian, Apple y Absolut Vodka. EL Pum para arriba de Tinelli es marca de Savaglio, un Hombre un empleo es Marca de Savaglio y, entre tantas otras, Savaglio es marca de Savaglio. INTRODUCCION:
¿Cuál es su equivalente en marca?
Muchas veces escuchamos lo siguiente: ¿Cuánto es en años humanos? Hablando de perros, caballos o pájaros es común que se busquen comparaciones con las personas. ¿Qué edad tiene un caballo de veinte años? Comparar, pensar en términos de una escala que nos resulte familiar, puede ser muy instructivo. Para quienes estamos en comunicación, no hay escala más familiar que la de la marca. Todo (o casi, para no escandalizar) termina por mirarse desde un mismo lugar. Este “todo”, obviamente, incluye a la gente. Cualquiera está en condiciones de pensarse a partir de conceptos como: posicionamiento, imagen, ciclo de vida. Claro que la vida de “cualquiera” no nos compete. Las “marcas privadas” (la mayoría de nosotros) pueden ser apasionantes pero no son un fenómeno social. Es con famosos donde nos involucramos todos. Las “marcas públicas”. Hay variedad de “marcas públicas” y, por lo general, todas son generosas en su capacidad de enseñarnos algo. Algunas fueron esculpidas a mano por profesionales del marketing (por ejemplo, políticos), otras se formaron a partir de consejeros intuitivos; otras muchas se hicieron solas a fuerza de prueba y error. Todas, sin embargo, comparten una característica: INTENSIDAD. Las marcas y la gente pasan por procesos similares, pero es en las personas donde esos procesos se vuelven dramáticamente intensos. El paso del tiempo, la exposición; en definitiva la “cualidad humana”, desnudan los conflictos (y los éxitos) de una manera que, a veces, se nos escapa al hablar de marcas. ¿Cuál es su equivalente en marca? Es arbitrario, pero sospechamos (e intentamos probar) que un año de vida humana equivale a muchos años marca. A diferencia de las personas (envejecen, se enferman, etc), las limitaciones de una marca están más asociadas a quienes las manejan. Bien tratadas pueden arañar la eternidad. Con el presente informe, Savagliob TBWA inaugura una serie de artículos tendientes a desentrañar (con voracidad) cualquier fenómeno que pueda enseñarnos algo. Las “marcas públicas” son un número al que apostamos muchas fichas y vamos a dedicar, seguramente, varios capítulos. El tema de hoy: PERMANENCIA. ¿Por qué permanencia? No es el único tema (hay marcas fugaces muy redituables), pero es un tema importante. La permanencia es vital cuando pensamos en términos estratégicos. Nuestra elección de hoy atravesó la prueba más ácida que pueda imaginarse: Permanecer, en un país feroz contra quienes lo intentan. SEÑAS PARTICULARES: TRANSGRESORA BRUTAL ¿Hasta cuando se puede ser sexy? Alrededor de los cuarenta años, Brigitte Bardot se miró al espejo y dijo: “Basta para mí”. Terminaba de filmar la que sería su última película cuando, después de observarse cuidadosamente, decidió salir de pista. ¿Qué vio? Decididamente no vio arrugas (por lo menos, ninguna significativa). Tampoco estaba excedida de peso. Es más, para esa época, BB (como se la conocía universalmente) todavía era una de las mujeres más bellas del planeta. La incipiente madurez le sentaba bien. En su camarín, después de filmar la última toma, lo que BB vio reflejándose en el espejo fue su posicionamiento. Un conocido modisto dijo: “Después de los 25 años, una mujer no puede usar minifalda. Puede salir desnuda y enloquecer al mundo. Sin embargo, la minifalda tiene una edad límite. Pasada esa edad no queda bien. Desentona”. Como la minifalda, el mito BB era una mezcla de sexo, liberación y frescura adolescente (adolescente desde la “explosión de hormonas” y no desde la inocencia o la ingenuidad). Una combinación bien expresada por la palabra salvaje. La experiencia, la madurez; tienen poco que ver con lo salvaje. Un territorio salvaje es, ante todo, un espacio no caminado. Cuando el hombre pasa y coloniza, el espacio se doméstica. Filosóficamente, podrá (el territorio) luchar y hasta recuperar su condición. Pero la virginidad ya fue atacada. Al observar su belleza “colonizada por el tiempo”, BB entendió las causas de su éxito y las limitaciones del mismo. ¿Pudo haberse reciclado? María Callas decía: “Terminamos por odiar el don que Dios nos lega”. BB no intentó reciclarse. Un poco porque adhería a la frase de Callas, mucho porque entendió que se trataba de una tarea tortuosa y con bajas probabilidades de éxito. Lo que ocurrió después con su figura, marca la diferencia que existe entre sostenerse y mantenerse vital. Hay muchos famosos que se sostienen y pocos que se mantienen vitales. Sostenerse es bastante sencillo. Por ejemplo, los grandes monstruos de la historia del cine (Sophia Loren, Paul Newman, Elizabeth Taylor) se sostienen. Son guardianes celosos de su propio pasado. Casi no tienen lugar en el escenario actual. Objeto de homenajes, participantes activos en obras de caridad, empresarios ligados a la industria del perfume, protectores de los animales; las grandes figuras dejaron de ser marcas. Son reflejos de marcas. Envases. La vitalidad, muy por el contrario, está ligada al poder. Un poder real aquí y ahora. La posibilidad de recibir un Oscar y no un premio a la trayectoria. ¿Qué ocurre con figuras como Gassman, Alcón, Aleandro? BB, Sophia Loren, Elizabeth Taylor; son símbolos. Aunque lo sean, no pensamos en ellos como talentos. Su fama eclipsa la dimensión humana y no está anclada a una cualidad específica. Gassman, Alcón, Aleandro; son reconocidos por su talento. Son profesionales, actores; instrumentos más que personajes u objetos de consumo. Portan una fama con códigos distintos. En ellos, la permanencia está ligada a la evolución y el crecimiento. Para los símbolos el reciclaje es tan complejo que, muchas veces, el talento ocupa un lugar secundario. BB no era buen intérprete y, por tal motivo, parece lógico que su carrera se apagara con el paso de los años. En otro lugar, Sophia Loren demostró un talento notable para la actuación (ganó un Oscar a los veintitantos años), mantuvo su imagen (sigue siendo un mujer bellísima después de los sesenta); pero igualmente no pudo. Aunque nos ciega la perspectiva (como un catalizador, la fama acelera o retarda los procesos), para los famosos la vitalidad no pasa de los diez, excepcionalmente los quince años. No estamos hablando de recuerdo, cariño o nostalgia. Como señalamos más arriba, estamos hablando de poder. Todas las figuras nombradas fueron poderosas y estuvieron en el “ojo del huracán”. ¿Se trata de un proceso natural? Resulta cómodo explicarlo por el lado de la decadencia y el envejecimiento. Pero no es del todo verdad. La observación nos depara sorpresas. A nivel internacional, Madonna es un buen ejemplo de reciclaje y preservación de marca. Claro que (de nuevo el tema de la perspectiva) el total de su carrera apenas supera los quince años (está en el límite de la teoría: “Diez, a lo sumo quince”) y sus intentos por convertirse en actriz (mudarse a un territorio más estable) no vienen del todo bien. Curiosamente, uno de los casos más notables en materia de reciclaje es bien criollo. ¿Por qué curiosamente? Aunque suene a generalización, ya mencionamos que los argentinos somos poco amigables con quienes tratan de perdurar. Tenemos escasa memoria y devoramos a nuestros ídolos (salvo que, prudentemente, mueran jóvenes). Hace poco, en una entrevista, alguien le preguntaba a la nieta del actor cómico Luis Sandrini si le “pesaba el apellido”. Con irreprochable sinceridad, la joven contestó que, para su generación, se trataba de un apellido casi desconocido. Sin embargo, a la memorable lista de inventos argentinos (el dulce de leche, la biróme, el colectivo), podríamos agregar uno de los casos de marketing (pocas veces visualizado como tal) más interesantes de la historia. Para entender el caso en su total dimensión, hay que empezar por lo siguiente: 1941. En 1941 Perón y Evita no se conocían el uno al otro (tampoco habían alcanzado relevancia). La segunda guerra mundial estaba en curso y nombres como Kennedy, Marilyn Monroe, Che Guevara o Castro ni siquiera asomaban su cabeza en la arena pública. Es decir, seríamos generosos al decir que la historia “grande” del siglo veinte estaba en pañales. La realidad es que no estaba. Por entonces, un rubia joven (no más de catorce años) debutaba en cine como protagonista. De la noche a la mañana, se convertía en la razón principal de un éxito sin precedentes y lanzaba al mercado una de nuestras marcas más constantes y vitales (cierto desgaste actual no le resta mérito). El nombre de la película: “Los martes orquídeas” La marca: Mirtha Legrand. A sesenta años de su lanzamiento, la marca Mirtha Legrand mantiene una vitalidad notable. Es un icono reconocible y hasta tiene extensiones de línea (su hija en el presente y, seguramente, algunos de sus nietos en el futuro). Pasada la barrera de los setenta (en un país donde se envejece a los veinte), todavía es considerada una “diva de la televisión” (no la número uno, pero una diva al fin). Semejante estrategia no fue progresiva. La marca Mirtha Legrand figuró entre las diez personalidades más reconocidas de los cuarenta, los cincuenta, los sesenta, etc. Ya llevaba varias tapas de revista cuando Perón y Evita se encontraron. Su nombre era materia de conversación en las peluquerías mucho antes de que llegara la televisión. ¿Un figura querida? Puede ser en parte (aunque muchos lo discutirían), pero difícilmente se encuadre o explique a partir de esa concepción. La definición de figura poderosa le cuadra mejor. Asombra su capacidad para mantenerse “combustible”. Como toda marca vital, sigue irritando y generando polémica. No es, necesariamente, un símbolo que miramos con nostalgia o cariño. No nos recuerda nada ni está asociada a una época especial (tampoco tiene un talento específico). Pelea más por el Martín Fierro que los premios a la trayectoria. Preserva un notable nivel de poder que la ubica en carrera. Muy pocos rescatan su pasado (fue una figura clave del cine latinoamericano) y la mayoría cree que nació almorzando. Sin embargo, todos (en una generosa extensión etaria y social) podríamos definir su tipo y anotar en un papel alguna de sus señas particulares. Su generación desapareció y la siguiente apenas sobrevive. En el medio, Mirtha Legrand (un nombre que, como las marcas, fue inventado por un representante y no es real) se las arregló para mantenerse vital a pesar del país y las circunstancias (pensemos en las cosas que pasaron durante sesenta años). Obviamente, no es un símbolo seguido o rescatado por los jóvenes; pero tampoco es el reflejo de una marca. Un envase. Tiene un lugar por lo que es y no por lo que hizo o fue. ¿Qué enseña el caso? Básicamente dos cosas:
  • La importancia de contar con rasgos reconocibles y constantes.
  • La importancia de conocer en profundidad el propio posicionamiento.
Imaginemos que nos dormimos en 1941 durante la proyección de “Los martes orquídeas”, y despertamos en el 2000. La segunda guerra sería historia, encontraríamos a Buenos Aires cambiada (muy cambiada) y nos tendrían que explicar bastante para que logremos digerir la segunda mitad del siglo. Sin embargo, en la señora que almuerza todos los días, sería fácil reconocer los rasgos básicos de esa adolescente que vimos debutar. ¿Cuestión de combatir el paso del tiempo? Decididamente no. Cuestión de posicionamiento. Lo que podríamos reconocer con facilidad es el posicionamiento. El brief original nunca fue modificado del todo. Mirtha Legrand, encontró la forma de transportar una misma esencia a distintos vehículos, formatos y épocas. Este ejercicio de flexibilidad y constancia, le permitió sobrevivir al medio que la vio nacer (como industria, el cine prácticamente desapareció en Argentina), adaptarse a uno nuevo (la televisión) y hasta enfrentar la vejez. Cambiar y preservar lo necesario. Decodificar y observar el contexto. ¿Qué preservó? ¿Cuál era el brief original? El punto de arranque es una buena enseñanza. La marca Mirtha Legrand empezó con un posicionamiento “amplio”. Es decir, “apto para todo público”. Nada de nichos ni excesiva segmentación. Un terreno amplio para construir. Bien masivo. En sus primeros papeles encarnó a “la ingenua”. La ingenua era un modelo de mujer idealizada (“rosa”) que pensaba y sentía en términos poéticos. Muy poca o nula sexualidad. En síntesis, un modelo de consumo para mujeres y familia. Nada de riesgo o trasgresión. Virginidad y pureza hasta el matrimonio (bien en sincro con los valores de la época). ¿Por qué este punto de arranque es una buena enseñanza? La ventaja de un posicionamiento amplio es que puede, con el tiempo, incorporar matices (como finalmente lo hizo). Si hubiese empezado por un extremo (como lo hizo BB al desnudarse en los cincuenta), la continuidad se hubiese visto, al menos, complicada. ¿Cómo evolucionó la marca? La primera prueba llegó sobre finales de los cuarenta. Como modelo de mujer, la ingenua entró en crisis terminada la segunda guerra. La moda impuso un estilo más sensual. Cualquier investigación (de utilizarse entonces), hubiese sugerido los riesgos potenciales de no cambiar. La posibilidad de cambio llegó de la mano de un proyecto bien interesante: La película “El ángel desnudo”. “El ángel desnudo” tenía una escena que resultaría mítica: La protagonista debía posar “desnuda”. Aunque, en la práctica, solo se vería una parte de la espalda; la publicidad giró en torno al “primer desnudo del cine argentino”. El vehículo ideal para desprenderse de la imagen de ingenua. La película se filmó, fue un éxito increíble en varias partes del mundo, y la escena del “desnudo” resultó mítica. Claro que la protagonista fue otra (Olga Zubarry). La leyenda (coherente y confirmada en varias oportunidades por la propia protagonista), señala que Mirtha Legrand dijo no frente al ofrecimiento. Se perdió un suceso. Estaba cuidando la marca. ¿Siguió sin cambiar? Por supuesto que no, pero lo hizo a su modo. Poco a poco fue abandonando el papel de ingenua. Incorporó una sensualidad moderada (nunca los extremos) y cierta picardía, pero nunca cruzó barreras. Los rasgos se mantuvieron. Como dijimos más arriba, el brief original se preservó. Después de un paso breve por el cine “comprometido” y “pícaro” de los sesenta (espacio en el que exploró ciertas trasgresiones sin desnaturalizarse), llegó la televisión y su transformación en señora (otra vez, la anfitriona ideal para la familia). Hace poco, Cecilia Rosseto se sintió afectada cuando Mirtha Legrand sugirió que sus “ideas políticas” podrían haber afectado su carrera. El argumento de Rosseto era más que válido: “No quiero que se pongan frenos en la cabeza de los jóvenes”. Sin embargo, semejante razonamiento no contempló la mirada de Mirtha. Para alguien que piensa en términos de posicionamiento marcario, la política (fijar posición) puede resultar amenazante. Nunca sabremos lo que hay más allá del personaje. La ideología (aunque suene desagradable), también está en función de un brief. Todo se lee desde un mismo lugar: El personaje (en definitiva, la marca). Las marcas pueden comprometerse con un ideal o una causa, pero no afiliarse a un partido político. ¿Estamos frente a una carrera admirable? Aplicando una mirada estratégica (sin necesidad de incorporar criterios artísticos), estamos ante una performance admirable y, probablemente, frente a una de las trasgresoras más brutales del siglo. No hay trasgresión más brutal que la de aferrarse a un posicionamiento y sostenerlo ferozmente por sesenta años. Tamaño logro exige constancia, creencia, disciplina militar, y un descarnado conocimiento de los propios límites (quien sepa de marcas, va a entender esto mejor que nadie). Una lectura simplista podría resumir todo a: “Hacer siempre lo mismo”. La respuesta a esta lectura no viene de un filósofo, ni de un experto en marketing, sino de un cómico: Jorge Porcel. Cuando le preguntaban a Porcel si hacía reír porque era gordo, contestaba: “Engorda y después contame si se ríen con vos”. Desde una perspectiva marketinera, el trabajo de la Legrand resulta impecable. ¿Solo permanecen los conservadores? Sin duda, el modelo encarnado por Mirtha Legrand es conservador. Sin embargo, esto habla menos de ella y más de nosotros. Nuestra marca más permanente y constante es conservadora. Por algo será. Aunque el contenido vale (el tema da para un análisis sociológico), lo que nos interesa rescatar es la estructura. Entender que el éxito depende de la constancia puede resultar sencillo. Llevarlo a la práctica es el desafío. Ser constante (en un mundo que parece cambiar todo el tiempo) puede resultar trasgresor. ¿Cómo sigue la historia? Antes hablamos de desgaste. En los últimos tiempos, Mirtha Legrand se aferró a un programa (los almuerzos) y no a un posicionamiento. Está actitud parece cristalizarla. Quizás el cambio implique profundizar la veta periodística desarrollada en los últimos años, o volver actuar. El poder que preserva es importante. De nuevo, lo que haga con él depende de ella. ¿Hasta cuando se puede ser sexy? En algún punto (aunque suene ridículo), la marca Mirtha Legrand continúa siendo sexy para nosotros. La mujer que, en años marca, acumula varios siglos; demuestra que con consistencia, disciplina y ganas, se puede preservar el poder. Menuda lección para muchos de los que dedicamos nuestra vida a las marcas.
Redacción Adlatina

por Redacción Adlatina

Compartir