Leo en el diario de hoy, una noticia chica y perdida entre los grandes titulares del momento: a partir de marzo próximo, la revista Playboy dejará de publicar fotos de mujeres completamente desnudas. ¿El motivo? En la era de la Internet, y de la exhibición voluntaria, este tipo de imágenes es cosa de todos los días, gratuita además. Una competencia desleal para colmo agravada por proliferación de la pornografía, según expresiones de Hugh Hefner, legendario fundador de la revista.
Rescato la novedad porque presumo que entre los jóvenes de hoy no despertó la misma curiosidad que para los de mi generación, que por tener la suerte de viajar a Estados Unidos, algo no tan frecuente como ahora, descubríamos Playboy en los estantes de las revisterías.
Desde su primer número, publicado en 1953, la revista de Hefner se autocalificó de “entretenimiento para adultos”. Era, acaso, la mejor manera de ingresar gradualmente en un mercado no explotado hasta ese momento, formado por personas de entre 25 y 35 años que no compartían el puritanismo de sus padres y carecían de sus prejuicios ante el sexo.
Fue la revista justa en el tiempo justo. Marilyn Monroe posó para la primera portada; en 1953, Marilyn había triunfado, junto a Jane Russell, en “Los hombres las prefieren rubias”, dirigida nada menos que por Howard Hawks, y no había mejor garantía que ella del contenido de la nueva revista.
Los desnudos, en especial el desplegable central en el que se estiraba la Playmate del mes, los chistes de doble intención y la interacción con lectores desprejuiciados, fueron realmente la razón de ser de Playboy durante décadas, en las cuales la revista reflejó e impulsó a su modo los cambios operados en una sociedad cada vez más vertiginosa.
¿Una Playboy sin desnudos? Difícil, sino imposible de imaginar. Pero atención, porque casi desde el principio Playboy no fue sólo una colección de desnudos femeninos, sino que buscó atraer también a intelectuales, artistas famosos, políticos y periodistas exigentes con sus grandes reportajes, cuya calidad competía con las de las fotos y mostraban una amplitud artística y ideológica realmente notable. Téngase en cuenta que por sus páginas destilaron largas entrevistas, realizadas por escritores famosos y periodistas de fuste, a Fidel Castro, John Lennon, Aynd Rand, Bertrand Russell, Dalí, Cassius Clay, Jean Paul Sartre y Orson Welles, entre otros. Fue la excusa perfecta para cobrar otra dimensión intelectual y ganar lectores de otras generaciones.
En 1953, la sociedad norteamericana, dejada bien atrás la Segunda Guerra Mundial, ya se perfilaba claramente hacia lo que llegó a ser la explosión creativa de la década de 1960, que culminó con el alunizaje que desveló a medio mundo. Hollywood también se preparaba para su adultez; ese mismo año, 1953, se estrenó “De aquí a la eternidad”, de Fred Zinnemann, cuya escena más memorable fue la tórrida escena de amor, en una playa, protagonizada por Burt Lancaster y Deborah Kerr, esposa infiel del titular de la base militar en que se desarrolla la acción.
El espectacular éxito en ventas de Playboy, que en 1972 alcanzó la circulación récord de 7 millones de ejemplares, hizo escuela y pronto brotaron sosías en otros países. En Gran Bretaña apareció bajo el nombre de “King”; en España salió “Interviú”, con los primeros desnudos del socialismo, más vulgar que los del mensuario norteamericano que la inspiró. En nuestro país, la revista “Adán” trató de imitarla sin lograrlo, pero acaso hizo todo lo posible en ese momento histórico.
Con desnudos, admitámoslo, fue siempre difícil, sino imposible, imitar a Playboy. Con mujeres vestidas, como si temieran resfriarse, su futuro es incierto. El único error de Hefner, que se acerca a los 80 años, es empeñarse en vivir mucho más que su creación, pese a que desde hace un tiempo la dirección de la revista está a cargo de su hija.