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GALLIANO SE INSPIRA EN SINGER Y KLIMT

Soñar con el arte

La casa Dior vuelve a sobresalir por las ideas innovadoras y refrescantes del joven diseñador. Esta vez su inspiración fue el arte: Klimt, Baudelaire y Singer. Exquisitos bordados, volúmenes e influencias animales.

Soñar con el arte
Su última colección de alta costura es una combinación de sabiduría, maestría, delirio y fábula.
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"Mi trabajo es hacer soñar a la gente", dijo John Galliano a la agencia EFE. Su nueva colección primavera-verano 2008 fue un festín de color y delicadeza, un espectáculo que mezcló el arte con la moda, y se robó todas las miradas de París, Milán y Cibeles en lo que va del año.
Hasta hace unos años se hablaba de la muerta de alta costura, pero el año pasado se experimentó su renacimiento con Dior y Chanel duplicando sus ventas. Y las expectativas de las marcas para 2008 no contemplan la posibilidad de un descenso en la euforia.
Y colecciones como la de Galliano brindan a la costura de una potencia que escapa a la lógica mercantil. Esta no sólo vuelve a ser relevante porque los ricos de las economías emergentes -Rusia y China- tengan dinero y ganas de gastarse hasta 100.000 euros en un vestido de noche, sino por esta capacidad que mostró Dior de poder dar al mundo un placer estético sin pasar por caja.

Y de placer, precisamente, habla esta colección primavera-verano. La inspiración del diseñador partió de un cuadro de John Singer Sargent, el retrato de Amélie Gautreau, conocida como Madame X. Fue una pintura polémica en su tiempo por el erotismo que desprendía. Al diseñador británico de 47 años le fascinó la historia de cómo un tirante caído provocó un escándalo tal que la mujer retratada le suplicó al autor que lo colocara en su sitio. Ése fue el principio de un viaje para Galliano. De ahí, el interés lo llevó a Gustav Klimt, que lo hizo saltar a su vez a la Quimera, una criatura mitológica con cabeza de león, cuerpo de cabra y cola de dragón. Luego se detuvo en Baudelaire y su obra Las flores del mal, y terminó con Salomé. Un recorrido guiado por dos ideas centrales: la seducción y la promesa de placer.

Un artista de las pasarelas
¿Cómo se traducirían estas influencias en una colección de ropa? El mundo del glamour empezó a hacerse una idea al ver en París 2008 una silueta en color lima cruzar los pasillos de tul de un escenario completamente negro. “Fue el inicio de un impecable despliegue cromático y de un alarde de imaginación que acabó por crear algo totalmente nuevo a partir de tan artísticas referencias. Sin concesión a la obviedad. Un guardarropa divertido con quiebros sesentosos, que haría las delicias de una mecenas excéntrica y lujuriosa a lo Peggy Guggenheim. La voluptuosidad, por ejemplo, había que buscarla en la construcción de abrigos y chaquetas cuyos primorosos volúmenes traseros, laterales o frontales se abrían como una flor. La exquisitez de la alta costura no estaba sólo en los apabullantes bordados (que simulaban escamas, piel de leopardo o hasta de cocodrilo) sino en la extrema delicadeza de las referencias”, decía una nota de un diario europeo. "Es usted muy valiente por conceder tanta libertad a un diseñador", le dijo una periodista a Bernard Arnault en el backstage. "Bueno, desde que él llegó los beneficios de Dior se han multiplicado por seis", respondió el propietario de la marca.
Cada uno de los 40 diseños fue bordado a mano. E inclusive, en algunas ocasiones, sobre complejos vestidos de seda pintados a mano de lejana inspiración oriental. En la cabeza eligió sombreros también de inspiración oriental, a veces bordados a juego con su modelo, unos con plumas superpuestas, otros simplemente metálicos, como platos gigantes. Todos ellos tintados con una armónica paleta de color que iba desde el violeta hasta el turquesa, pasando por el azul eléctrico, el verde pistache, el verde musgo o el verde esmeralda. Inspirado en la naturaleza y en pieles de animales como la pantera, el cocodrilo o la serpiente.
El maquillaje fue aparatoso, parecía bordado también, con lentejuelas de colores vivos, a juego con el modelo y los zapatos, éstos de alto tacón sobre plataforma, para andar despacio y con mucho arte. Cada una de sus piezas es una obra arquitectónica, valorada en más de un millón de euros.

 

 

Redacción Adlatina

por Redacción Adlatina

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