JWT Argentina presentó un estudio sobre los jóvenes argentinos. Para ello contó con la colaboración de la Licenciada Graciela Peltz, quien aportó sus conocimientos técnicos sobre la problemática adolescente y la dinámica de grupos.
Como resultado de este sondeo surgieron siete ejes de significados que atraviesa hoy el universo joven: lo virtual, la credibilidad, los conectores, la realidad inmodificable, lo visual, el no sentir y el futuro.
El estudio muestra que una de las características más negativas que sufren los adolescentes de este nuevo milenio, es que viven en una sociedad apresurada y acelerada. Esta les impone un ritmo para el que no están preparados. Les produce una maduración apresurada y una pérdida de la inocencia prematura. En otras palabras, se convierten en demasiado viejos, demasiado pronto. Se acercan a todo tipo de drogas y en muchos casos las consumen para probar y probarse que pueden hacer algo sin considerar límites, aún cuando esto les signifique riesgos.
Una juventud saturada de productos e información
Según el informe, viven presionados por los estímulos externos, la comunicación y por sus propios amigos y pares. Esto les acorta -de forma acelerada- las etapas normales del desarrollo del carácter y la personalidad. Además, según JWT, la presión por el rendimiento escolar y la competencia, marca desde bien temprano la vida de los adolescentes de esta generación.
Otra de las presiones que sufren estos jóvenes según la investigación es por la escasez de trabajo en su futuro y la cada vez mayor exigencia de preparación hace que los padres proyecten esta tensión.
“Interesa el anonimato, ahí podés no ser nada”
En proceso de armar su estructura de personalidad, en trance y en duelo por la pérdida de identidad y rol infantil, el adolescente se interna en un mundo virtual menos agresivo, propio, no adulto, que puede manejar y controlar, afirma el estudio.
Por otra parte, el hogar del adolescente de hoy es el paradigma virtual. Lugar desde donde se defiende ante las fuerzas de lo real al encontrarse inmerso en un mundo regido por lo aparente. La crudeza de lo real asusta; aleja y coloca al joven en situaciones de dolor e incertidumbre.
Según los datos obtenidos, los internautas se conectan todos los días para obtener la adrenalina de ser como quieren, al mismo tiempo que buscan un espacio de pertenencia, único y diferencial del mundo del adulto. Se encuentran así, cercanos a vivir la posesión del sitio, lugar, espacio, web, ciber, computadora, sólo de ellos.
Este fenómenos se da porque en la red el joven no necesita mostrar cómo es en realidad. Puede ser otro, jugar y crear personajes que le gustarían ser. Puede simplemente hacer un identikit de sí mismo, cambiar su nombre, crecer en tamaño, obtener un cuerpo de acuerdo a su gusto. Siente que así puede mantener bajo control alguno de los aspectos del mundo tan cambiante en el que se encuentra inmerso.
Decide elegir y mostrarse como una persona que modela según ciertos códigos de fantasía. No puede ser lastimado, no puede ser evaluado. Puede ser lo que él y su interlocutor quieran. No expone quien verdaderamente es. Le permite la diversión con desconocidos sin tener que ganar, perder o simplemente dar explicaciones, “nunca vivirá la frustración de no ser lo esperado”, resalta el estudio.
El espacio virtual es una conquista del joven de hoy. Le ofrece el lugar dónde se puede encontrar con lo que quiere ser. Le posibilita la satisfacción de significados y sentidos. A la vez, que le genera el suficiente aislamiento y soledad que su etapa de crecimiento le demandan.
“Creo en lo que veo”
Según el estudio, el mundo de hoy se encuentra regido por la falta de credibilidad en las acciones y en las palabras del hombre. Los códigos fundamentales de comunicación del hombre están en bancarrota. Se han perdido los valores sociales. Se perdió la calidad de lo creíble. Se desarticularon los ejes de significados que dan sentido a nuestras acciones, que nos orientan y guían.
Los adolescentes necesitan para separarse y crecer, atreverse a cuestionar el mundo del adulto. Viven una situación extrema de crisis provocada por el proceso de establecimiento de su identidad, en dónde se sitúan frente a los otros en una actitud de cuestionamiento de todo.
La investigación concluye que ellos cuestionan el mundo del adulto por considerarlo falso. Desvalorizan su palabra. Sienten que se manejan con reglas ambiguas donde todo es posible y no hay verdad. No pueden creer en casi nadie. Sienten que tienen pocos referentes para idealizar. Y el afuera les reafirma esa posición.
Y Argentina funciona aún más con una cultura que se articula como un fiel exponente de esa falta de credibilidad. Genera sentimientos de gran imposibilidad de los jóvenes para creer en la palabra de los adultos. Muchos programas de la televisión Argentina adhieren a la formación de esta cultura. Los acontecimientos que se sucedieron en el país latinoamericano, a fines del 2001, apoyan este imaginario. Luego los Estados Unidos, con la guerra de Irak, vuelven a focalizar esta falencia que surge como una fuerte dificultad del principio del milenio.
“Se agrupan por intereses”
Hay elementos que funcionan como conectores y que son utilizados por los jóvenes adolescentes para establecer su unión y a la vez su diferenciación con el resto de la sociedad. Son y están en igual nivel de importancia la web, la música, la droga, las tribus, la ideología generacional e internet.
La comunicación a través de la web surge como el conector por excelencia. Es el espacio exponente de la época para el desarrollo del intercambio grupal que les permite jugar y divertirse. Es un refugio de necesidad vital. No conciben no estar conectados diariamente chateando y hablando con amigos. Representa un lugar de reunión semejante al de la confitería o el café de otras épocas. Se sienten protegidos y auténticos conectándose con sus pares en ese mundo único que los diferencia fundamentalmente de los códigos adultos.
Según los datos obtenidos, otro conector que funciona como especial e indisoluble para el mundo adolescente es la música. En los ámbitos de recitales o fiestas es donde se reúnen para intercambiar ese lenguaje privado que no admite discusión. Logran identificarse con las bandas y músicos que les generan credibilidad. Estos grupos o personas son las depositarias de la idealización que el adolescente hoy no encuentra en otras figuras sociales. Ocupan el rol de ídolos auténticos. No los relacionan, aún cuando sean de edad mayor, con el mundo real del que descreen.
La droga caracterizada como flagelo de todas las épocas cumple en ésta el rol de conector. Su consumo es contagioso. No pueden dejar de compartir y mostrar la unión de la generación en ese punto. También sirve como espacio de búsqueda de fantasía ante la abrumadora realidad a la que están enfrentados hoy. Saben, se enteran y prueban todo a muy temprana edad.
Otro conector no menos importante es el surgimiento de tribus. Al identificarse bajo esta denominación se sitúan separados y bien diferenciados del resto de la sociedad. Necesitan mostrar que son parte de un grupo que maneja códigos y respeta normas al margen de una institución social mayor. Surgen como necesidad a partir de la visualización de una institución familiar disgregada y en decadencia. Se viven graves falencias, padres ausentes, soledad, falta de posibilidad de identificación con un otro significativo.
El armado de un personaje compartido por un grupo estereotipado protege frente a las carencias y los problemas de identidad. Es una manera de escapar a los mandatos familiares. Los estereotipos son: darks, rollingas, punks, hardcore, alternativos, artis, cumbia, hiphop, rugbiers y ubapolíticos.
Internet se plantea como un eje de apertura a variados pensamientos e ideologías. Esta generación desarrolla una visión global como nunca antes la tuvieron las generaciones que les precedieron. Ese estilo los acostumbra a su vez a la rapidez y a la instantaneidad. La computadora y la participación en la red permiten la posibilidad de adquirir información a una velocidad impensable.
“No hay proyecto para adelante, lo que hay no te estimula”
Muy tempranamente, los adolescentes se enteran de todo, sin anestesia y hasta muchas veces sin filtro familiar y se encuentran ante una realidad social y de familia que viven como “inmodificable”. Por tal motivo, no creen que ellos puedan hacer y cambiar algo.
La investigación demuestra como ello se sienten limitados, tanto desde el pensamiento como desde la acción, para modificar esa realidad que se les impone. La gran cantidad de hogares con problemas económicos y de inserción laboral, las necesidades de todo tipo no resueltas que sufren sus padres y familiares muestran al adolescente un afuera con escollos difíciles de superar. Ante este contexto muchos jóvenes adoptan una actitud pasiva y contemplativa de la vida. Se sitúan frente al mundo a la espera de soluciones provenientes del exterior.
Pero, en los últimos tiempos el auge de elección que realizan entre carreras humanísticas tales como sicología, sociología, periodismo, comunicación social, patentiza el creciente deseo de esta generación de encontrar respuestas, buscar sentido y entender el mundo.
“La tecnología los condiciona a no buscar, a no investigar”
Hoy el uso de la comunicación humana a través de la palabra ha perdido peso, de la misma manera que lo ha hecho la lectura, que lucha encarnizadamente por sobrevivir frente a la adhesión provocada por los medios visuales, enuncia el informe. El estilo que manejan y usan las nuevas generaciones es el de la “no palabra”. Dada la significativa influencia de la computadora y los medios audiovisuales, los jóvenes cibernéticos de esta generación, procesan e incorporan la información por medio de imágenes narrativas.
Muchos estudiosos sociales afirman que esta generación desarrollará una visión visual y global como nunca antes la tuvieron las generaciones que les precedieron acostumbrados a las imágenes, a la rapidez y a la instantaneidad. La computadora y la participación en la red permiten la posibilidad de adquirir información de manera muy atractiva y a una velocidad y calidad antes impensable, acostumbrándolos a querer y obtener las cosas ahora mismo.
“No tengo posibilidad de pensar quien quiero ser y construirme”.
Ante la vida cotidiana de nuestros días reales, se le presenta al adolescente la urgente consigna de “evitar sentir”, de anestesiarse para atravesar en forma casi irreal el dolor provocado por la visión de crisis del mundo.
Hoy muchos adolescentes se cuestionan filosofando sobre el sentido de la vida en el mundo. Muchos más de estos se convierten en fundamentalistas, personajes violentos que actúan en represalia contra la sociedad, los adultos u otros adolescentes para ser ejes de cambio y sentir algo. Toman acciones por propia mano para terminar con la desdicha que les inflige la sociedad que no les gusta y les devuelve miradas cargadas de opresión y angustia.
“Le tienen miedo al futuro”
La mayoría de las novelas y películas que consumen los jóvenes, nos hablan del futuro, nos presentan un mundo pesimista. Desastres climáticos, tornados, avalanchas, todo tipo de catástrofes y destrucción de la humanidad, son los augurios de los visionarios del mañana.
El personaje de esta grupo etario viviría en un mundo donde se incrementa fundamentalmente lo tecnológico, totalmente regido por la electrónica. Estas características construyen un imaginario del adolescente del futuro abrumado y dependiente aún más que hoy por las leyes del sistema.
El mañana se presenta para ellos como un mundo que no ven, del que no son parte, y fundamentalmente temen profundamente equivocarse -presionados por destacarse-, tener éxito y cumplir con lo que se espera de ellos.
Contestar sobre el futuro surge como “la pregunta del millón”.