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REFLEXIONES LIGERAS

En el reino del email (II)

Segunda y última parte del análisis realizado por Ritacco del medio que agrega cada día millares de adictos en todo el mundo, sus particularidades y reglas, y lo que han ido consagrando usos y costumbres en su todavía muy corta historia.

En el reino del email (II)
Por Edgardo Ritacco (*)
Aunque suene a mezcla de dos épocas muy distantes, el email tiene sus propias reglas de etiqueta. Reglas que, en la mayor parte de los casos, ayudan bastante a mantener una comunicación fluida y razonable. Después de todo lo comentado en esta columna la semana pasada, no vendría mal echarle un vistazo a lo que dice, por ejemplo, la especialista Peggy Post al respecto. Una de las recomendaciones es clásica, y vale no sólo para los emails: sea breve. Si un beneficio clave del correo electrónico es la posibilidad de conectarse en forma rápida y concisa, no habrá que desvirtuarlo enviando mensajes largos y tediosos. Peggy pide especialmente no gritar en los emails. Esto equivale a no utilizar mayúsculas salvo en casos realmente imprescindibles. Si uno normalmente no le grita a la gente en el contacto personal o telefónico, ¿por qué hacerlo por mail? Otra regla advierte contra la tendencia a enviar chistes y otros “hallazgos” a personas que tal vez no tengan el menor interés en perder su tiempo en la lectura de esos materiales. “Asegúrese de que sus envíos serán bienvenidos”, aconseja la experta. “Para ello, nada mejor que preguntar primero. Y lo ideal es hacerlo por la misma vía, el email”. Otro punto se relaciona con los archivos adjuntos, o attachments. Para ellos se recuerda que en la computadora hay pocas cosas más frustrantes que recibir un importante archivo y no tener el software apropiado para abrirlo. Los adjuntos suelen ser más fastidiosos que el spam (publicidad no querida recibida por email), por su tamaño y por la posibilidad concreta de ser portadores de virus. Peggy Post advierte también contra el abuso de abreviaturas y otros signos utilizados por los usuarios avezados del correo electrónico, cuyo significado bien puede ser ignorado por el receptor del mensaje. “Es importante ser muy claro, especialmente en las comunicaciones de negocios”, prosigue. “Es preferible abundar en algún detalle antes que dar por entendido lo que el otro puede ignorar”. Sea paciente con los tecnófobos, dice otra regla de etiqueta. Piense que los demás no tienen obligación de estar totalmente al día como usted en el uso de la tecnología. Por lo tanto, lo mejor es compartir lo que sabe y tiene, en lugar de adoptar actitudes de intemperancia o menosprecio. Peggy recomienda incorporar al email los datos personales propios, imprescindibles para que el destinatario pueda responder el mensaje si le parece necesario. Para eso recomienda cerrar los textos con la “línea de firma” (o signature line), un servicio que ofrecen muchos proveedores del servicio de email. Otra regla de etiqueta es responder lo más pronto posible, esto es, no más allá de las 24 horas de recibido el mensaje. La esencia del sistema es la rapidez, dice la especialista, y la otra parte espera que uno conteste de inmediato; caso contrario, pensará en que ha habido una actitud de desdén de su parte, o comenzará a imaginar respuestas por su cuenta. De la misma manera, Post considera conveniente utilizar el servicio de “respuesta de vacaciones” para cuando llegue ese momento del año y uno no desee seguir con el ida y vuelta de los mensajes en el lugar del descanso. Cuide las formas, dice –inevitablemente– otra de las normas. Lo que equivale a decir: no permita que el parcial anonimato del email le haga adoptar actitudes más rudas y crueles que las que tendría en una conversación frente a frente. Por último, el trabajo remata con una recomendación de prudencia en la redacción de los textos. “Aunque el email y los mensajes instantáneos sirvan realmente para el flirteo y los chismes –dice–, tenga siempre en mente que sus escritos pueden ser reenviados, accidental o intencionalmente, a otras personas, sin su conocimiento y consentimiento. Por eso sea cauto al escribir”. Es que los botones Responder y Responder a todos son muy parecidos, y lo mismo los de la función Forward: tienen el mismo color, están muy cerca y –ya se sabe–el mouse es débil. Hablando en siglas Como queda dicho, una de las advertencias de las reglas de etiqueta es no abusar de abreviaturas al redactar un email. Todo el mundo sabe que los norteamericanos son muy proclives al uso de siglas, que a menudo convierten en nuevas palabras, para mortificación de quienes deben aprender el idioma desde otras latitudes. Y bien, en el reino del email hay decenas de abreviaturas, que en general conviene conocer, porque muchos las están usando también en mensajes nativos redactados en español, sin mayores miramientos por lo que pueda saber o no el destinatario al respecto. Vayan algunos ejemplos. Cuando alguien remata su mensaje con un misterioso B4N no está aludiendo a ningún modelo de automóvil escandinavo: se está despidiendo por el momento, ya que esa expresión alfanumérica significa “bye for now”. Si, en cambio, su interlocutor escribe por allí un LOL es que se está riendo a carcajadas, y quiere que usted lo sepa (“laughing out loud”). O tal vez intercale, como quien no quiere la cosa, un extraño IAC. Pero no tema, no es una amenaza ni cosa de temer: sólo le está queriendo decir “in any case” (en todo caso), y usted deducirá que lo que viene a continuación es lo más importante del mensaje, porque es lo que el otro se dispone a hacer, cueste lo que cueste. Algunas expresiones alfanuméricas son un tanto rebuscadas (porque son más fonéticas que ortográficas). Es el caso de 2L8 –que se lee “too late” y suele acompañar a las causas sin remedio– o el de BCNU, “be seeing you”, una despedida absolutamente neutral y sin resonancias especiales. Otras, en cambio, hacen concesiones a alguna palabrota de moda, como ocurre con RTFM, sigla que invita al interlocutor a realizar una tarea no siempre grata: “read the fucking manual”. Risueñas y no tanto Pero hay otro lenguaje, independiente de letras y números, que se ha abierto paso desde hace mucho tiempo en la trama de los emails y los chats. Es el que forman los emoticons (equivalente de iconos trasmisores de emociones), también llamadas smileys. Todos conocen muy bien las figuras de la risa y del llanto :-) y :-(. Pero la imaginería mundial no se ha detenido en esas emociones básicas y ha incursionado en todo tipo de imágenes que, en algunos casos, pueden sorprender al más indiferente. Es que las smileys se utilizan muy a menudo para suavizar el impacto de algo que se acaba de escribir, algo así como decir “no lo tomes tan en serio, no es tan grave”. En la conversación normal ese efecto de alivio se suele lograr utilizando una inflexión de la voz, o apelando a un gesto o una mueca. Pero en la rigidez de un texto escrito (especialmente cuando la redacción no es demasiado esmerada), una figura gráfica puede hacer ese trabajo casi a la perfección y limar las asperezas. Obsérvense estos casos, tomados un poco al azar, y se verá lo elocuentes que pueden ser los emoticons o smileys. El único (y obvio) trabajo que tendrá será inclinar ligeramente la cabeza hacia la izquierda para interpretar mejor las figuras. :-o Equivalente al Oh! o al sajón Wow!. Ideal para reforzar una noticia sorprendente o el impacto que ha tenido una novedad en quien escribe. :-# No tema, mis labios están sellados. Especial para tranquilizar al interlocutor ansioso por conservar secretos y chanchullos varios. 8-| Ojos bien abiertos. Figura muy indicada para recomendar al otro que observe todo lo que ocurre a su alrededor y no deje pasar detalle alguno. También reveladora de sorpresa mayúscula. 8-O ¡Dios mío! Reservado para sorpresas mayores. Usar esporádicamente. :-|| Señal de ira. Puede estar dirigida hacia el interlocutor, o bien hacia un tercero que se ha mencionado. El contexto decide. :-x Un clásico beso. Si la equis pasa a mayúscula, se lo considera un beso más prolongado y de características más románticas, para decirlo de alguna forma. ;-) Un guiño de ojos, especial para insinuaciones y sobreentendidos varios. :-D Una sonrisa soberana. Que equivale a decir, en ciertos casos, “no tomes a mal lo que acabo de escribir”. Y en otros, “me estoy riendo de todo esto sin parar”. Las smilyes también son excelentes para describir personas, con un toque que combina humor con crueldad. Véanse, por ejemplo, las siguientes: (:-) Un pelado. ¿Usted lo dibujaría mejor? :-))) Para aludir a una persona muy gorda. El hombre (o la mujer) tiene triple mentón, por lo menos. Y se le nota. @:-) La arroba sirve, en este caso, para mostrar a alguien que usa un turbante. $-) Un yuppie. O alguien que ha ganado un buen dinero en un negocio. O que quiere ganarlo y lo está comunicando. O que es un ambicioso confeso. 8-) Alguien que usa anteojos y se lo acaba de mencionar. :-{) Idem, pero para alguien que usa grandes bigotes. Seguir con ejemplos sería cosa de no acabar. Sobre todo porque, como en el caso de los cuentos y chistes, la gente no deja de producir. Y mucho menos cuando, como en el caso de las smileys, el idioma es universal. Sumando y restando Hay ciertas prácticas especiales que suman y restan en la lista de utilidades del email, que ya nadie podría discutir. Las famosas cadenas de mensajes, por ejemplo, pueden ser constructivas en ciertos casos, pero en general son nocivas y molestas para quien la recibe. Curiosamente, la tabla de reglas de etiqueta no dice palabra respecto de qué comportamiento debería observarse frente a ellas. Otro elemento que ha crecido notoriamente en los últimos tiempos es el spam, un email de publicidad que nadie pide y que nadie espera en la pantalla de su computadora. Es el reemplazante contemporáneo de la fastidiosa “correspondencia basura” que colmó buzones de folletería casi siempre inútil. También ha crecido el aliasing, técnica de envío de emails sin remitente real, un sucedáneo actualizado del viejo anónimo escrito. A caballo de tantas variantes y modalidades, el email sigue su marcha, agregando miles de usuarios diariamente en todo el mundo, que quedan pegados a él como a una verdadera adicción Pero no hay que preocuparse. Porque en un mundo violento e imprevisible como el actual, todo lo que sirva para facilitar la comunicación entre los humanos es intrínsecamente bueno. (*) Director Periodístico de la revista EL PUBLICITARIO.
Redacción Adlatina

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