De su experiencia con artistas internacionales como Liz Mitchel, John Sijis o Natascha Sohl, Martín Romanella valora lo enriquecedor de que cada uno de ellos haya “confiado en mi visión y peleado mi corte en las discográficas”. En cuanto a la productora de la que él forma parte, considera: “Me da posibilidad de direccionarme hacia donde naturalmente mi propia estética me lleva.”
-Adlatina.com: ¿Cuánto hace que está trabajando en Argentinacine?
-Martín Romanella: Formo parte del grupo de directores desde hace unos meses y, a través de Argentinacine, tengo representación en Barcelona, con Mirinda Films; en el bloque de países de Europa del Este, con ITI Film Studios, que tiene base en Polonia; y en Italia, con The Family Film. Estamos terminando de afinar el reel y vamos empezando a mostrarlo en las agencias.
-¿Cuáles son los objetivos que tiene en la productora a mediano y largo plazo?
-M.R.: Creo que Argentinacine, tanto con los directores locales como con las representaciones, ha estudiado en detalle el perfil de cada uno, logrando un abanico de estilos. Esto me da posibilidad de direccionarme hacia donde naturalmente mi propia estética me lleva. Con respecto a los objetivos a largo plazo, sin dudas son muchos, pero creo en este caso lo increíble es ser soportado por una productora con trayectoria y solidez, respetada en muchas fronteras, que permite justamente pensar en un futuro. También Argentinacine, como lo hacen RSA, Partizan o Radical media, tiene una aspiración al largometraje; y si la productora se lanza a explorar ese terreno, desde luego es un soporte soñado.
-¿Qué significó para usted la realización de su cortometraje Candela?
-M.R.: Creo que de alguna manera fue el inicio de mi carrera profesional como director. Fue la primera vez que me enfrentaba a una producción grande y que le podía pagar a todo el mundo. Intentando convertir Ensenada en una frontera de algún país empobrecido, y sabiendo que el resultado final seria exhibido en salas de cine. Recuerdo ver llegar los camiones el primer día de rodaje y contemplar la posibilidad de dar parte de enfermo, pero sobre todas las cosas, cómo me divertí y disfruté de la experiencia. Al final de Candela, supe que no importaba si era bueno o malo, pero quería más de lo mismo.
-¿Qué apoyos tuvo del INCAA?
-M.R.: El INCAA seleccionó el guión y el premio era la producción del mismo. La economía del país tuvo, en esos tiempos, algún tipo de problema y la producción quedó parada. Fue angustiante en el momento; hoy creo que lo veo como un proceso de enseñanza acerca de como funcionaban los fondos en las entidades que dependen de otros organismos: hay que saber esperar…
-¿Cómo fue su experiencia de cursar en la Universidad de Buenos Aires?
-M.R.: Fantástica. Creo que el arte audiovisual es un proceso que nunca termina de aprenderse y está totalmente relacionado con la evolución de cada uno de los artistas. Quizás la UBA no forma técnicos, pero hace que en el tiempo en que otras escuelas se la pasan contemplando el motor de arrastre de un Arricam, los estudiantes resuelvan problemas básicos en un papel. También fue muy positivo el estar rodeado de arquitectos, diseñadores, vestuaristas, en el enorme edificio de Ciudad Universitaria. Todas esas disciplinas dejaron cicatrices frescas en el momento en que me enfrento a un proyecto.
-¿Qué posibilidades le dio el haber estudiado en el extranjero?
-M.R.: Romper el mito del genio o de lo inalcanzable. Estar rodeado de maestros y aprender a entender sus acciones a través de su personalidad. La posibilidad de respetar lo estándar, que en años anteriores producía sólo un efecto reaccionario. Aprender los atajos de operaciones estudiadas por generaciones, descubrir la real influencia de haberme criado en Villa del Parque y como esos recuerdos provocaban influencias en mi manera de filmar y comunicarme con mi equipo a diferencia de alguien cuya infancia fue en Ohio.
-¿Cómo fue su experiencia como tarotista en Málaga? ¿Estudió tarot?
-M.R.: Claro que no. Todo empezó buscando una locación para un music video. Al mismo tiempo estaba desarrollando un guión con un premio de desarrollo de Rotterdam y estaba escribiéndolo en Benalmadena, Málaga. Los andaluces tienen esa fascinación por consultar las cartas por cualquier decisión trascendental en su vida, y la curiosidad me llevó a la investigación del fenómeno. Finalmente encontré, junto a una cafetería, el canal VIT Televisión, y sin pensarlo fui a pedir trabajo. Me contrataron como director en un turno ridículo, de 6 de la tarde a 3 de la mañana. Era director de tres cámaras, sonidista, utilero y lo fundamental, atendía el teléfono antes de pasar las llamadas al aire, lo que me daba la posibilidad de hablar con los consultantes y exprimir ideas. Desde consultas por exámenes en el colegio, amor perdido, un policía en busca del cuerpo de un ciudadano ruso desaparecido, en fin. Rodeado de tanto tarotista aprendí el arte de lo desconocido de boca de Sandra Domenech, un travesti de alrededor de sesenta años, que se escapaba a Francia cuando Franco lo corría por inmoral. Desafortunadamente, mantengo el don de las cartas inactivo (por el momento).
-¿En qué consistió el proyecto “Ciudades Dormitorios”?
-M.R.: Ciudades Dormitorios empezó como un libro de relatos minimalistas sobre situaciones en relaciones de parejas en decadencia, que fui desarrollando en una serie de encuentros con el escritor Dalmiro Sáenz. Basado en tres de los cuentos, mandé el proyecto al INCAA, que subsidió su desarrollo al guión, junto con el soporte de Hubert Bals Fund en Holanda. Ubicado en un retro-futurismo e inspirado en estadísticas de un caso de envenenamiento a través del agua potable en 1976, el film sigue los pasos de Finley Collier, un censor que llega a la desolada Ciudades Dormirtorios, un plan habitacional que brinda casa y comida a cambio de trabajo en el puerto, y termina, sin querer, destapando una matanza de 7.000 personas a manos del Keith Langston, administrador del complejo.
Creo que como referencia visual es una mezcla entre Brasil de Terry Guillam (1985), Dark city, de Alex Poyas (1998) y La cité des enfants perdus (1995). La productora alemana Disco Film GMBH, en asociación con MMC Independent, buscan la mejor manera de producirla. El proyecto fue seleccionado por el mercado de co-producción en el IFP (Independent Feature Project) en New York, del 17 al 20 de septiembre.
-¿Qué otros trabajos tuvo antes de dedicarse al cine?
-M.R.: Cuando todavía estaba en el secundario, empecé a trabajar en una productora de video en Buenos Aires, y terminé como director de fotografía. Aunque jamás me gustaron los deportes, terminé cubriendo este tipo de eventos, desde veladas en la Federación de Box hasta el Mundial de Francia. El final de mi relación con ellos fue en Torneos y Competencias, como realizador de los fílmicos para Fútbol de primera.
-¿Qué significó para usted haber trabajado con artistas internacionales como Liz Mitchel, John Sijis y Natascha Sohl, entre otros?
-M.R.: Me encantan las sociedades cosmopolitas, y el efecto creativo al momento de desarrollar un concepto cuando las personas participantes provienen de pasados tan distintos, con códigos tan dispares. Me obliga a un estudio casi antropológico en cada acercamiento. De todas maneras, cada uno de estos artistas está unido por la música, y un music video es una intuición.
-¿Qué fue lo que estuvo filmando en Panamá?
-M.R.: Una vez al año participo de proyectos educativos organizados por el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts). Consisten en ir a tribus indígenas apartadas y acompañarlos en el proceso en que filman un largometraje. Desde luego, estas tribus no tienen electricidad, o tv, o baños. Viaja entonces un grupo de maestros del guión por unos meses, para guiarlos en el proceso de escritura, y luego cada cabeza de equipo comparte cada segundo de la filmación intentando respetar el instinto básico. Al final, la película introduce la cultura en festivales y la universidad deja los equipos a esa tribu para que siga explorando.
El rodaje en Panamá fue en una de las islas del archipiélago de San Blas, en la comarca de KunaYala. Creo que lo más llamativo fue que los Kunas no dependen del gobierno de Panamá y cada isla tiene una especie de congreso que se lleva a cabo cada noche a la luz de un farol de kerosene en donde los caciques discuten las trivialidades de cada día. El problema fue cuando se enteraron de las ventajas del grupo electrógeno: la llegada de la luz, la refrigeración, la tv, e intentaron un sabotaje.
-¿Qué significa para usted la obtención de un premio o reconocimiento?
-M.R.: Implica que la obra surtió algún tipo de efecto en el jurado, que en definitiva es también público. Cualquier tipo de reacción, aceptación o rechazo violento implica que algún tipo de emoción se filtró. Ese logro es siempre un empujón para seguir el camino.
-¿Cuáles son en su opinión las virtudes y defectos de la región en cine?
-M.R.: Creo son más las virtudes que los defectos. La llegada del HD y HDTV crean un marco en que lo que hace falta son las historias, y si bien el cine implica una inversión económica, digamos que la técnica es un poco más práctica y puede generar un cine independiente cada vez más accesible. El problema siempre se genera al momento de buscar un distribuidor, y en ese punto confío. Sudamérica es bien respetada, sobre todo en las pequeñas distribuidoras y canales de tv europeos.
-¿Cuál fue la última película que vio? ¿Le gustó?
-M.R.: El corte de Bertolucci de The last emperor, una versión con algunas secuencias retocadas por Vittorio Storaro, que se presentó hace unos días en el Arc-Light. El film es increíble, últimas épocas en que unos 19.000 extras cobraron dinero antes de pasar a ser generados por computadora.
Es simpática la anécdota de Storaro cuando cuenta que la producción tardó más de un año en generar los permisos para filmar en la Ciudad Prohibida en Pekín, y una vez que les abrieron las puertas, Bertolucci ordenó a su chef que importara de Italia 22.000 litros de agua, 200 kilos de café, 500 litros de aceite de oliva y 200 kilos de pasta.
Como estreno, me gustó Scanner darkly, una adaptación de una novela de Philip K. Dicks dirigida por Richard Linklater y protagonizada por Keanu Reeves. Es una película filmada en video, con una Panasonic DVX-100 a la que se le sumó en post producción una técnica llamada “rotoscopia interpolada”, que filtra la imagen real dejando como resultado algo similar a un dibujo con acuarelas a mano alzada. Creo que conserva el espíritu de Blade runner, pero en el contexto de una soleada California.