Algunos de los principales conceptos vertidos por Marcos Aguinis en su exposición fueron:
• “En ‘Elogio de la culpa’, libro que escribí hace unos inspirándome explícitamente en el genial ‘Elogio de la locura’ de Erasmo de Rotterdam, expliqué que si bien la culpa jugó un papel favorable en la historia de la humanidad –porque si no existiera ya nos hubiéramos matado todos entre nosotros hace tiempo–, provoca algunas patologías que llevan a la inacción. Pero la culpa, explicaba yo allí, tiene una hija de características absolutamente favorables y que no genera patologías: la responsabilidad”.
• “Séneca dijo que para el timonel que no sabe bien a dónde va, todos los tiempos resultan adversos”.
• “André Malraux dijo que una sociedad no sólo tiene los dirigentes que se merecen, sino los que se le parecen. Los dirigentes son una suerte de espejo de la sociedad, con la que interactúan, tal como lo hacen los medios de comunicación con la sociedad”.
• “Sarmiento era un intelectual que, con un libro que tiraba 500 o 600 ejemplares, influía enormemente en su sociedad. Hoy, los intelectuales pueden firmar diez mil, veinte mil o treinta mil ejemplares, pero su influencia no puede compararse con la que ejerce un periodista, el intelectual de hoy en día, cuyas palabras dichas por televisión son seguidas no por miles sino por millones de personas”.
• “Quien está en un medio no solamente informa o transmite sino que también adoctrina, enseña. Hoy, los medios de comunicación son los maestros”.
• “Los medios deben tomar conciencia de esto, y transmitir noticias que no den lugar a equívocos. Un equívoco surge muy fácilmente en los medios, porque las cosas rara vez son lo que parecen. Un ejemplo sirve: en un teatro, poco antes de comenzar la función, un hombre estaba cómodamente acostado sobre tres butacas a la vez, con las piernas y los brazos extendidos. El acomodador se le acercó, lo observó con curiosidad y le preguntó ‘¿Está cómodo? ¿Quiere que le traiga un cafecito?’. A lo que el hombre, con cara de pocos amigos, respondió: ‘Pedazo de idiota, llamá a la ambulancia que me caí de un palco’”.
• Otro tema que hoy resulta de particular gravedad en los medios es la increíble limitación de lenguaje que exhiben. Usan un vocabulario cada vez más pobre que impide simplemente el razonamiento. Para ejemplificar esto, me parece una buena idea contarles un breve cuento folclórico. Les pido que lo escuchen con atención porque su final espectacular vale la pena”.
“Había una vez un tonto llamado Juan, quien aparentaba creer todo lo que le decían, aunque fueran las mentiras más grandes del mundo. Tenía ese tonto por patrón a un hombre muy bromista. En cierta ocasión, y como deseaba reírse de su peón, lo invitó para que fuera a su casa, donde comerían juntos, pues le dijo que había carneado un chancho.
Juan fue, y en lo que estaban asando unos chorizos, el patrón le dice al tonto:
–Juan, ¿cómo se llama esto? (señalando los pantalones).
–Pantalones.
–No tonto, esto se llama garabalata – responde el patrón.
–Garabalata –dice Juan, y se calla.
Al rato le pregunta, señalando las alpargatas:
–Juan, ¿cómo se llama esto?
–Alpargatas -dice el tonto.
–No, hombre, eso se llama chirimique –dice el patrón.
–Chirimique –repite Juan.
Luego, señalando un gato, el patrón le pregunta:
–¿Y aquello cómo se llama?
–Gato.
–No, se llama ave que caza ratas –corrige el patró.
–¡Oh!, ¡ave que caza ratas!
–Así es, y esto (señalando el fuego) ¿cómo se llama?
–Fuego –replica Juan.
–No, se llama alumbrancia.
–Alumbrancia –repite Juan.
No contento con esto, el patrón continúa haciendo preguntas a su peón y corrigiendo todo lo que éste dice. Le pregunta de nuevo, indicando un balde con agua que había allí:
–¿Y esto, cómo se llama?
–Agua.
–No, hombre, se llama clarancia.
–¡Ah, clarancia!
Permanecieron callados un rato, y el patrón que se había propuesto hacer enojar al tonto, sin conseguirlo, continuó con su bromas diciéndole:
–Oye, Juan, ¿cómo se llama esto? (señalando un inmenso trigal).
–Trigo.
–No, eso se llama bitoque –informa el patrón.
–Bitoque, repite Juan.
–¿Y eso?
–Burro –contesta Juan.
–No, hombre, eso se llama filitroque.
–¡Ah! Filitroque.
Por último señalando unos chorizos, el patrón pregunta:
–¿Cómo se llama esto?
–Chorizos.
–No, tonto, eso se llama filitraca –corrige el patrón.
–¡Ah! filitraca.
Al cabo un momento de permanecer callado, el patrón da las buenas noches a Juan y se retira a dormir, riéndose de las tonterías que le había dicho a su peón; éste piensa en vengarse del bromista.
Quedó Juan sentado junto al fuego, meditando, cuando al cabo de un rato cayó una enorme brasa en el lomo de un gato que dormía al lado del fuego; el gato, al sentir que se le quemaba el lomo, salió corriendo en dirección al trigal. Juan, todo asustado al ver que comenzaba a incendiarse el trigo, grito a su patrón:
–Patrón, póngase los chirimiques y también las garabalatas, que el ave que caza ratas se ha vestido con alumbrancia, y si no viene con clarancia se le quema el bitoque. Yo me voy en filitroque y me llevo la filitraca.
El tonto aprovechó la ocasión para llevarse todos los chorizos y huyó montado en el burro. Cuando el patrón salió, ya el trigal estaba invadido por las llamas”.
• “La pobreza de lenguaje y de vocabulario no hace más que limitar la capacidad de reflexión, es así de simple”.
• “Los medios no descuidan su responsabilidad adaptando neologismos que estén bien surgidos o expresen bien lo que pretenden expresar. No hay que temer, por ejemplo, los anglicismos: los idiomas son organismos vivos. El peligro es la limitación del vocabulario, que proviene de una ignorancia terrible y como ya dije genera una enorme limitación a la reflexión, hasta que lleva a una incapacidad total en ese campo”.
• “En ‘Elogio de la culpa’, libro que escribí hace unos inspirándome explícitamente en el genial ‘Elogio de la locura’ de Erasmo de Rotterdam, expliqué que si bien la culpa jugó un papel favorable en la historia de la humanidad –porque si no existiera ya nos hubiéramos matado todos entre nosotros hace tiempo–, provoca algunas patologías que llevan a la inacción. Pero la culpa, explicaba yo allí, tiene una hija de características absolutamente favorables y que no genera patologías: la responsabilidad”.
• “Séneca dijo que para el timonel que no sabe bien a dónde va, todos los tiempos resultan adversos”.
• “André Malraux dijo que una sociedad no sólo tiene los dirigentes que se merecen, sino los que se le parecen. Los dirigentes son una suerte de espejo de la sociedad, con la que interactúan, tal como lo hacen los medios de comunicación con la sociedad”.
• “Sarmiento era un intelectual que, con un libro que tiraba 500 o 600 ejemplares, influía enormemente en su sociedad. Hoy, los intelectuales pueden firmar diez mil, veinte mil o treinta mil ejemplares, pero su influencia no puede compararse con la que ejerce un periodista, el intelectual de hoy en día, cuyas palabras dichas por televisión son seguidas no por miles sino por millones de personas”.
• “Quien está en un medio no solamente informa o transmite sino que también adoctrina, enseña. Hoy, los medios de comunicación son los maestros”.
• “Los medios deben tomar conciencia de esto, y transmitir noticias que no den lugar a equívocos. Un equívoco surge muy fácilmente en los medios, porque las cosas rara vez son lo que parecen. Un ejemplo sirve: en un teatro, poco antes de comenzar la función, un hombre estaba cómodamente acostado sobre tres butacas a la vez, con las piernas y los brazos extendidos. El acomodador se le acercó, lo observó con curiosidad y le preguntó ‘¿Está cómodo? ¿Quiere que le traiga un cafecito?’. A lo que el hombre, con cara de pocos amigos, respondió: ‘Pedazo de idiota, llamá a la ambulancia que me caí de un palco’”.
• Otro tema que hoy resulta de particular gravedad en los medios es la increíble limitación de lenguaje que exhiben. Usan un vocabulario cada vez más pobre que impide simplemente el razonamiento. Para ejemplificar esto, me parece una buena idea contarles un breve cuento folclórico. Les pido que lo escuchen con atención porque su final espectacular vale la pena”.
“Había una vez un tonto llamado Juan, quien aparentaba creer todo lo que le decían, aunque fueran las mentiras más grandes del mundo. Tenía ese tonto por patrón a un hombre muy bromista. En cierta ocasión, y como deseaba reírse de su peón, lo invitó para que fuera a su casa, donde comerían juntos, pues le dijo que había carneado un chancho.
Juan fue, y en lo que estaban asando unos chorizos, el patrón le dice al tonto:
–Juan, ¿cómo se llama esto? (señalando los pantalones).
–Pantalones.
–No tonto, esto se llama garabalata – responde el patrón.
–Garabalata –dice Juan, y se calla.
Al rato le pregunta, señalando las alpargatas:
–Juan, ¿cómo se llama esto?
–Alpargatas -dice el tonto.
–No, hombre, eso se llama chirimique –dice el patrón.
–Chirimique –repite Juan.
Luego, señalando un gato, el patrón le pregunta:
–¿Y aquello cómo se llama?
–Gato.
–No, se llama ave que caza ratas –corrige el patró.
–¡Oh!, ¡ave que caza ratas!
–Así es, y esto (señalando el fuego) ¿cómo se llama?
–Fuego –replica Juan.
–No, se llama alumbrancia.
–Alumbrancia –repite Juan.
No contento con esto, el patrón continúa haciendo preguntas a su peón y corrigiendo todo lo que éste dice. Le pregunta de nuevo, indicando un balde con agua que había allí:
–¿Y esto, cómo se llama?
–Agua.
–No, hombre, se llama clarancia.
–¡Ah, clarancia!
Permanecieron callados un rato, y el patrón que se había propuesto hacer enojar al tonto, sin conseguirlo, continuó con su bromas diciéndole:
–Oye, Juan, ¿cómo se llama esto? (señalando un inmenso trigal).
–Trigo.
–No, eso se llama bitoque –informa el patrón.
–Bitoque, repite Juan.
–¿Y eso?
–Burro –contesta Juan.
–No, hombre, eso se llama filitroque.
–¡Ah! Filitroque.
Por último señalando unos chorizos, el patrón pregunta:
–¿Cómo se llama esto?
–Chorizos.
–No, tonto, eso se llama filitraca –corrige el patrón.
–¡Ah! filitraca.
Al cabo un momento de permanecer callado, el patrón da las buenas noches a Juan y se retira a dormir, riéndose de las tonterías que le había dicho a su peón; éste piensa en vengarse del bromista.
Quedó Juan sentado junto al fuego, meditando, cuando al cabo de un rato cayó una enorme brasa en el lomo de un gato que dormía al lado del fuego; el gato, al sentir que se le quemaba el lomo, salió corriendo en dirección al trigal. Juan, todo asustado al ver que comenzaba a incendiarse el trigo, grito a su patrón:
–Patrón, póngase los chirimiques y también las garabalatas, que el ave que caza ratas se ha vestido con alumbrancia, y si no viene con clarancia se le quema el bitoque. Yo me voy en filitroque y me llevo la filitraca.
El tonto aprovechó la ocasión para llevarse todos los chorizos y huyó montado en el burro. Cuando el patrón salió, ya el trigal estaba invadido por las llamas”.
• “La pobreza de lenguaje y de vocabulario no hace más que limitar la capacidad de reflexión, es así de simple”.
• “Los medios no descuidan su responsabilidad adaptando neologismos que estén bien surgidos o expresen bien lo que pretenden expresar. No hay que temer, por ejemplo, los anglicismos: los idiomas son organismos vivos. El peligro es la limitación del vocabulario, que proviene de una ignorancia terrible y como ya dije genera una enorme limitación a la reflexión, hasta que lleva a una incapacidad total en ese campo”.