Como si formara parte de la pesadilla de una persona dañina y de lenta digestión, la Argentina en sus up and down característicos de la ciclotimia, declaró hace más de tres años el mayor default de la historia mundial.
Finalizado 2004, y sobrellevando la devaluación del peso argentino que triplicó el endeudamiento externo que las compañías tenían en dólares, la mayoría de las empresas privadas (estimadas en un 90 por ciento) alcanzó acuerdos con sus acreedores.
El año pasado el país cerró con superávit fiscal y crecimiento económico; se espera que, para el año en curso, continúe en esa tendencia aunque de modo más moderado. Según los economistas crecerá el empleo en aproximadamente 500 mil fuentes laborales, respecto de los 40 millones de habitantes. También preanuncian una desocupación del 11 por ciento, en baja.
De todos modos, lo que muchos argentinos se plantean es si alguna vez el país saldrá de esta tortura circular, con infinidad de conflictos y descreimiento absoluto en las áreas de poder, básicamente los políticos. El problema crucial indudablemente pasa por la gran cantidad de habitantes que caen por debajo de la línea de pobreza ante cada devaluación. En los años ’60 se calcula que el 15 por ciento de la población era pobre. Una pequeña cifra si se la compara con el casi 50 por ciento de estos tiempos.
Optimismo en el ambiente publicitario
Luego del duro traspié ocasionado por la crisis de 2001, el mercado publicitario criollo, y a pulmón, comenzó a revitalizarse. “Ya nunca serás lo que fuiste”, dice una letra de tango; algo comparable al mercado publicitario argentino que llegó a cantar casi 4 mil millones de dólares de inversión anual en los años 1998. De todos modos, frente a los paupérrimos 600 millones de dólares de 2002 se anotan aproximadamente mil millones en 2004.
Las expectativas para 2005 son alentadoras porque, a pesar de que las empresas (anunciantes) no han modernizado sus fábricas ni su capacidad de producción, hay reactivación del consumo; aunque lamentablemente sea menor la cifra de personas con esta capacidad.
Probablemente el año que comienza sea el de la renovación publicitaria de los bancos. Algo que se inició, pero tímidamente, en 2004. Las líneas de crédito, aunque todavía con alta tasa anual, ya se ofrecen para quienes se aventuran a cambiar de auto o buscan mejoras en su calidad de vida.
Los protagonistas y sus cambios de camiseta
Como en los´60, los ´70 y los ´90, una nueva generación de publicitarios -esencialmente creativos- pidió cancha libre en 2004. Y se produjo una pequeña revolución. Una especie de sismo que modificó el tablero y se dio un reacomodamiento de los protagonistas del negocio.
Agulla y Baccetti se alejaron de la publicidad; Damián Kepel y Mariano Mataloni ahora firman Kepel y Mata; Dylan Williams y Martín Mercado dejaron McCann para fundar WM Red Cell; Juan Cravero y Darío Lanis se separaron de Euro RSCG y, por estos días, están lanzando su propia agencia; Euro RSCG es ahora comandada por Fernando Vizcaíno. Se anuncia, desde hace un tiempo, el despegue de Sebastián Wilhelm y Maxi Anselmo con su agencia Santo, y en poco tiempo más se espera la presencia de la inglesa Mother de la mano de Carlos Bayala en la región latinoamericana, con cuartel central en Buenos Aires.
También hubo infinidad de pases: entre ellos, el de Lolo Longinotti -está asociado-, Hernán Jáuregui y Pablo Battle a DDB; Rafael Barbeito, Gustavo Taretto y Gabriel Vázquez a Ogilvy; Álvaro Fernández Mendy a Lowe A&B -la ex Agulla & Baccetti-. Tal vez, para que el nuevo organigrama se complete, falta el nombramiento de la cabeza creativa de McCann Erickson.
Un año que comienza, normalmente genera ilusiones, optimismo y renovación de fuerzas. La publicidad argentina ha crecido estruendosamente en su posicionamiento mundial así como el fútbol y el básquet. Ya es una de las actividades más reconocidas y más exitosas en las competencias internacionales. La especialización en piloto de tormenta de la línea empresaria y gerencial y el bien ganado prestigio de los creativos generan cada vez más negocios de exportación.
Y, aunque nadie cree ya en los espejitos de colores, todo parece encaminarse a la consolidación del negocio. Sólo falta confirmar que no resulte ser simple apariencia o como diría Jorge Luis Borges: “Una superficie de imágenes”.