De nada le sirvió a Google Brasil declarar que las actividades ilegales en las que habrían incurrido algunos usuarios –como la utilización del sitio para identificar blancos para la pedofília-, son “de naturaleza internacional” y que, por lo tanto, el asunto competería directamente a la sede madre de Google Inc., en los Estados Unidos.
José Marcos Lunardelli, juez del juzgado federal civil número 17, de San Pablo, calificó este alegato por parte de buscador como “cómodo y complaciente”. “Para vender servicios en Brasil, Google está presente, pero para colaborar con las resoluciones de crímenes, no”, caricaturizó.
Lunardelli intimó a Google Brasil a que revelara los datos requeridos por la fiscalía brasileña en un plazo de 15 días, y decretó que la compañía deberá pagar una multa de 23.432 dólares por cada día de demora, tras la prescripción del plazo. La acción judicial también obliga a Google a pagar una multa de 93.275 dólares y una indemnización –por el daño causado a la sociedad brasileña a causa de la obstaculización de la investigación- de 60,6 millones de dólares. Además, de acuerdo con un comunicado del Ministerio Público Federal, la acción solicita la clausura de la empresa en el país en caso de que Google continuara con la negativa para colaborar.
Google, que dirige el mayor motor de búsqueda y la mayor red de publicidad, apunta de manera más dirigida que otros buscadores. Cuando Google vende anuncios que aparecen en otras páginas de internet, selecciona el aviso analizando el tema de la página en que aparece.
La pregunta que continúa abierta es cuánto tiene Google que perder en el caso de que pusiera en riesgo –aunque sea circunstancialmente- el secreto identitario de varios de sus usuarios. Y lo que será reacción del buscador frente a las intimaciones de la justicia es verdaderamente un misterio, teniendo en cuenta que, por un lado, corre peligro su continuidad en Brasil y, por otro, se lo está obligando a violar una de sus políticas definitorias, que hacen a la esencia del buscador a escala mundial.
“Hemos considerado cada opción potencial de direccionamiento, y siempre regresamos a la idea de que la confianza del usuario es lo más importante”, sostuvo Tim Armstrong, vicepresidente de publicidad de Google, según una entrevista publicada en el New York Times.