Guilford, uno de los principales estudiosos de la creatividad, la enmarcó como un proceso humano que se basa en la capacidad y la voluntad de darse, de entregar el si-mismo (Guilford, 1967). En esta impronta personal radica el carácter único, irrepetible y emocional de la entrega creativa y de ahí que muchas veces en nuestros países se use la metáfora del “parto” para hablar de la creación de una nueva idea o pieza artística. En el caso de la publicidad, a veces se habla incluso de un parto con fórceps, porque la creatividad tiene que responder a un marco de referencia establecido.
Otro aspecto clave del ancla emocional de la creatividad es que, frente a ella, todos tenemos una aproximación intuitiva que refleja nuestra particular forma de ver el mundo trascendiendo teorías y estudios. La creatividad abarca todo el espectro de la vida de las personas, no se puede separar por partes: “ahora soy creativo, ahora no”; y aunque puedan haber bloqueos u obstáculos, fluye a través de todas las facetas de la vida (Strong y Davies, 2007).
El debate racional-emocional entra aquí en el juego. Ya parece que estamos todos llegando a la misma conclusión de que esta separación es artificial (en nuestra mente, nuestra experiencia y también en el brief creativo). Las explicaciones racionales no son capaces de responder a la vida en su totalidad. El pensamiento racional es importante, pero no es suficiente, así como tampoco son suficientes nuestros instintos y emociones y por eso somos seres integrados. Uno sin el otro no tiene sentido.
La voluntad personal es el medio que permite recibir algo y darle otra forma, rompiendo muchas veces con lo esperado, pasando por el cuestionamiento y la apertura a darse cuenta de que las cosas pueden ser de varias maneras diferentes y no de una sola; hay aquí una disposición a ver y buscar alternativas en la vida, porque hay varios caminos para llegar al mismo lugar.
La motivación y la creatividad están muy ligadas: el querer moverse hacia algo tiene que ver con poder actuar de manera creativa; pareciera que lo contrario, la desmotivación o desinterés hacen más difícil que emerja del individuo. Teresa Amabile, una de las estudiosas recientes sobre la creatividad, dice que hacen falta tres componentes para desplegar todo su valor (Amabile, 1998): experiencia, motivación y emoción. Así como también disposiciones personales como flexibilidad, apertura, imaginación y fluidez. La emoción es catalizador del proceso creativo porque implica al individuo como un todo.
Antes, durante y después de los momentos creativos existen emociones que pueden estimular o frenar su fluidez. La mayoría de las emociones relacionadas a la creatividad parecen ser positivas: deseo, alegría, excitación. Pudiera haber aquí una relación virtuosa, ya que los estados afectivos positivos la estimulan; sin embargo, las emociones negativas también pueden servir de orientación para mostrarnos que vamos por mal camino (frustración, miedo, desesperación, incomodidad). La angustia, por ejemplo, puede vincularse a aspectos reconfortantes o tensos del proceso de creación. Una base de tensión (entendida como activación emocional y no necesariamente sufrimiento) es indispensable como estímulo a la creatividad.
Como en cualquier emoción hay un correlato corporal porque las sensaciones en el cuerpo son como faros que guían al creativo a darse cuenta cuándo una idea es verdaderamente buena (novedosa, original y capaz de solucionar el problema) en comparación con otras ideas que van saliendo en el camino pero que no tienen la misma potencia. Estas sensaciones ayudan a detectar las buenas ideas, de manera intuitiva, con una intuición formada y educada por el entrenamiento, la práctica y la apertura a nuevos estímulos; así, cuando llega la idea, se siente en alguna parte del cuerpo (el estómago, casi siempre).
El mayor peso de las emociones en el proceso creativo está entonces en dos aspectos cardinales. Primero, la entrega personal: me estoy entregando como persona en cualquier idea que creo, hay un parte de mí que sale hacia fuera; esto compromete y moviliza interiormente. Segundo, y más vinculado con el aspecto vocacional, la creatividad es también una orientación de vida y por tanto una fuente de realización. De ahí que la mayoría de los creativos seamos muy felices ¿o no?